Categorías
El debate público

100 millones de vacunas en 100 días

Ricardo Becerra

La Crónica

17/01/2021

Los Estados Unidos de América le deben a Trump, entre otras cosas, “el fracaso más grande de la historia sanitaria del país” y eso es mucho decir.

Bélgica, Suecia, Israel, España, Italia, por no hablar de Brasil, Irán, Perú, Argentina o México, exhiben asimismo, pésimos números y consecuencias devastadoras tanto para su población y casi todos, para su economía. Aún así Estados Unidos destaca, sobresale, por la aceleración de los contagios como por su número de fallecidos: 24 millones 303 mil infectados hasta el viernes pasado, con un ritmo pavoroso de 3 mil 370 muertes diarias (el día de ayer) para acumular, un total de 405 mil 254 decesos.

Solo para referir un marco significativo: el precio pagado durante la guerra de Vietnam fue de 58 mil 220 muertos (cifras del Archivo Nacional), aproximadamente los mismos que el nuevo coronavirus ya había cobrado a finales de abril de 2020 en E.U. Tal es la magnitud de la catástrofe que hereda el Presidente John Biden.

            Por eso, la Pandemia, en su doble gestión -sanitaria y económica- es y será el eje absoluto de su gobierno, con objetivos precisos y estrategias bien pensadas. Para empezar: aplicar un millón de vacunas diarias, de modo ininterrumpido, durante los siguientes cien días después de su toma de posesión. El primero de mayo (recuerden este dato).

Y es que la administración Trump, distraída por su propia frustración, no pudo cumplir su meta que consistía en aplicar las vacunas recibidas (30 millones) antes del 20 de enero. Luego comprometió 20 millones de dosis, para finalmente chocar con la realidad y dosificar 11.1 millones hasta el pasado viernes.  

Un tercio de la meta original en plena ebullición de enfermedad y muerte. Por eso Biden la tildó de “estrepitoso fracaso… si le preguntaras a la mayoría de las personas hoy, no podrían decirte quién se va a vacunar. Lo que sí saben es que hay decenas de millones de dosis de la vacuna en los congeladores de todo el país, mientras quienes la necesitan, no pueden obtenerla” (El País, 15/enero /2021).

            Empero, su respuesta coloca una vara extremadamente alta: 100 millones en 100 días, lo que requiere entre otras cosas, movilizar una inversión de 20 mil millones de dólares, sólo para la vacunación y otros 50 mil millones para las pruebas. ¿Lo ven? Bajo el consejo del Doctor Fauci, Estados Unidos gastará más dinero en las pruebas -reconocer asintomáticos y aislarlos- que en la propia vacuna. La prevención lleva la mano.

            La equidad interracial e interregional preside el plan de Biden: “La trágica realidad es que tenemos un impacto desproporcionado en contra de las personas negras, latinas y nativas americanas”, por lo que la estrategia es múltiple y asociativa: colaborarán con los gobiernos estatales, los condados, las organizaciones civiles y de modo muy importante, el sector privado a través de decenas de miles de farmacias y clínicas móviles que se desplegarán preferentemente en las zonas rurales. La vacunación será un trabajo local y descentralizado, con todo el apoyo del gobierno central.

El nuevo Presidente presentará una decena de órdenes ejecutivas el primer día de gobierno, todas dedicadas a la mitigación de la pandemia. Sus objetivos son: dar una respuesta decisiva de salud pública que garantice pruebas gratuitas; cuidado preventivo y tratamiento en clínicas (no en su casa); aplicación de la vacuna y el despliegue de los suministros necesarios, en consonancia con una respuesta económica con paga para todos los afectados, ayuda directa a los trabajadores, familias y pequeños negocios. De hecho, es tres veces más grande el paquete de ayuda económica, que el propiamente sanitario.

            Llama la atención el primer punto del Plan: “Restaurar la confianza, la credibilidad y el propósito común”, lo que quiere decir, “detener el teatro político y la desinformación deliberada, que ha aumentado la confusión y la discriminación” (véase https://joebiden.com/beat-covid19/).

            El contraste frente a la estrategia de Trump, no podía ser más acentuado: dejarse de teatros, medias verdades, información menesterosa, rehabilitar a los comités científicos, insistir en las pruebas como eje del conocimiento y de la acción preventiva, asociarse con los gobiernos locales y con el sector privado, asumir que en una pandemia larga, el económico, es tan o más importante que el programa de auxilio sanitario, entender a la justicia como trato igual en emergencia y establecer metas exigibles que comprometan al gobierno federal y a los demás, sin disculpas, lamentaciones ni mentiras. 

            Algo de eso tendríamos que aprender al lado sur del Río Grande: por pura responsabilidad, curiosidad científica, para entender a nuestro gran socio comercial y por necesidad urgente.

Como dice el plan Biden “no estamos para teatros”, porque falta lo peor, porque se trata -todavía- de caminar en el infierno.