Raúl Trejo Delarbre
Nexos
11/02/2025
El populismo autoritario siempre intenta cooptar y neutralizar a los medios de comunicación y, cuando no puede, los golpea. Ahora Donald Trump despliega una venganza legal y política, pero sobre todo propagandística, contra medios en Estados Unidos que lo incomodan. La demanda contra la cadena de televisión CBS indica el abuso de poder que Trump está dispuesto a ejercer.
Desde antes de la elección presidencial, Trump presentó una demanda contra esa cadena porque, en octubre pasado, transmitió editadas algunas declaraciones de la entonces candidata demócrata Kamala Harris en una entrevista. La entrevista se difundió completa en el programa Face the Nation y después, un fragmento de ella apareció en el programa 60 Minutos. Allí, una respuesta de Harris acerca del primer ministro de Israel, que en la versión original duraba 21 segundos, fue reducida a 7 segundos porque la entonces vicepresidenta repetía algunas expresiones. Los abogados de Trump alegaron que CBS, al editar la entrevista, influyó a favor de la candidata demócrata.
La demanda fue presentada inicialmente por 10 000 millones de dólares, pero hace unos días los abogados de Trump la duplicaron y exigen 20 000 mdd. Ese reclamo no se sustenta en la legislación estadunidense para los medios (que protege ampliamente la libertad de expresión) sino en las leyes para la protección de los consumidores, alegando que en la transmisión de la entrevista hubo “prácticas engañosas”. La semana pasada la CBS difundió la versión completa de la entrevista y demostró que no alteró el sentido de las declaraciones de Harris. Sin embargo la demanda se encuentra a consideración de la Comisión Federal de Comunicaciones. Trump ha dicho que ese organismo debería cancelar las licencias de transmisión que tienen las estaciones afiliadas a la CBS.
El notoriamente exagerado monto de la demanda de Trump y su exigencia para sacar del aire a la CBS son tan desproporcionados que, inicialmente, muchos periodistas se rieron de ellos. Ahora que volvió a la presidencia y controla al organismo regulador, han tenido que tomarlas en serio. La Comisión Federal de Comunicaciones está integrada por cinco comisionados, designados por el presidente y ratificados por el Senado de acuerdo con la composición política del Congreso. Actualmente hay dos republicanos, dos demócratas y un sitio vacante.
Los periodistas de la CBS, y con ellos comentaristas en numerosos medios de ese país, insisten en que las declaraciones de Harris no fueron manipuladas y que ese es un pretexto de Trump para desquitarse de los medios profesionales. Sin embargo los dueños de CBS podrían estar dispuestos a llegar a un acuerdo financiero con el presidente con tal de que la demanda no perjudique sus negocios. Paramount, el consorcio propietario de CBS, está en tratos para fusionarse con la empresa productora Skydance.
Trump también mantiene una demanda contra el periódico The Des Moines Register porque, antes de la elección de noviembre, publicó una encuesta en donde se afirmaba que, en Iowa, Kamala Harris iba adelante en las preferencias para la elección presidencial (finalmente, Trump ganó en ese estado).
Las demandas contra medios de comunicación no son extrañas en Estados Unidos, pero ha llamado la atención el uso de normas diseñadas para la defensa de los consumidores para, con ellas, amagar a los medios. Se trata, afirma una nota destacada por The New York Times, de una nueva línea de ataque trumpista en contra de los medios. La FCC, que es presidida por un simpatizante de Trump, investiga además el desempeño de la radio y la televisión públicas, NPR y PBS, para determinar si han transmitido mensajes comerciales, lo cual tienen prohibido. Lo que se busca es suspender la entrega de recursos fiscales a esos medios que trabajan con reconocible seriedad y que, tanto en su cobertura de campañas electorales como ahora que es presidente, han mostrado errores y excesos de Trump.
La CBS, igual que cualquier medio, tiene libertad para informar con los criterios editoriales que prefiera. Si hubiera ajustado las declaraciones de la candidata demócrata para soslayar un error, habría estado en su derecho sin que por ello debiera recibir penalización alguna. La sanción a los medios la ejercen sus audiencias que les otorgan, o los retiran, su confianza. Por otro lado, la demanda contra el periódico que publicó una encuesta con un diagnóstico electoral que no se cumplió, es una amenaza a los medios que difunden evaluaciones de los asuntos públicos. Las encuestas no son pronósticos, sino retratos de las preferencias de los ciudadanos en un momento específico.
Los medios de comunicación cometen frecuentes y en ocasiones notorios excesos. Por eso siempre es necesario que existan medios diversos, de entre los cuales los ciudadanos puedan elegir aquellos a los que decidan atender. En todo el mundo ha disminuido la confianza en ellos pero, en vez de promover la pluralidad y el trabajo profesional en los medios, el populismo autoritario los descalifica cuando no los puede utilizar en su beneficio.
El presidente de Estados Unidos sigue, punto por punto, el manual del líder populista autoritario. Una vez que regresó a la Casa Blanca gracias a una elección democrática, arremete contra todos aquellos que rivalizan con él, o lo cuestionan. El Partido Demócrata, aunque perdió, conserva casi la mitad de los sitios en ambas cámaras del Congreso y allí se encuentra la resistencia institucional más importante frente a los desplantes de Trump.
En el espacio público mediático, desde hace años, Trump y otros personajes han impulsado un sistema de propaganda paralelo a los medios convencionales y profesionales, sobre todo en las redes digitales. Canales de podcasts, docenas de televisoras en línea, una red de mensajes propia (Truth Social) y sobre todo el ostensible respaldo en X (antes Twitter) les permiten a Trump y sus voceros comunicarse con sus seguidores sin la mediación de la televisión, la radio y la prensa convencionales. En esos medios digitales los propagandistas de Trump difunden constantes mentiras, que llegan a las patrañas más inverosímiles. Como miden la realidad con dos parámetros, el presidente y sus voceros acusan a la CBS de falsear una entrevista, sin recordar los centenares de imposturas que el sistema digital pro-Trump propala todos los días.
El otro brazo en la pinza mediática del conservadurismo estadunidense es la presión sobre medios y plataformas independientes, o distantes de Trump. Las empresas digitales más relevantes, comenzando por Facebook, se doblegaron pronto ante el nuevo presidente. Algunos medios refuerzan el apoyo que encuentran en la sociedad, como el NYT que en los últimos tres meses de 2024 obtuvo 350 000 nuevos suscriptores digitales, para llegar a 11 millones y medio. Pero quienes toman decisiones en muchos otros medios temen a las represalias del gobierno y no es extraño que moderen, e incluso modifiquen, sus contenidos informativos y editoriales acerca de la nueva administración en la Casa Blanca.
En México, el populismo autoritario lleva casi siete años agrediendo a medios de comunicación profesionales, utiliza la publicidad oficial para premiar a los más obsecuentes, impulsa una red de medios digitales a los que da visibilidad en las conferencias mañaneras y emplea a los medios públicos como instrumentos de propaganda. Numerosos medios, por conveniencia, convicción, o por temor, han reorientado sus políticas informativas y ahora promueven a comentaristas y contenidos afines al régimen. Ya con los principales medios neutralizados, la llamada 4T se dispone a fortalecer los espacios bajo su control directo. La televisión pública comienza esta semana la transmisión, en cadena, de un espacio diario de opiniones complacientes con el gobierno.
En ocasión de los nuevos amagos de Trump contra los medios, en Estados Unidos hay quienes han recordado las ya célebres lecciones del historiador Timothy Snyder para enfrentar a la tiranía. La primera de ellas es: “No obedezcas por anticipado. La mayor parte del poder del autoritarismo le ha sido otorgado libremente. En tiempos como estos, los individuos se anticipan a lo que querrá un gobierno más represivo, y después se ofrecen sin que nadie se los pida. Un ciudadano que se adapta de esta manera está enseñándole al poder lo que es capaz de hacer” (Sobre la tiranía, Galaxia Gutenberg, 2017). El populismo autoritario coacciona directamente a quienes no se le subordinan, pero también se nutre en el temor ante sus posibles represalias. En México, como en Estados Unidos, hay quienes por precaución, o por simple miedo, obedecen por anticipado.