Rolando Cordera Campos
La Jornada
17/06/2018
Por más que hagamos, las consignas no resuelven el enredo programático que el país tiene que afrontar en lo inmediato. Digamos, cuando la elección confirme las encuestas y Andrés Manuel López Obrador sea declarado presidente electo. El simplismo de sus fórmulas, articulado por el combate a la corrupción flagrante que nos ahoga, es insuficiente para abordar los dilemas inmediatos, para no decir los de más allá, que abruman a México desde hace años, pero que hoy, a partir de la elección de julio, harán cola para exigir respuesta inmediata.
El inventario ha sido hecho, dicho y redicho a lo largo de la campaña, pero estaba planteado desde antes en estudios y aproximaciones del más diverso tipo. El país acumula problemas y carencias enormes, que los gobiernos han parchado o, de plano, soslayado.
El problema para el nuevo gobierno es que esas posposiciones ya no funcionan. La población reclama soluciones; ya no promesas ni explicaciones sumarias que, por simplistas, no pueden sostenerse. Es como si nos acercáramos a una hora de la verdad que, en realidad, nadie quería.
Cómo ganar y comprar tiempo, cuando esta variable se vuelve escasa y algunos suponen poder acumular sin disponerse a compartir; sin duda es el reto principal del nuevo gobierno y las bravatas de sus acompañantes sirven de poco.
La transición es cruel y abusiva y de julio a diciembre ocurrirán muchas cosas. Lo que no pasará es la impaciencia y el hartazgo de muchos, millones en verdad, que han visto en el candidato puntero, López Obrador, la fuente de unas ilusiones y esperanzas que les parecían perdidas.
Limpieza y probidad son ofertas dignas y valederas, pero no suficientes para una masa desprovista y despojada de los bienes y recursos indispensables para buscar una vida digna. Estas carencias y su origen, conforman el nudo central del encono y la decepción que animan a muchos de quienes han decidido ver en esa candidatura una salida buena.
Ubicarse en el filo de una navaja como ésta y salir airoso requiere de mucha destreza y fortuna, no sólo del dirigente, sino de quienes lo acompañan. Sin dirección colectiva no habrá emulsiones inteligentes y voluntariosas que encaucen los ánimos y modulen los reclamos. El nuevo gobierno necesita de un entramado de mando y concertación que lo acompañe y acompase.
Más allá de la victoria, viene el obligado reconocimiento de la realidad…Que no espera y, a veces, ni se entiende.