José Woldenberg
Reforma
25/08/2016
La Asamblea Constituyente está a la vista. Poco habrá de vivir el que no vea su desenlace. El marco de sus posibilidades normativas está dado por el artículo 122 Constitucional y artículos transitorios y la correlación de fuerzas es la que modula sus posibilidades políticas. Ningún partido por sí solo podrá hacer su voluntad (se requieren 67 votos de 100 para hacer realidad cualquier iniciativa), pero, también, ninguno en solitario podrá vetar los eventuales acuerdos (se necesitan 34 votos).
Esas condicionantes han llevado a algunos a decir que la Asamblea no tiene márgenes para ser productiva y entonan cánticos a su fracaso anunciado. Puede ser. Pero la historia apenas está por ocurrir. Lo primero será conocer el proyecto que por mandato constitucional debe presentar el jefe de Gobierno a la Asamblea. Una comisión plural y enterada, coordinada por Porfirio Muñoz Ledo, lo auxilió en la tarea y será el punto de partida para el debate, la materia prima y el disparador de los eventuales encuentros y desencuentros. Luego, aparecerá la necesidad de forjar una coalición reformadora con horizonte -o coaliciones parciales-, y ello solo será posible si los asambleístas están dispuestos a sentarse a negociar y pactar. Y para ello son necesarios operadores con experiencia y sobre todo capaces de trascender cualquier afán maximalista (hágase mi voluntad) o testimonialista (la verdad la tengo en un puño y los demás son puros &%X), porque lo que se requerirá será flexibilidad y talante para integrar acuerdos.
Pero lo más relevante es que el marco del 122 ofrece amplios márgenes para una Constituyente productiva. Ilustro con el caso de las fórmulas de gobierno para la Ciudad. Se trata de un asunto notable y al mismo tiempo es un ejemplo de lo que (creo) la Asamblea sí puede hacer. Tratando de conjugar el máximo de representatividad con buenas dosis de gobernabilidad se podrían enlazar la representación proporcional estricta en el Congreso, con una segunda vuelta para la elección de los cargos ejecutivos, estableciendo además la posibilidad de crear coaliciones de gobierno. Paso a explicarme.
Legislativo. La Constitución señala y obliga a conformar una Legislatura a través del voto universal, libre, secreto y directo, en la que estén presentes representantes electos por los principios de mayoría relativa y representación proporcional. Dice además: «En ningún caso, un partido político podrá contar con un número de diputados por ambos principios que representen un porcentaje del total de la Legislatura que exceda en ocho puntos su porcentaje de votación emitida». Si ello es así, existe la posibilidad de diseñar un sistema que traduzca de manera exacta los votos en escaños. Sin hacer crecer al cuerpo legislativo, es decir, manteniendo 66 diputados, se podrían elegir 33 por la vía uninominal y 33 por la plurinominal y que los segundos sirvieran para ajustar el porcentaje de escaños al porcentaje de votos obtenidos.
Ejecutivo. La Constitución señala que el jefe de Gobierno de la Ciudad debe ser electo y no podrá durar más de seis años en su encargo. Si ello es así, y dada la fragmentación política que hoy marca a la Ciudad -y también al país- sería conveniente, cuando ningún candidato alcance la mayoría de la votación, celebrar una segunda vuelta para que el ganador, de inicio, no tuviera más rechazos que apoyos. Esto de ninguna manera construiría un jefe de Gobierno omnipotente, como algunos han dicho, porque lo más probable es que en la legislatura, él y su partido no tendrán la mayoría absoluta de los asientos, precisamente por la fórmula de integración de la Cámara.
Gobiernos de coalición. Y para abrir la posibilidad de colaboración entre el Ejecutivo y Legislativo, se podría establecer, como ya lo hace la Constitución del país para los poderes federales, la posibilidad de que el titular del Ejecutivo busque la construcción de un gobierno de coalición que debería presentar, para su aprobación por el Legislativo de la Ciudad, un plan de gobierno, un programa legislativo y un gabinete. Se trataría de una posibilidad que podría explorar el jefe de Gobierno: edificar una coalición o gobernar en minoría.
Como apuntaba, se trata de ilustrar un solo campo de posibilidades que abre la Constituyente. Y los campos son muchos e importantes.