Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
02/03/2020
Hasta el día de ayer había casi 87 mil casos de personas infectadas por el coronavirus, casi 80 mil de ellas en China. La infección se había extendido en 58 países. El virus había ocasionado 2873 muertes, de ellas 104 fuera de China.
Cuando usted lea estas líneas esos datos habrán cambiado y las nuevas cifras que reúne la Organización Mundial de la Salud, OMS, serán difundidas de manera inmediata. El coronavirus, que de manera formal se llama COVID-19, se esparce de manera aún acotada; en casi todos los países los nuevos casos son registrados y hay información confiable acerca de ellos. Pero las noticias que recibimos son tan abundantes, constantes e inquietantes que, junto a la emergencia epidemiológica, nos encontramos en una crisis informativa que acentúa la confusión y la desazón.
Estamos ante la primera epidemia que es difundida de manera intensa por las redes sociodigitales, a la vez que en los medios de comunicación tradicionales. De otras epidemias, como la de influenza que padecimos en 2009, se habló mucho en internet pero las redes digitales no tenían la cobertura ni la presencia pública que alcanzan hoy en día.
Las redes en línea propagan hechos, recomendaciones y alertas reales, pero también mentiras y desinformación. La sensación de alarma que crea la reproducción de un virus para el que aún no hay vacuna ni tratamiento médico específico es redoblada por la intoxicación informativa. La OMS manifestó hace un mes, el 2 de febrero: “El brote de 2019-nCoV y su respuesta han estado acompañados por una ‘infodemia’ masiva —una sobreabundancia de información, alguna exacta y otra no— que le dificulta a la gente encontrar fuentes confiables y orientación creíble cuando la necesitan”. El director general de ese organismo, el etíope Tedros Adhanom, dijo el 15 de febrero: “no sólo estamos combatiendo una epidemia, además combatimos una infodemia”.
Las autoridades sanitarias internacionales mantienen un esfuerzo de cooperación e información en el que se han involucrado las empresas que manejan redes sociodigitales y que combate, no siempre con éxito, la proliferación de versiones falsas sobre el COVID-19. Silvie Briand, directora de Manejo de Amenazas Infecciosas en la OMS, dijo a la revista médica The Lancet que las epidemias siempre van acompañadas de rumores y versiones falsas. “La diferencia ahora, con las redes sociales, es que ese fenómeno es amplificado, avanza más rápido y más lejos, como los virus que viajan con las personas y llegan más rápido y más lejos. Se trata de un nuevo desafío”.
A la rapidez y extensión que alcanza la información en línea se le ha denominado “viralidad”, por analogía con los virus biológicos, para enfatizar esa capacidad de propagación. Desde que surgió en Wuhan, el nuevo virus fue tema de informaciones e inquietudes en la Red de redes. En China la gente se apropió de internet a pesar de la censura que impuso el gobierno. Por otra parte, la secuencia genética del COVID-19 se conoció muy pronto gracias a los médicos chinos que la difundieron en línea.
Junto con información y advertencias serias se han propagado miedo, bulos e inclusive intolerancia y racismo. En muy variadas latitudes hubo actitudes de rechazo a personas de origen o de nombres chinos aunque no tuvieran relación alguna con gente infectada con el virus. En redes de mensajes breves y sobre todo visuales como TikTok, que es frecuentada por usuarios muy jóvenes, se esparcieron videos de odio racial y, luego, versiones falsas de gente supuestamente afectada por el virus.
En un estudio de 29 millones de tuits generados fuera de Estados Unidos, el Departamento de Defensa de ese país encontró dos millones de tuits que promovían teorías de la conspiración acerca del COVID-19. Se trata de tuits colocados entre el 20 de enero y el 10 de febrero. Entre otras mentiras, en muchos de esos tuits se decía que el nuevo coronavirus fue creado como un arma de guerra por la Fundación Bill y Melinda Gates.
El Departamento de Estado, según la nota de The Washington Post publicada el 29 de febrero en la que aparecieron tales datos, considera que esos tuits tienen la posibilidad de “influir en la conversación en las redes sociales”. Se trata de versiones falsas distribuidas de manera coordinada, con el intencional propósito de crear confusión.
Por otra parte el grupo NewsGuard, integrado por periodistas anglosajones y europeos que cotejan versiones falsas, creó recientemente el Centro para Rastrear Desinformación sobre el coronavirus. Uno de sus analistas, John Gregory, escribió el 28 de febrero en el portal statnews.com que hasta ese día habían identificado 93 sitios que publican información falsa “y potencialmente dañina” sobre el coronavirus en Estados Unidos, el Reino Unido, Italia, Alemania y Francia. Ese especialista ha encontrado que gran parte de las notas que se publican en tales sitios se difunden de manera más amplia que las informaciones ciertas y confiables que ofrecen las autoridades de salud.
La propagación de mentiras en redes abiertas y sin posibilidad de ser censuradas resulta inevitable. Es, podría decirse, uno de los costos de la libertad de expresión que hay en línea. A las versiones falsas solamente se les puede enfrentar con información oportuna, suficiente y autorizada. Gracias la coordinación con la OMS, las empresas de redes sociodigitales y buscadores han promovido el acceso al sitio de esa organización cuando sus usuarios buscan información sobre el COVID-19.
En Google, por ejemplo, la cuarta parte de quienes hacen búsquedas con los térmimos “coronavirus” o “corona virus” han llegado al sitio who.int que es el dominio de la Organización Mundial de la Salud que mantiene versiones en varios idiomas. Las búsquedas de los usuarios de Twitter, Facebook, Instagram, TikTok, o de la red china Tencent, han conducido al mismo sitio de esa organización internacional. Más difícil ha sido la aclaración de versiones falsas que prosperan por doquier.
La OMS ofrece un curso en línea dirigido a personal de salud con duración de una hora, para la prevención y el control del COVID-19. Hasta ayer domingo el curso lo habían tomado casi 19 mil personas. Los países de donde se habían registrado más accesos a ese curso son Estados Unidos con 1462 visitas y México, con 662 personas que llevaron ese tutorial.
Haz y envés. Información y desinformación: en las redes digitales hay espacio para la orientación especializada, de la misma manera que para los embustes y el desasosiego. La epidemia puede empeorar si la infodemia acentúa la confusión y dificulta la aplicación de las elementales medidas de higiene que ya todos conocemos. Están a prueba las redes sociodigitales, pero sobre todo la disposición y la capacidad de sus usuarios para distinguir la información falsa de las versiones confiables. La epidemia tiene orígenes biológicos que la ciencia podrá enfrentar. La infodemia se nutre en el temor y la ignorancia, pero también en la mala fe.