Ricardo Becerra
La Crónica
21/02/2016
Que la fe no los confunda. La imagen de la semana no se la lleva el misericordioso Francisco en alguna de sus estaciones escogidas. La verdadera foto –y el verdadero catecismo para México- lo dictaron Agustín Carstens (ese Fobos macroeconómico, Jefe de Banxico) y Luis Videgaray (Secretario de Hacienda): así, al alimón, anunciando su cruel “austeridad preventiva” que impactará a casi todo, y que nos colocarán al borde de la recesión consentida, este mismo año.
Los que tenemos suficientes años no recordamos tantos recortes sucesivos -ni tan grandes- desde los años ochenta y quizás, desde 1995.
Pero a la gravedad de la situación se agrega un elemento perturbador y antinatural: Banxico es quien ya había pautado el guión “de la necesidad imperiosa del ajuste” antes incluso que la Secretaría de Hacienda, ya no digamos el Gobierno de la República. Una completa inversión histórica y también lógica.
¿Recuerdan cuando los gobiernos setenteros del PRI alzaban sus gargantas para dejar claro que “la política económica se hacía en Los Pinos”? Bien, se supone que ese abuso fue corregido creando un montón de instancias autónomas y estrictamente técnicas, organismos “más allá de la política”, en primerísimo lugar Banco de México independiente y guiado por un objetivo único.
Ahora la foto del miércoles lleva las cosas hacia un extremo desconocido y enrevesado: no es que Banxico sea autónomo, sino que ahora dicta y pone el tono de la política económica del país. Esto equivale a decir que Hacienda y el gobierno federal han sido colonizados por una instancia ajena –no electa por los ciudadanos- cuyo objetivo constitucional es exclusivamente uno: que la inflación ronde las metas que ellos mismos deciden.
Lo que debía ser un factor –una institución entre otras- para confeccionar un equilibrio de objetivos que integran la política económica de un país complejo, se ha vuelto el factótum: todos han quedado por detrás de los dichos que se elaboran en el hígado de nuestro banco central.
Dicho así: hace rato que Banxico se ha pasado de la raya y su activismo (no sólo declarativo) ha provocado decisiones tan claramente sesgadas como dedicar la ganancia cambiaria ¡para pagar intereses adelantados a los banqueros! Es decir: Banxico compró dólares a 13, dos años después los vendió a 18, y la diferencia se entrega a los bancos ¡por ley! cómo si ese dinero no tuviera mejor destino, justo en éstos momentos de sufrimientos, recortes y carencias.
Carstens volvió a tomar un papel central hace dos semanas prescribiendo, desde su púlpito, un ajuste severísimo a Pemex y un recorte gigantesco al gasto público… y Hacienda, resignada, lo hizo.
Esto no está nada bien ni como contenido ni como resultado ni como arreglo institucional, porque Banxico debería ser una voz en el concierto político-económico, entre otras cosas, porqué no es neutral ni inocente en el juego de intereses.
Primero, porqué Banxico busca un sólo objetivo (ordenado así en la Constitución), pero sobre todo por su público, por la gente con la que habla e interactúa, que es un porcentaje muy pequeño del conjunto: banqueros comerciales irritados, desde hace varios meses, con este ambiente de tasas de interés bajas.
¿Lo ven? Banxico volvió a ganar imponiendo en el paquete de la semana pasada, una nueva subida de tipos, incluso antes que la FED estadounidense (para que no quede duda de mi posición, sostengo que la FED no subirá las tasas en plazo próximo, lo cuál volverá a dejar a México en el papel de alumno bien portado bobo).
Quiero decir: la exigencia de medidas restrictivas (tasas de interés más altas) proviene de grupos de interés que tienen mucha influencia ante el señor Carstens y su Junta: se les ve todos los días en el Club de Industriales y en muchos ocasiones, son el interlocutor que aspiran ser cuando dejen el cargo. Personas que quieren el alza de las tasas, independientemente de la situación macroeconómica (recesión en puerta, caída en la inversión, pobreza que sigue creciendo): conviene a ellos, pero no a todos los demás.
No sé que piensen en Hacienda o en la Presidencia, pero hace rato que ese, no es el lugar ni el papel constitucional del Banco de México: una nueva recesión santificada desde la autoridad monetaria.