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El debate público

Cuando la pobreza no es noticia

Raúl Trejo Delarbre

La Crónica

17/08/2015

En México tenemos cada vez más pobres. La pobreza extrema ha disminuido ligeramente, pero cada vez hay más mexicanos que no satisfacen sus requerimientos materiales básicos. Nada de eso es noticia. Tanto así que las líneas anteriores podrían haber sido publicadas hace uno, o veinte años. La novedad son los datos recientes sobre el empeoramiento de la pobreza. Pero como no se difunden gracias a filtraciones, ni en ellos hay escándalos que involucren a personajes famosos, la pobreza no llega a las primeras planas.
No interesa a los medios, no asombra a los ciudadanos: la pobreza es tan antigua y cotidiana que nos hemos acostumbrado a ella. Y eso es lo peor.
Cada día hay 2,470 nuevos pobres en México. Ésa es la cantidad de personas en tales condiciones que aumentaron en el transcurso de los dos primeros años del actual gobierno. Se trata de un millón 803 mil mexicanos.
El rezago en la atención a la pobreza no se debe a la indolencia de un solo gobierno, ni de un solo partido. Cuando la pobreza comenzó a ser medida de manera institucional, en 1992, el 53.1% de los mexicanos vivía por abajo de la línea de bienestar. En 2014, se encontraba en esas condiciones el 53.2%.
En 1992 el ingreso mensual per cápita era de 3,322 pesos. En 2014, de 3,015 pesos (a precios, en ambos casos, de 2010). El 64% de quienes reciben remuneraciones tuvo, en 2014, un ingreso igual o menor a dos salarios mínimos al mes (es decir, 3,935 pesos). Solamente el 7% alcanzó más de seis salarios mínimos mensuales, que el año pasado eran 1,1804 pesos. De quienes únicamente reciben un salario mínimo, el 58% está en condiciones de pobreza y el 12% en pobreza extrema.
Se trata de “el país que no llega a la quincena”, como señala el documento “Retrato de un país desfigurado” del Instituto de Estudios para la Transición Democrática, IETD, de donde tomamos los anteriores datos. Toda esa información la hicieron pública, hace algunas semanas, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política en Desarrollo Social.
El optimismo que suele definir al discurso gubernamental es insostenible ante cifras como ésas. La pobreza ha sido parte de este país históricamente desigual y sería una necedad negar que hemos tenido avances en tareas como la cobertura de la salud pública. Sin embargo, no basta. Tenemos, en palabras del IETD, que encabeza el economista Ricardo Becerra, un “tipo de sociedad que ha emergido de la crisis y de las respuestas a las crisis; una sociedad acostumbrada al estancamiento, insegura ante los riesgos de la vida, extremadamente desigual, con salarios artificialmente deprimidos, que no ha visto una reducción de la pobreza relativa luego de décadas y decenas de cambios estructurales en la economía”.
El entorno internacional, que ya parece pleonasmo calificar como “adverso”, dificulta el cumplimiento de las promesas que escuchamos con motivo de reformas como la energética. Pero aunque esas reformas trajeran más recursos, no necesariamente llegarían a quienes más los necesitan, porque no hemos querido diseñar un nuevo esquema de distribución del ingreso.
No tenemos una auténtica discusión sobre la política económica del país. Tampoco sobre la pobreza. En vez de análisis económico, por lo general  se difunden reconvenciones o loas a posiciones ya establecidas. Los comentarios sobre esos temas, salvo excepciones, reiteran lugares comunes de cierta ideología semineoliberal cargada de prejuicios. Por ejemplo, se ha vuelto habitual considerar que los aumentos de impuestos son catastróficos, sin tomar en cuenta que en los recursos fiscales se encuentra la mayor posibilidad para que, con un Estado que haga su tarea, existan alguna redistribución del ingreso y una política social de largo aliento.
Edificar una política nacional para combatir a la pobreza requiere de un gran esfuerzo social que comience por reconocer que allí tenemos al gran problema  del país. En ese tema los partidos políticos mantienen un inexcusable déficit. Pero también los medios de comunicación tendrían mucho por hacer para señalar la magnitud de la pobreza y propiciar el debate que hace falta sobre ese tema.
Un estudio del Instituto Panos de Londres recuerda que, respecto de la pobreza, “los cambios de políticas a menudo han surgido de transformaciones en la opinión pública y política y el gran alcance de los medios masivos hace de ellos una fuerza vital para elevar la conciencia y el debate públicos, incluso si no  pueden ser actores políticos directos o si no consideran que tienen la obligación de influir en la creación de políticas o en el cambio de la sociedad” (Making poverty the story. Time to involve the media in poverty reduction, 2007).
Sometidos a las costumbres de un mercado que constantemente exige nuevas cuotas de estruendo y asombro (un mercado que ellos mismos han creado y retroalimentado) los medios suelen desdeñar temas ligados a la pobreza. Las informaciones relacionadas con ella no impresionan, o se refieren a un flanco desagradable de la realidad social. Para decirlo de manera áspera: en el campo de los medios, los pobres no venden excepto cuando, además de padecer esa condición, se vuelven protagonistas de historias de violencia, o de esporádicos éxitos. A la pobreza no se le presenta como un problema estructural, ni se encuentra en el centro del debate público.
Si la pobreza permanece marginada del ecosistema mediático, será imposible que la  sociedad exija soluciones de fondo. En palabras de Joanna Redden, que investigó la cobertura de la pobreza en medios del Reino Unido y Canadá: “La clase de debate que se necesita para generar discusiones acerca de los pasos que hacen falta para reducir la pobreza requiere un significativo nivel de contexto económico, político y social. Ese tipo de información requiere más tiempo y espacio que los que permite un artículo informativo en los grandes medios. Los requerimientos de la cobertura mediática dejan fuera mucho del contenido que se necesita para un debate productivo acerca de la pobreza”.
A pesar de tales dificultades, como señala esa autora: “Hacen falta más voces políticas contra la pobreza que sean citadas en las noticias y que hablen de la eliminación de la pobreza como un asunto de derechos, justicia y que es indispensable, y no sólo como un asunto de costos contra beneficios o de responsabilidad individual”. (The Mediation of Poverty. The News, News Media and Politics”, Lexington Books, 2014).
El “Retrato de un país desfigurado” está disponible en www.ietd.org.mx y ofrece propuestas de amplio alcance para enfrentar a la pobreza: la creación de una red de protección social universal que garantice educación, salud, pensión y seguro de desempleo a todos los mexicanos, así como incremento auténtico y no cosmético al salario mínimo, entre otras.
Ojalá que columnistas en la prensa, conductores de noticieros, jefes de redacción y directivos de los medios contribuyeran a colocar en primer plano a la pobreza como problema y desafío de todos nosotros. Quizá pueda ser noticia el hecho de que cada día tenemos 2,470 pobres más. Son 103 cada hora. Esos mexicanos no tienen por qué vivir en la estrechez, ni tenemos derecho a permitirlo.