José Woldenberg
El Universal
07/06/2022
Amenazaron y lo cumplieron. Y el asunto no puede verse de manera impasible. Es demasiado grave, extremo, ominoso. ¿Se darán cuenta de lo que hacen? ¿O ensoberbecidos y ciegos creen realmente que encarnan al pueblo y a la Patria?
El martes pasado, Mario Delgado, líder de Morena presentó una denuncia ante la Fiscalía General de la República por traición a la patria contra los 223 diputados federales que votaron en contra de la reforma constitucional en materia eléctrica. Acompañó la denuncia -según él- de 1.7 millones de firmas y se acusa a los legisladores de traición a la patria por “actos contra la independencia, soberanía e integridad de la Nación Mexicana con la finalidad de someterla a persona, grupo o gobierno extranjero” como se encuentra tipificado en el artículo 123 del Código Penal Federal.
Ahora las diferencias de opiniones, los votos de los diputados, que además gozan de la garantía de inviolabilidad para expresar sus puntos de vista, son, según los morenistas, sujetos de litigios penales, que pueden llevar a la cárcel a quienes no compartan sus iniciativas.
Eso solo se había visto en dictaduras, en regímenes políticos que no garantizan la libertad de expresión, que no reconocen como legítimo el pluralismo político. No sé si se dan cuenta que se están deslizando por una pendiente no solo peligrosa sino degenerativa. Los militantes y dirigentes de Morena hoy son mayoría en muchos espacios legislativos y gobiernan al país y a un buen número de estados. Arribaron a esos cargos por vías democráticas, pero da la impresión que quisieran clausurarlas una vez que ellos están en el poder, porque solo su voz —según ellos— representa al pueblo.
Nada más falta que la Fiscalía llame a declarar a los presuntos culpables para que se cierre el círculo de la opresión y la ignominia. Están jugando con fuego y el país no lo merece. Ciudadanos y legisladores, según nuestra Constitución vigente, tenemos garantizados nuestros derechos y el ejercicio de las libertades que a muchas generaciones costó hacer realidad. ¿Qué pretenden? ¿Construir una Inquisición? ¿Perseguir a quienes no comparten sus opiniones? ¿Llenar las cárceles de opositores? ¿De verdad, están locos o enloquecidos?
Han traspasado un límite que a todos nos debería preocupar. Convertir las diferencias políticas en asuntos penales, hacer de los legisladores opositores posible “carne de presidio”. Ya lo hicieron, y los casos no están cerrados, contra 31 honorables científicos, contra consejeros del INE y no sabemos contra quien más. Se han convertido en persecutores, no importa lo que piensen de sí mismos. No saben vivir en una sociedad modelada por una diversidad de ideologías, sensibilidades, intereses, y quisieran convertirla en un ejército o en una iglesia. Verdugos de las libertades quisieran además que se les aplaudiera y se presentan a la Fiscalía con firmas como si para perseguir delitos se requiriera de algún apoyo masivo. Desde los setentas, antes de la reforma política, no se alimentaba el acoso, para generar miedo, de los disidentes como ahora.
La demagogia debería tener límites, pero, por desgracia, no los tiene. Han llegado muy lejos. No conocemos el desenlace, pero cualquiera que sea, todos aquellos que firmaron o acompañan la denuncia de Morena, tienen ya un lugar destacado en el museo de la infamia. No son políticos democráticos, son autoritarios, carentes de ética y proclives al despotismo. Triste y preocupante.