Rolando Cordera Campos
El Financiero
23/08/2018
Tras el encuentro con los integrantes del Consejo Mexicano de Negocios el miércoles 15, el próximo jefe de la Oficina de la Presidencia de la República, Alfonso Romo, comentó que no sólo continúa la “luna de miel” entre el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador y los empresarios, sino que “ya es matrimonio”. Comentario infortunado, sobre todo viniendo de un destacado miembro del equipo del próximo gobierno.
Lejos quedaron aquellas discordias “campañeras”, como las referencias a la “mafia del poder”. Qué bueno. Pero ahora llevaron el péndulo al otro extremo.
Ni rompimientos ni amasiatos; reconozcamos que nuestro socialmente insatisfactorio desempeño económico lo ha sido por partida doble: ni se han generado suficientes nuevos empleos —bien pagados y de calidad—, ni se han creado los excedentes necesarios para producir los bienes públicos y la protección social que reclama nuestra demografía. Y nuestra oprobiosa cuestión social.
Esta fragilidad del Estado, verdadera camisa de fuerza, no se ha encarado ni se han destinado los recursos mínimos necesarios para resanar nuestro edificio estatal. En lugar de convocar una reforma amplia y profunda del Estado se ha optado por salidas parciales y de corta duración. Y por estigmatizar la urgente reforma hacendaria.
No se trata de inventar el hilo negro ni de revivir formas pasadas, pero sí de recuperar experiencias y memoria. Por ejemplo, estructuras e instituciones edificadas para fortalecer la economía mixta forjada sobre la marcha a partir de la reforma popular redistributiva de los años treinta. Sus mecanismos principales fueron “jibarizados” a fin de siglo para asumir los mandatos del discurso neoliberal cuando todo se volvió mercado, competitividad, globalización ilusa. Y predominio del “espíritu” empresarial.
Sanear los canales internos del Estado, redefinir la economía mixta para revalorarla, fortalecer el sector público y crear nuevos vínculos entre el Estado y las fuerzas políticas y sociales deben ser objetivos rectores. Redefinir prioridades y acciones, darle a la política el timón, entendiéndola como proyecto, movilización social y creación cultural e institucional, son en buena medida los fundamentos para una economía renovada.
Una que no requiere amasiatos con sector alguno sino atender los sentimientos de la nación. Y, como con fortuna se dijo en la campaña, separar el poder político del económico poniendo el primero al mando de la nave estatal.