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El debate público

Defender la inversión del presupuesto cero

Ricardo Becerra

La Crónica

21/06/2015

Configurada ya la aritmética básica de la Cámara de Diputados, el Secretario de Hacienda respira tranquilo y afila sus tijeras. Con sus 260 votos de coalición legislativa fáctica (fáctica porque no exhibe un ideario reconocible, un programa y compromisos públicos), enfrentarán sin embargo una de las operaciones más impactantes de política económica: reducirán el gasto público, drásticamente y por primera vez, en lo que va del siglo XXI.
Con jerga tecnocrática, se anunció desde marzo una “reingeniería del gasto público con una perspectiva de Presupuesto Base Cero”, o sea, un experimento “que posibilite restar los componentes inerciales al gasto”.
Inventado en los años sesenta por Texas Instruments, fue llevado –con muchas dificultades- a la administración pública por el Gobernador de Georgia (un tal Jimmy Carter) quien al ser electo Presidente, trasladó el método a la administración federal.
No hay un canon comúnmente aceptado ni sobre la definición ni sobre la metodología “base cero”, sin embargo sabemos cuál es su objetivo central: achicar el presupuesto a una dimensión que los mexicanos no hemos conocido en este siglo y que nos incorporará de lleno en el mundo de la “austeridad”, talismán de la política económica “responsable”, donde los haya.
¿De qué dimensiones hablamos? Ya desde la primera caída de los precios del petróleo -en enero- Hacienda anunció un ajuste preventivo por 124 mil 300 millones. Amén de las coberturas petroleras adquiridas, la reducción ya implicó cancelar el proyecto del tren México-Querétaro y el tren de pasajeros Transpeninsular de Yucatán; se redujeron los beneficiarios al programa de pensiones para adultos mayores y sobre todo, en pleno lanzamiento a la competencia mundial, se recortó el presupuesto de Pemex en 62 mil millones (11.5%).
Ortodoxo, el gobierno federal refrendó su decisión de no aumentar impuestos ¡en lo que resta del sexenio! y además, mantener la trayectoria de un déficit cada vez menor (ver http://www.cefp.gob.mx/difusion/evento/2015/forobasecero/presentaciones/presentacionesfpbcero.pdf). En otras palabras: no queda más que reducir el gasto. Con las cifras oficiales disponibles, el recorte acumulado de este año y el próximo, ya compromete 259 mil millones de pesos, 1.4% del PIB, nada más para abrir boca, antes de empezar con la científica guadaña “base cero”.
Así las cosas, creo que el Congreso entrante tiene uno de sus mayores desafíos en este punto: defender la inversión pública como palanca improrrogable del crecimiento (no está demás insistir en el dato, tan perturbador: el gasto en inversión pública se encuentra hoy en los niveles de ¡1946!) y por otro lado, introducir un cambio en la idea y los conceptos de la Hacienda Pública. Especialmente, considerar al gasto en infraestructura, por su efecto potenciador del crecimiento, no como una parte más del déficit.
México debe anotarse de inmediato a la discusión internacional (y la moderna literatura económica), especialmente elaborada en EU y en Europa, después de la crisis financiera. En casi todas partes se enfatiza la salvaguarda de la inversión pública de los recortes, planes de austeridad o presupuestos base cero. Por ejemplo: “El principal error del Pacto de Estabilidad Europeo (PEC) es que todo gasto público, incluso la inversión productiva genuina para expandir el potencial de crecimiento es sustancialmente mala y no debe ser financiada con deuda, mientras que todo gasto privado, incluso el consumo, es inherentemente bueno” (“Fiscal discipline and public investment in Europe”, Berggruen Institute, 10 de diciembre de 2014).
Europa ya corrigió esto el pasado 13 de enero, en su plan Juncker: hay que liberar a toda la inversión pública productiva, del cómputo del PEC a efectos de calcular el déficit. Se trata de la “regla de oro” que pretendió Jacques Delors, el padre de la unificación europea en los lejanos años noventa.
Y por si fuera poco, la jefa misma del Fondo Monetario Internacional, Cristine Lagarde afirmó en julio de este año: “Si la inversión pública se diseña adecuadamente, el alza del PIB puede contrarrestar una posible subida de la deuda” (“Investment for the future”, FMI, 6 julio 2014). Y los economistas Heirik Enderlei y Jean Pisani-Ferry, poco sospechosos de populismo proponen un nuevo “fondo para estimular la inversión pública” con otros 42.000 millones adicionales al Plan Juncker (“Reforms, investment and growth”, 27 noviembre 2014).
Nos va la vida (económica) en este asunto. Volveremos sobre él.