Jacqueline Peschard
La Crónica
08/07/2020
A dos años del triunfo de AMLO con su amplio respaldo popular, nos movemos en un mar de incertidumbre sobre cuál es el proyecto de Estado y de país de la llamada 4T. El presidente arribó al poder apoyado por un movimiento-partido proveniente de las filas de la izquierda mexicana, pero el gobierno ha estado lejos de incorporar a sus objetivos y políticas, los principios y las bases de dicha corriente ideológica. Ni se ha planteado una reforma fiscal para impulsar una decidida política económica distributiva, ni ha enarbolado la defensa de los derechos de las personas, particularmente las más vulnerables, pues no están en su agenda principal ni las demandas en contra de la violencia de género, ni las de quienes sufren discriminación por origen, por discapacidad, por razones étnicas, o por preferencia sexuales, etc.
Discursivamente, la mira está puesta en un cambio de régimen que dejará atrás al neoliberalismo y separará al poder público del privado, pero el gobierno se conforma con contrapuntearse con los conservadores, que ahora también son la reacción. Seguimos sin tener una idea clara de hacia dónde se encamina el gobierno, ni tampoco cuáles son las fases por las que irá transitando. Pero, en este contexto de gran incertidumbre que se ha acentuado por la pandemia de la COVID-19, tenemos al menos 10 certezas:
1. La certeza de que el poder se está concentrando en manos de la figura presidencial y que los afanes del gobierno por conducir una transformación están más en construir unanimidades que en abrir espacios de debate e interlocución plural.
2. La certeza de que no hay una estrategia de fortalecimiento del Estado como palanca de desarrollo y de edificación de un cabal Estado de Derecho.
3. La certeza de que la austeridad justifica el desmantelamiento de las instituciones que no caen directamente bajo la línea de mando del Ejecutivo, en particular, los organismos constitucionales autónomos.
4. La certeza del desprecio por el servicio público y sus capacidades técnicas, con el argumento de que la función pública sólo ha servido para cobijar actos de corrupción. La reducción de 75% del gasto de operación del gobierno federal ha llegado al absurdo de dejar sin computadoras a los servidores públicos de la SE, justificado porque eran gastos superfluos, ya que los padres de la patria no necesitaron computadoras para encabezar la lucha de independencia (sic).
5. La certeza del desdén por el orden constitucional y a favor de una visión discrecional de la legalidad, que permite hacerla intercambiable por la justicia, olvidando que no es posible hacer justicia sin un marco legal vigente para que la ley no sea utilizada discrecionalmente, sólo para los fines del poder.
6. La certeza de que el discurso que se comunica diariamente está reñido con la transparencia de las decisiones y acciones del gobierno y de los recursos que se utilizan. Buena parte de las afirmaciones que se hacen en las “mañaneras” carecen de un respaldo documental que sea accesible a la población, pues ni los sitios oficiales de las oficinas gubernamentales, ni las respuestas a solicitudes de información ofrecen el respaldo documental de lo que ahí se difunde.
7. La certeza de que el gobierno desprecia el trabajo de los medios de comunicación independientes y críticos, pues, aunque el presidente afirma defender la libertad de expresión, se ha manifestado abiertamente en contra de periodistas y medios no alineados con sus posiciones.
8. La certeza de que la oposición está arrinconada en su fragmentación y escasa disposición a conformar alianzas y posiciones comunes para impulsar ciertos cambios tanto normativos como de articulación de políticas públicas.
9. La certeza de que no existe voluntad política en el gobierno para convocar a un gran Acuerdo o Pacto de Unidad o de Estado, para sumar inteligencia y esfuerzos y hacer frente conjuntamente a los problemas, cuya magnitud lo amerita. Son muchos los grupos de académicos, integrantes de la sociedad civil y hasta de empresarios que han ofrecido sus conocimientos científicos y su experiencia nacional e internacional para hacer propuestas bien estudiadas y sustentadas para, junto con el gobierno, sortear mejor la crisis económica y social que vivimos. La respuesta del gobierno ha sido siempre negativa.
10. La certeza de que el presidente mantiene niveles relativamente altos de popularidad en un contexto de polarización. El discurso presidencial divide y confronta y ello le ha permitido convocar a la sociedad a definirse por uno u otro bando, alineados de forma maniquea, pero muy simple, entre los de arriba y los de abajo, los pobres o los ricos, los liberales o los conservadores, sin dejar un sitio para posiciones capaces de tender puentes entre los diversos grupos sociales y el gobierno.
No hay que confundir estos dos años de certezas con una vuelta al régimen autoritario del PRI, pues, a diferencia de entonces, hoy contamos con una autoridad electoral autónoma que ha garantizado desde hace veinte años el respeto cabal a la integridad del voto. El INE nos ofrece certeza sobre las reglas con las que los mexicanos votamos; no la certeza sobre los resultados de las elecciones. Eso lo decidimos los ciudadanos. Esa gran diferencia nos obliga a apreciar y respaldar al INE.