Jacqueline Peschard
La Crónica
30/12/2020
El un lugar común afirmar que los niños, las niñas y los adolescentes son el futuro de cualquier país, sin embargo, cuando se levantan encuestas de opinión, suele cubrirse sólo el universo de adultos, mayores de 18 años, como si sus percepciones fueran las únicas relevantes, por el solo hecho de ser ciudadanos y de tener plena autonomía.
La población de niños, niñas y adolescentes es la que más ha estado expuesta al confinamiento de la pandemia y sin tregua alguna, en la medida que su actividad esencial que es la escuela no ha tenido espacio alguno de apertura hasta el momento, con todo y que se trata de un sector que no está programado para recibir la vacuna en contra de la Covid-19. La gran paradoja es que es el grupo más afectado por el encierro, aunque sea el menos expuesto al contagio.
Por ello, es particularmente relevante la encuesta, titulada OpiNNa, Nueva Normalidad, que entrevistó a cerca de 580 mil integrantes de este sector que abarca a 40 millones de personas, la cual fue diseñada por el Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA) y levantada por la Secretaría de Bienestar y CONAFE. Ello permitió que una tercera parte de la misma fuera hecha de manera presencial, además de que se incluyeron a personas indígenas y con discapacidad, para tener amplia representatividad. (www.gob.mx/sipinna/galerias/resultados-de-la-consulta-opinna-nueva-normalidad?idiom=es).
Uno de los primeros resultados que arrojó el estudio es que, tal como ha ocurrido tradicionalmente, el cuidado de los niños menores a 5 años depende en un 80% de las madres, sobre cuyos hombros no sólo pesa la responsabilidad de las tareas y el entretenimiento, sino de la salud física y mental, además de que durante la pandemia, han dejado de recibir el apoyo de las abuelas, que se ha visto también confinadas.
La encuesta muestra también que, en casos de enfermedad de los y las menores, sólo se recurre a los centros de salud en un 30%, mientras que las consultas en farmacias privadas cubren al 40% de los casos, lo cual demuestra cómo se ha precarizado la atención en salud. Algo particularmente preocupante de los resultados del estudio es que confirman que el confinamiento ha incrementado la violencia intrafamiliar y que son las mujeres adolescentes quienes de manera abierta dicen experimentar mayor miedo. La encuesta logró identificar 11,500 casos de menores egresados de centros de salud por lesiones motivadas por actos de violencia y 1850 asesinados en 2020.
Respecto de la salud mental de esta población, el estudio recoge datos alarmantes porque los ingresados en hospital psiquiátrico alcanzaron cifras superiores a los 600, prácticamente tres veces el promedio registrado con anterioridad.
El estudio da cuenta de que el impacto de la pandemia ha sido particularmente fuerte sobre este grupo social y las consecuencias sobre su desarrollo apuntan a ser dramáticas. La encuesta señala que el 70% no está haciendo ejercicio, lo cual es muy grave si consideramos que el sobrepeso y la obesidad siguen creciendo en este sector, en buena medida por la acentuada malnutrición en nuestro país. Otro dato alarmante que arroja la encuesta es que el 80% no lee, lo cual afecta directamente el desarrollo intelectual de los chicos y chicas y compromete su futuro. Es cierto que no existe cultura de la lectura en nuestro país, pero la cifra es estrujante.
No cabe duda que lo más relevante de estudios como el de SIPINNA es que, al ofrecer un diagnóstico puntual sobre la realidad que viven los niños, niñas y adolescentes, agravada por la pandemia, ofrecen un insumo importante para desarrollar políticas públicas destinadas específicamente a atender a esta población en particular. Lo primero que ha subrayado Ricardo Bucio, titular de SIPINNA, es que se tiene que seguir impulsando la discusión en el Congreso de la Unión para regular el tema de los ciudadores que es un tema central de la agenda de la igualdad de género, pero también lo es para los menores. Paralelamente, debe trabajarse, ya, en la planeación del regreso paulatino a las escuelas presenciales, estableciendo aulas en espacios abiertos y, por supuesto, garantizando las medidas de protección para los educadores. En el mediano plazo, parece indispensable trabajar en programas de educación para el cambio en las relaciones interfamiliares y también entre los propios niños, niñas y adolescentes.
Es alentador que desde el gobierno se reconozca la importancia de trabajos científicos para servir de sustento al diseño de las políticas públicas que atiendan específicamente a este sector de la sociedad. Cualquier balance que se haga sobre los efectos de la pandemia en la población mexicana, tiene obligadamente que atender de manera específica a la población infantil y adolescente, si nos tomamos en serio que de no hacerlo, estaremos hipotecando nuestro futuro. Y no es retórica.