María Marván Laborde
Excélsior
26/07/2018
Ambas cartas abordan cuatro temas principales en los que consideran que será sencillo llegar a acuerdos para generar un nuevo entendimiento. Creen que es posible reescribir la relación bilateral.
El país vecino es como los familiares incómodos, estos no se escogen, están dados y con ellos hay que convivir; lo único que puede una persona, en este caso los mandatarios, es medianamente atemperar el tono de la relación. Sin embargo, para bien y para mal, ahí están los países determinados por la terca geografía, y ahí permanecerán más allá de sus respectivos mandatos.
Los temas abordados por el Presidente en funciones y el Presidente electo fueron: comercio, migración, desarrollo y, de manera bastante marginal, seguridad. Tanto López Obrador como Trump evitaron hablar del “elefante en la sala” que todos vemos, pero ellos prefirieron rehuir con una mirada esquiva.
Intencionalmente, no se habló del tráfico de drogas y armas. Por supuesto, no hubo comentarios sobre el plan de legalización de la mariguana y el cultivo de la amapola con el propósito de explotar, desde la industria farmacéutica, la producción de opiáceos. Ominoso e inexplicable silencio que genera, desde hace varias décadas, uno de los puntos principales de desencuentro entre vecinos. ¿Alguien se acuerda del Plan Mérida?
Cuando se aborda el tema del Tratado de Libre Comercio, se refrenda la postura de López Obrador y su equipo de mantenerlo. Se pronuncian por apurar la negociación para que concluya antes del fin de sexenio y, sobre todo, antes de las elecciones legislativas del próximo noviembre allende la frontera.
Se nos ha anunciado que, por parte del equipo del gobierno entrante, será Jesús Seade, o ya es de facto, el negociador del TLC. Con la prisa que ha caracterizado al equipo de transición, ya está buscando tener una reunión con Robert Lighthizer, representante comercial de Estados Unidos. Por respeto a las formas, se ha informado a Luis Videgaray e Ildefonso Guajardo. No podemos olvidar que, por más que quiera, Jesús Seade no tendrá mandato legal hasta el 1 de diciembre, una vez que sea nombrado por el presidente López Obrador.
Recibimos respuesta clara y puntual de Trump. El también se inclina por una negociación exitosa del TLC para asegurar más y mejores empleos en ambos lados de la frontera. Sin embargo, inmediatamente agrega lo que parece más una amenaza que un compromiso: “sólo si podemos hacerlo rápido, pues de otra manera tendré que elegir un camino muy distinto al presente”.
La reacción de Seade, sorprendentemente, fue abrir su juego, según dice ayer El Financiero (pag.5), el día que Trump cancele la posibilidad del acuerdo tripartita, “ese mismo día estaremos discutiendo un bilateral, porque para nosotros lo más importante es llegar a una relación con Estados Unidos sobre todo, y con Canadá también…”. Trudeau debe estar muy complacido con esta declaración/amenaza.
El tema de migración fue abordado desde la perspectiva del propio Trump: la única explicación de la migración es la pobreza; nadie busca seguridad y protección porque la vida en sus países es invivible, corolario de esta afirmación es que nadie merece asilo político, los migrantes son oportunistas disfrazados, nadie es expulsado por la violencia.
Dos preocupaciones con respecto a su propuesta de desarrollo. Primera, no alcanzo a entender la diferencia entre el plan de desarrollo que incluye a los países centroamericanos y propone crear una sola zona económica desde el Canal de Panamá hasta el río Bravo y el fallido intento del Plan Puebla-Panamá (2001).
Mi otra incógnita es: ¿Cómo la siembra, y supongo el cuidado, de un millón de árboles van a generar 400 mil empleos? ¿Vamos a darle ocupación a una persona por cada dos árboles y medio?