Ricardo Becerra
La Crónica
10/05/2020
¿Por qué los diarios New York Times, Washington Post, El País y Wall Street Journal y otros mexicanos como La Crónica, publicaron el 7 y 8 de mayo (antier) reportajes, notas, gráficas, indagatorias muy destacadas dentro de sus ediciones, a propósito del número de contagios y de muertos por el Covid-19 en México?
Sencillo: porque el propio gobierno nacional -su vocero para la epidemia- habían previsto y difundido ampliamente que, justo en ese día (y alrededores), estaríamos viviendo la cumbre de los contagios, según datos y según modelos diseñados por la propia Secretaría de Salud y apoyados por científicos destacados. Eso dijeron.
Y agrego: todo el mundo está pendiente porque la cuestión es vital, la decisión y la conducta de millones depende de esa información 0y tiene el máximo interés público, lo mismo para la sociedad mexicana que para el mundo, pues hablamos de una de las naciones más grandes y conectadas del planeta. Lo que pasa aquí le importa a las demás naciones, a pesar de la vocación labriega de Palacio Nacional.
Por eso es ridículo recurrir a la acusación de “conspiración”, a la ingenua insinuación de “sincronía” malintencionada entre medios de comunicación internacionales, expertos, políticos, actores sociales, “funcionarios de gobiernos anteriores” y quienes se agreguen a la lista. Todos, están, estamos, preocupados, atentos y qué bueno que se exijan una respuesta.
Es tan importante el tema, y la fecha fue tan sonoramente colocada por el Gobierno mexicano, que lo raro, lo que hubiese sido muy extraño, es que el cuestionamiento no hubiese aparecido: ¿en qué momento de la epidemia se encuentra nuestro país?
Esta es la pregunta que está obligado a responder el Estado mexicano, el jueves, los días que siguen y la próxima semana. ¿Cómo se ha instalado el coronavirus entre nosotros?
Y por muchas razones. En primer lugar, porque fue una previsión y un compromiso de información suyo, del propio Gobierno. En segundo lugar, porque permitiría adquirir alguna certidumbre acerca del éxito en la contención de la epidemia, sobre todo, el alivio de saber que el encierro y el confinamiento han valido la pena y en qué medida. En tercer lugar, para entender la forma en que esa proteína mortal envuelta en grasa, se ha movido entre la población y el territorio mexicanos. Y finalmente, para establecer el horizonte, cuándo y dónde podemos esperar salir y recuperar una cierta normalidad.
Por eso es (era) tan importante que el gobierno federal ofrezca (hubiese ofrecido) la información cierta del momento de la pandemia en México. ¿Hemos alcanzado ya el pico de contagios y por tanto, podemos prever el máximo de muertes esperadas en los siguientes quince días?
No tuvimos esta explicación, esos datos, una proyección mínima, por desgracia. El gobierno dejó a la sociedad en un desamparo informativo. La verdad es que no sabemos dónde estamos. El discurso fanfarrón según el cual “la curva se aplanó” y “la epidemia se domó” se ha caído esta semana y se seguirá cayendo.
Por esa falla fundamental, seguimos a solas -y a ciegas- con el virus. Esperando el pico pandémico, que no acaba de llegar.