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El debate público

El rito y el grito

Rolando Cordera Campos

La Jornada

16/08/2015

Como si se tratara de un rito o un acto ceremonial, el Banco de México (Banxico) dio a conocer sus pronósticos desfavorables sobre el crecimiento económico. Para la sacra institución que gobierna el doctor Carstens, la actividad económica no podrá superar al terminar el año la mini tasa de 2.5 por ciento. Según Banxico, este porcentaje podría ser menor hasta encontrar un piso en 1.7 por ciento, cifra nefasta, apenas por encima del crecimiento demográfico, pero cercana y probable según los cálculos de los estudiosos del banco central.

No es esta la primera vez que el banco se adelanta al gobierno en noticias malas sobre el desempeño económico nacional. Tampoco será la primera ocasión en que la Secretaría de Hacienda incline el pico y revise sus expectativas a la baja, en consonancia con lo que dicen los calculistas privados y el banco central. Parecería que todo este contingente de computólogos y arúspices hubieren firmado un pacto para darnos al resto de los mortales este juego de abalorios, como si se tratase de un ceremonial tan moderno como la elección de medio término o la propia elección presidencial.

Por lo pronto, recordemos: en el segundo trimestre del año pasado, Banxico previó un crecimiento de entre 3.2 y 4.2 por ciento para 2015. Al fin del siguiente trimestre, esperaba que tal intervalo fuese de 3.0 a 4.0 por ciento, mientras que al cierre del año anunció una proyección (o una adivinanza, como se quiera ver) de un crecimiento entre 2.5 y 3.5 por ciento. Al inicio de año advirtió que la economía podría crecer entre 2 y 3 por ciento, para llegar al fin del verano a presentar su intervalo de crecimiento de entre 1.7 y 2.5 por ciento.

El banco mayor estima sus cifras y, supongo, busca alguna concordancia con lo que hacen los investigadores privados, de bancos y consultorías, casas de bolsa y organismos internacionales dedicados a lo mismo. El anuncio de esta semana no es sorprendente. Mucho menos insólito, y desde luego no puede llevar a nadie a llamar a rebato porque la catástrofe económica esté por venir. En realidad, estas y otras estimaciones más bien parecen reiterar que el desastre llegó hace tiempo, y para quedarse, para afirmar una trayectoria de desempeño que linda con el estancamiento secular y que provisionalmente podemos adjetivar como un estancamiento estabilizador, que cada vez está más lejos de aquellos panoramas que tanto criticamos por su ineficacia redistributiva pero que hubimos de reconocer en su capacidad para la expansión y la diversificación estructural.

Todo eso es, por lo demás, historia, llena de lecciones poco aprendidas o por aprender, gracias a las obras de Carlos Tello, Jaime Ros y Juan Carlos Moreno Brid y Enrique Cárdenas, cuya entrega mayor acaba de ser puesta en circulación. Con anterioridad lo han hecho David Ibarra en sus ensayos sobre la economía mexicana o Víctor Urquidi en sus varias comunicaciones sobre México y América Latina, entre otras. Ninguno de estos títulos parece formar parte de las bibliotecas de los pundits que opinan y quisieran mandar, e igual cosa ocurre con los ya no tan jóvenes que suponen mandar desde Hacienda y satélites. Para qué decir de los habitantes del Congreso de la Unión, quienes ahora le suplican al góber de Banxico que nos salve de la inflación.

El contraste debe hacerse con el pasado ya no tan próximo, así como con las abultadas cifras y tendencias sobre la pobreza de hoy y de mañana. Si lo hiciéramos y buscáramos conclusiones de política, el sombrío panorama del presente tal vez empezaría a cambiar. Por lo pronto insistamos: sin movilidad social ni crecimiento a la altura de los reclamos básicos de la sociedad y su demografía, no podrá haber país cohesionado ni Estado poseedor de la legitimidad mínima necesaria para capear el temporal interminable de una crisis que se globaliza y nos embarga a todos, con todo y nuestro futuro floreciente.