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El debate público

El salario mínimo como amenaza

¿Por qué no celebrarlo? El importante aumento del salario mínimo en ¡14.2 pesos diarios! para llevarlo a $102.6 (qué poco, menos de un dólar, sí, pero qué significativo) es una de las mejores noticias económicas en México y se nos entregó el primero de enero, de parte del Gobierno de López Obrador. No tengo el menor empacho para aplaudir la decisión y decir que —si se acompaña de una buena política de recuperación en el mediano plazo— se constituirá (éste sí) como uno de los cambios más importantes y contrastantes frente al modelo neoliberal. De ese tamaño es lo ocurrido al arranque del año.

¿Por qué es tan importante? Llevábamos tres décadas y media con una política infame: otorgar el menor aumento posible al salario mínimo para conseguir, 1) que los salarios (en conjunto) en México sean cada vez más baratos (“atractivos” decían) para inversionistas internacionales, y 2) que los salarios jueguen un papel de “ancla” contra la inflación (si no crece la demanda por pan, leche, verduras, los precios permanecen en un mar apacible) lo cual colmaba de felicidad al Banco de México.

¿Lo ven? Su mandato único era rigurosamente cumplido gracias a la pobreza extrema de los trabajadores en México.   

Ambas condiciones —cardinales en el modelo económico— tendrán que  buscar otros factores que las apoyen. Pues si México continúa hacia un proceso deliberado de recuperación de los salarios, comenzando por los mínimos, nuestra inserción en la globalización, con su inestabilidad inherente y todas sus presiones inflacionarias, deberán encontrar otros anclajes, fuera de la depresión salarial y la consiguiente pobreza de los trabajadores. 

De ese tamaño es la decisión que comenzó a operar este primero de diciembre: se mueve una pieza clave en el arreglo económico general. Por eso, la discusión se cimbra en varias direcciones y vale la pena tratar de documentar ese debate.

Primero: el aumento que se decretó sigue siendo insuficiente y los que lo han señalado tienen razón. Pero lo que triunfó fue una idea poderosa: para alguien que trabaja ocho horas honestamente, su salario no puede estar nunca, bajo ninguna circunstancia, debajo de la canasta alimentaria (la suya y de un dependiente económico). Esto nos deja todavía a medio camino de la aspiración constitucional y del ideal de una economía decente, pero es una corrección de una trayectoria aplanada por 35 años. A partir de 2019, México se decide a rectificar y a imponerse un plazo para alcanzar el mandato de la Carta Magna (art. 123).

El ascenso de los salarios mínimos no puede ser demasiado alto de un solo tirón. Ésta es una verdad bastante documentada ya en centenas de casos prácticos en el siglo XXI. La recuperación de los salarios mínimos es, probablemente, la mejor política social (y de lo mejor en las políticas económicas) si se ejecuta con prudencia, se supervisa, se miden sus consecuencias paso a paso, puesto que las economías se han vuelto volubles, muy cambiantes. Hay economías que asimilan y crecen con el aumento moderado y constante del salario mínimo (Inglaterra, Uruguay, Japón) y hay otras que pueden sufrir problemas indeseables por precipitación (Seattle). Así que no hay catecismos ni recetas: todo depende del famoso “cómo” se ejecuta.

La última resistencia proviene del Banco de México, para mi gusto neciamente dogmático y cerrado a los vientos del mundo. El aumento del salario mínimo —dice— provocará “presiones inflacionarias”. Así lo discutió su Junta de Gobierno y su boletín oficial a finales de año. Sin presentar cálculos, datos, cuentas, aseguran que la buena nueva (que un trabajador gane 102 pesos diarios) será sin embargo un elemento negativo en el horizonte de 2019. El aumento salarial es una amenaza para los chicos de Banxico y sus supuestos prácticos ¡provienen de los años ochenta! y de marcos teóricos ¡de los 50!, como si cada centavo adicional para el pago del trabajador se trasladara automáticamente al costo del consumidor. ¿Cómo explican estos economistas que 19 estados de la Unión Americana y 21 Ciudades —las más importantes de Estados Unidos— hayan dado un salto fuerte en sus salarios mínimos este primero de enero? 

Termino con una aclaración de principios: creo que la política macroeconómica de López Obrador sigue siendo ortodoxa (neoliberal). Busca, sobre todas las cosas, dar seguridad a los mercados, achicar y desacreditar a los funcionarios del Estado. Alérgica a los impuestos y sin firmeza en los planes de inversión pública.

No obstante, a mi modo de ver, lo mejor está en la decisión de aumentar, en serio, los salarios mínimos. No tengo porqué estar de acuerdo en todo lo demás para decir que ésta es una de las mejores y más importantes pautas de la política económica en la famosa y autoprofética “Cuarta Transformación”. Caso por caso, cosa por cosa. Veremos.