Ricardo Becerra
La Crónica
21/06/2020
Conforme avanza la experiencia, el aprendizaje mundial y los estudios comparados (cómo han reaccionado sociedades y gobiernos frente a la insólita amenaza del SARS-CoV-2) podemos reconocer patrones, fases que nos ayudan a comprender en donde estamos, a donde vamos y nuestros muy humanos temores (y terrores).
Desde que China dio el aviso al mundo de la existencia de un nuevo agente invisible y mortal (31 de diciembre del año pasado), los países —como las personas— han atravesado por diversos estados que diversas publicaciones y autores ya catalogan como una secuencia típica de la reacción social en la pandemia 2020. Mírense al espejo.
1) La incredulidad (no es importante, eso pasa solo en China, es un asunto completamente secundario); 2) la negación (esto no nos puede ocurrir, se trata de viejas hipótesis de la televisión científica, son cuentos de películas de ficción que la realidad sabrá sofocar); 3) la acumulación pública de la evidencia, en donde las instituciones educativas y científicas y los medios masivos de comunicación, suelen jugar el papel central; 4) la “travesía hacia la racionalidad” que experimentan los poderes políticos —lenta y desesperante— pero acicateada por las noticias nacionales e internacionales, y que acaban colocando a los gobiernos en posición obligada para actuar; 5) la expansión del miedo, una oleada de preocupación social que predispone a la ciudadanía a estar alerta y atenta a cumplir con las indicaciones de las autoridades; 6) la borrosa experiencia del confinamiento en la que se combinan, juntas, la paradójica sensación de seguridad y frustración, y 7) la gran ansiedad por salir, el agotamiento de las condiciones psicológicas (y económicas) de nuestro encierro.
Salvo que usted tenga la fortuna de ser coreano del sur, japonés, taiwanés, neozelandés o incluso alemán (naciones que han manejado la cosa con envidiable eficacia), creo que gran parte del mundo se puede reconocer fácilmente en todas y cada una de esas etapas: lo mismo un costarricense, un iraní, un indio o un español. La propagación e instalación del virus hará que la experiencia social de este año en todo el planeta, sea endemoniadamente parecida… pero para mal.
Y es que, salvo aquellas contadas naciones con democracias y estados fuertes, sistemas de salud vigorosos, poblaciones bien entrenadas en sus desastres y dirigentes competentes y serios, a los demás, nos depara un verano en el que probablemente regresaremos a vivir alguna, algunas o todas esas etapas juntas porque —hay que decirlo— ni México ni muchos otros países, hemos tenido el talento, visión, dirigentes ni recursos para controlar el hecho insólito de esta pandemia global.
Como una admonición sombría, lo anticipó el pasado viernes Tedros A. Ghebreyesus, el número uno de la Organización Mundial de la Salud: el mundo ha entrando a una nueva “fase peligrosa” en la que el virus “se sigue expandiendo de forma rápida, la mayor parte de la población no está inmunizada… pero las sociedades ya están ansiosas por salir del confinamiento”.
Lo que nos pondría de narices frente a los mismos dilemas que tuvimos en enero, porque la probabilidad de que haya una segunda ola (no un rebrote) sino un segundo impulso del mismo ciclo del coronavirus (como insiste el Doctor Fauci, jefe epidemiólogo de Estados Unidos) en la temporada veraniega, es bastante alta.
Y ¿estamos preparados para hacerle frente? Con tan poca información acerca del contagio real, ni donde está, ni como se mueve; con tan mala coordinación institucional, mala relación entre gobiernos y con esa desesperación presidencial para hablar de cualquier otra cosa que no sea la pandemia, creo, que no lo estamos.
Ahora bien ¿hemos examinado los errores cometidos durante las siete fases relatadas? Pues, ni siquiera los reconocemos. ¿México tiene un plan para evaluar, realizar una investigación sincera de los fallos en su sistema epidemiológico y sanitario de modo que no cometamos los mismos errores durante el inminente próximo trimestre? Pues, como “vamos y nos preparamos bien” no hay nada que investigar, poco hay que corregir.
Que el coronavirus no ceda y vuelva a arremeter en verano con más fuerza aprovechándose de nuestras “ansias de abandonar el confinamiento” es muy probable. Que estemos preparados, no.