María Marván Laborde
Excélsior
11/08/2016
Hoy queda claro que es más sencillo cambiar la ley que convencer a la sociedad de las ventajas de caminar en una dirección distinta. Las reformas económicas y sociales requieren algo más que el acuerdo entre tres personas que, en su momento, despreciaron la necesidad de hacer política o bien, consideraron que podían hacer política viéndose al espejo.
El nivel de conflictividad social alcanzado en las últimas semanas habla de una profunda descomposición social y revela, cada día con mayor crudeza, la falta de acuerdos entre la clase política, pero sobre todo entre la sociedad y los partidos políticos.
El Pacto por México fue un acuerdo cupular que ni siquiera incluyó a sectores o fracciones importantes del PAN, del PRI o del PRD, mucho menos a sus electores. Las reformas constitucionales pudieron concretarse gracias a trueques evidentes e intercambios inconfesables. La Reforma Política a cambio de la Energética, etcétera.
El centro de la negociación siempre estuvo lejos de San Lázaro o el Senado; los líderes, literalmente, se impusieron a sus fracciones parlamentarias. La debilidad actual de Madero y Zambrano al interior de sus propios partidos es el costo que han tenido que pagar por la forma en la que se procesaron dichas reformas.
La Reforma Educativa se hizo de espaldas a los maestros y a la sociedad. La beligerancia de la CNTE está por derribar los planteamientos esenciales de la reforma; ya se reinstaló a los faltistas y no falta mucho para que se esfume la evaluación. El conflicto con los maestros no terminó en vacaciones como se esperaba, llevamos tres meses de movilizaciones y los profesores que se oponen a la evaluación están considerando no regresar a clases a fin de mes. Nochixtlán les dio los muertos necesarios para radicalizarse.
Los bloqueos y el vandalismo a los comercios han tenido un altísimo costo económico y, como si hiciera falta, le han dado motivo a los empresarios para organizarse y exigir al gobierno que demuestre su capacidad de gobernar.
Los organismos empresariales amenazaron con dejar de pagar impuestos, cuotas del Seguro Social e Infonavit. El gobierno prometió responder con mano dura a quien se atreva. Para suavizar la amenaza, Osorio Chong prometió otra mesa de negociación. El enojo empresarial sería inexplicable sin la irritación que se viene arrastrando desde la Reforma Fiscal. No se puede minimizar el éxito del paro de 24 horas del sector productivo en Oaxaca.
Por su parte, cada vez será más difícil para el gobierno convencernos del éxito de la Reforma Energética, cuando las inversiones extranjeras millonarias no han llegado y los precios de la gasolina suben, a pesar de que el petróleo ha bajado y cuando la CFE anunció el encarecimiento de la electricidad, especialmente la utilizada en los procesos de producción. Otro golpe al empresariado.
Al ver el fracaso de la política al momento de legislar, no podemos dejar de pensar en el magnífico discurso de Edmund Burke a los electores de Bristol cuando acababan de elegirlo miembro del Parlamento. Dijo entonces que un representante no podía votar por los intereses de su distrito, que debía tener altura de miras y velar por el Bien Común, entender los grandes intereses y hacer suyas las preocupaciones de la sociedad. Creo que los pactistas mexicanos entendieron que la sociedad es prescindible para gobernar y que, tomadas las decisiones, todo es cuestión de mercadotecnia.
PUNTO Y APARTE: Al final de los Juegos Olímpicos de Río, los mexicanos tendremos dos claras convicciones. La primera, la debilidad de nuestros deportistas y el fracaso de una política pública nacional para impulsar deportistas competitivos a nivel mundial. La segunda, Televisa y Televisión Azteca, a pesar de que siguen siendo poderes fácticos, en términos de oferta televisiva son absolutamente prescindibles; su ausencia en Río no nos impidió ver la máxima justa deportiva.