José Woldenberg
Reforma
07/08/2017
Luego de las elecciones federales de 2015 parecía que México se dirigía hacia una mayor fragmentación política. La escisión en el PRD que dio origen a Morena, la caída relativa de las votaciones del PRI y el PAN, el fortalecimiento regional de algunos partidos nacionales (Movimiento Ciudadano en Jalisco o el Partido Verde en Chiapas desde 2012) y la irrupción de candidatos independientes anunciaban un cuadro político más fraccionado que en el pasado inmediato cuando tres partidos (PRI, PAN y PRD) procesaban lo fundamental de la política en nuestro país.
No es solamente que hoy existan nueve partidos políticos nacionales con registro (hubo un momento en que fueron once), sino que las fuerzas se han equilibrado de manera inédita y que los formatos de la competencia varían de un estado a otro.
Dada esa fragmentación no es novedad que los partidos busquen forjar coaliciones para competir en las próximas elecciones federales y locales. No hay un solo partido que en el pasado no haya concurrido a por lo menos una coalición sea federal o estatal. Es ya una fórmula explotada con logros y posibilidades de mantenerse unidos después de los comicios diferentes.
Pues bien, hay indicios que apuntan a que la probable fragmentación electoral para el año entrante se verá delimitada por tres eventuales coaliciones: Morena-PT; PAN-PRD-MC y PRI-PVEM-PANAL-PES. Subrayo probable, porque falta mucho para que las coaliciones enunciadas se hagan realidad. La primera parece la más sólida; la segunda tiene que superar dos obstáculos nada despreciables: la forja de una plataforma conjunta y sobre todo la elección de sus candidatos (destacadamente el de la Presidencia); y la tercera, los «coqueteos» de los partidos más pequeños con la posibilidad de realinearse o incluso ir solos a la justa electoral.
Por supuesto, aparecerán un buen número de candidatos independientes a diferentes cargos, incluyendo el de la Presidencia. Son incógnitas que se despejarán en los próximos meses. Pero de cristalizar las coaliciones enunciadas o algunas similares, es posible que volvamos a tener un formato de la competencia básicamente tripartito como en las elecciones inmediatamente anteriores. Y de ser así es también probable que contemplemos una mecánica similar a las de los años 2000, 2006 y 2012.
En esas tres justas electorales aparecieron, en principio, tres candidatos principales, pero cuando las encuestas empezaron a informar que alguno de ellos se rezagaba en las preferencias de los ciudadanos y que la contienda sería entre dos, muchos de los eventuales votantes por la tercera opción acabaron sufragando por la que les pareció la menos mala de las dos ofertas principales. ¿Cómo se puede afirmar lo anterior? ¿Se trata solo de una especulación? En el año 2000 el rezagado fue el candidato de la izquierda, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, y él obtuvo menos votos que sus compañeros candidatos a diputados y senadores. Algo similar sucedió con la candidatura de Roberto Madrazo del PRI, en 2006 que, comparada con los candidatos a diputados y senadores de su mismo partido, obtuvo muchos menos votos. Y lo mismo puede observarse en relación a Josefina Vázquez Mota del PAN en 2012. Es decir, si la mecánica electoral perfila que la lucha será entre dos (no tiene siempre por qué ser así), no será extraño ver migraciones de la tercera fuerza hacia alguna de las dos primeras. A ese fenómeno se le ha llamado de voto útil y en efecto, consiste en la toma de conciencia por parte de franjas significativas de votantes de que el candidato de sus preferencias no tiene posibilidades reales de ganar y entonces prefieren incidir en la disputa entre quienes sí tienen probabilidades de triunfo.
De todas formas, muy poco habrá de vivir el que no vea el desenlace de la próxima contienda. Como suele decirse, más vale no adelantar vísperas ni comer ansias, porque las campañas son eso: momentos de duras confrontaciones en las que los aciertos y errores de los contrincantes acaban por modular la voluntad de millones de votantes. Se trata de un espacio incierto porque habrá auténtica competencia ya que nadie tiene en la bolsa a las legiones de sufragantes y porque el camino está sembrado de no pocos obstáculos y curvas peligrosas. Recuerden: siempre es más prudente ser historiador que pitonisa.