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El debate público

En el crucero…y bajo la niebla

Rolando Cordera Campos

El Financiero

02/07/2020

En el nuevo cruce de caminos: la tozudez de la pandemia y el arraigo de la recesión mandan. Así traduzco una jugosa nota sobre la coyuntura realizada por Enrique Provencio y presentada en un seminario del Instituto de Estudios para la Transición Democrática hace unos días. No hay manera ni voluntad capaces de minimizar la abrumadora realidad que los números nos transmiten.

No es, el de Provencio, un ejercicio en la documentación del pesimismo, tampoco destinado a nutrir el pensamiento conservador que, según el gobierno, inunda medios informativos y centros de pensamiento. Es, simplemente, un recuento sensato e informado de la realidad socio-económica mundial y mexicana, articulado por un conocimiento ilustrado al que no debemos renunciar, menos en aras de hacer la realidad habitable por la vía de su simplificación más burda.

La encrucijada actual es eso, un cruce de caminos dominado por la niebla y la flaca memoria de lo accidentado que pueden ser las travesías económicas cuando se parte de una penuria desparramada en comunidades y territorios y se carece de la mínima deliberación, siempre necesaria cuando se tiene que actuar contra la adversidad evidente y el peligro inminente de nuevas e inéditas calamidades. Tal como ahora nos ocurre, y acosa a quienes osan presentarse como los dirigentes que la ominosa ocasión demanda.

Todo se pone a prueba. Desde luego nuestras capacidades de cooperar y asumir unas disciplinas desacostumbradas, hasta llegar a la obediencia a quienes hemos otorgado nuestra confianza, como debe pasar con los encargados de la salud pública en sus diferentes categorías. Nada de esto se riñe con los derechos y las libertades que hemos empezado a gozar y a hacer nuestros gracias al cambio político a la democracia. Más bien, podríamos proponer que esas disciplinas y esa cooperación son insoslayables para la salvaguarda perenne de esos derechos y libertades.PUBLICIDAD

También están a prueba la fortaleza y ductilidad de nuestras capacidades productivas, como fuerzas de producción y como destrezas para acometer tareas, empresas y empeños de defensa y renovación del hábitat que empieza por su componente crucial, existencial, que es la especie, el ser humano y su entorno. Sin esto, que nos refiere a números y cálculos sin fin, el ejercicio de la razón como razón política no tendrá sustento material ni institucional y más pronto que tarde caerá en el desencanto, la resignación y el encono para, sin remedio, volver al fatídico estado de naturaleza señalado por Hobbes.

Entre estas coordenadas se ha instalado nuestra encrucijada y no se va a mover a menos que nosotros hagamos algo. Por eso urge dilucidar el desafío del liderazgo que tiene que ser democrático y dar visos de estar dispuesto a promover la fraternidad que quiere decir cooperación y solidaridad, así como disposición al acuerdo y al reconocimiento del adversario como un posible aliado y un portador de verdades y convicciones que podemos hacer nuestras.

Todo esto y más podemos soñarlo, diseñarlo, fraguarlo. A condición de que nos atrevamos ya, sin dilación, a asumir unos compromisos y objetivos primordiales que conciten el entendimiento e induzcan al acuerdo.

Como escribiera hace poco la connotada historiadora Margaret MacMillan: “La crisis actual podría ser la oportunidad para estrategias que produzcan bienes públicos esenciales y aseguren que los ciudadanos llevan vidas decentes y satisfactorias.

“Futuros historiadores, si queda alguno que pueda investigar y hablar con libertad, analizarán las elecciones que los países y el mundo hicieron. Esperemos que la historia muestre los mejores ángeles de nuestra naturaleza. En palabras de Abraham Lincoln: líderes ilustrados y ciudadanos creando juntos políticas sanas e incluyentes y fortaleciendo nuestras instituciones vitales en casa y el resto del mundo. La historia alternativa no tendrá un final feliz” (The Economist, May 9th, 2020. P.71)

No es mucho, después de todo lo que nos hemos jugado.