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El debate público

En el país de los salarios mínimos

Ricardo Becerra

La Crónica

05/07/2022

La semana pasada, en un seminario escuché a dos economistas competentes, muy vocales y cercanos a los círculos empresariales más influyentes (todavía). Su preocupación quería hacerse patente y muy sonora ante quienes estábamos allí: los salarios deben volver a dormir, el clima inflacionario y la inestabilidad recesiva que se palpa en el ambiente, cancelan toda oportunidad para continuar con una política de ascenso salarial. Estamos -según ellos- al borde de una espiral que se auto-reforzará, en el que el alza de salarios, provocará la inevitable alza en los precios.

Y aunque el objeto de aquella discusión no eran los salarios mínimos, en el fondo, de eso estaban hablando, pues fue a partir del aumento decretado a partir de enero de 2019 (14.5 pesos) que el resto de los salarios comenzaron a cosechar mejorías durante los siguientes años.

Creo que el tema importa muchísimo por todas las razones imaginables, desde el hecho duro de que el 61 por ciento de los mexicanos se sostiene y mantiene a sus familias gracias a su trabajo diario, hasta el reconocimiento de que la fuente principal del descontento y el mal humor social -después de la violencia- se halla en la angustia provocada por la falta de empleo y los bajos ingresos.

En una coincidencia cruel que durante décadas, tanto derechas como izquierdas, populistas y neoliberales, hayan puesto toda su atención en los programas sociales y que no hayamos tenido una elaboración equiparable dirigida hacia la política salarial, pero resulta que es allí que dos terceras partes de los mexicanos obtienen el sustento

Ahora bien ¿porqué la institución salario mínimo resulta tan importante si en mayo solamente 53 mil personas estaban registradas con ese sueldo en el IMSS? Porque el mínimo sigue actuando hacia arriba en las siguientes escalas salariales, precisamente en las que emplean a la mayor cantidad de compatriotas: en el IMSS, 11 millones 911 mil están inscritos en la categoría de dos salarios mínimos y en el conjunto de la economía (incluyendo la informalidad) hablamos de 37.5 millones percibiendo en abril, esos mismos niveles de ingreso. En verdad, el mercado laboral real no salta de un mínimo a dos, sino que se recorre en un continuo, por lo que el incremento en la unidad básica va alcanzando a las siguientes escalas: mientras más sean los aumentos más “niveles” alcanza. Por ejemplo: los restaurantes suelen pagar 20 por ciento más que el mínimo, si el incremento es mayor a ese porcentaje, el efecto final es empujar los pagos hacia arriba.

Si esto nos queda claro y su asumimos la incertidumbre macroeconómica muy real, ¿México debería renunciar a una política de recuperación? ¿Y si no, cuál?

Me parece que la realidad se está imponiendo al voluntarismo y está exhibiendo sus límites: si nos fijamos bien, en conjunto han aumentado 53.1 pesos reales (a precios de 2022), un 44.28 por ciento real, lo que significa que el salario mínimo alcanza para que dos personas no pasen hambre y les sobren 41 pesos… para todo lo demás. Aún y con esas, unos cantan aleluyas por el incremento tan insuficiente y otros, ya apachurran el botón de pánico para volver al congelamiento salarial.

Me parece que ha llegado la hora de que la izquierda económica -allí y donde exista- haga pública una política explícita de recuperación salarial que a mi modo de ver tendría que estar fundada en cuatro elementos: 1) no permitir, por ninguna razón “macroeconómica”, retrocesos en lo que se ha ganado luego de 35 años de contención; 2) ubicar el objetivo del salario mínimo mexicano, por lo menos, en el precio de las tres canastas alimentarias para diciembre de 2023, esto es en 5 mil 923 a precios de hoy, 737 pesos de aumento mensual de aquí para esa fecha; 3) propiciar cambios institucionales en la CONASAMI para elevar sus capacidades técnicas, de monitoreo, seguimiento y de diálogo social, y 4) desarrollar una agresiva política de inclusión obligatoria al salario mínimo a los nuevos trabajos precarios (repartidores de plataformas, por ejemplo), de modo que más y más trabajadores sean amparados por la institución salario mínimo ahora en ascenso y acordado.

Es un debate que está en la puerta y que deberíamos encarar sin espantapájaros, complejos ni delirios de grandeza.