José Woldenberg
Reforma
07/06/2018
Empecemos con una obviedad del tamaño del Océano Pacífico. Después del primero de julio (elecciones), del 1 de septiembre (instalación del Congreso) y del 1 de diciembre (toma de posesión del nuevo Presidente), la vida y la vida política continuarán. Existen varios escenarios posibles (así les dicen ahora).
- El Presidente será aquel que obtenga más votos (revelación que merece el Pulitzer). Dado que no existe la exigencia de un mínimo de votos para ganar el cargo, sino que quien obtenga el mayor número de sufragios debe ocupar la Presidencia, tendremos un presidente de mayoría relativa o absoluta legal y legítimo. Y como al que se elige es el titular del Poder Ejecutivo, y como uno (hablando de personas) es indivisible (salvo humor negro), entonces quien triunfe lo ganará todo.
- Tendrá que convivir con un Congreso en el que pueden existir diferentes relaciones de fuerza. A) Dos Cámaras en las cuales ningún partido y ninguna coalición electoral tengan la mayoría absoluta de los asientos. Eso viene sucediendo desde 1997 en la de Diputados y desde el 2000 en la de Senadores. Si es así, el nuevo Presidente tiene, a grandes trazos, dos opciones: encabezar un gobierno de minoría y negociar con el Congreso cada una de sus iniciativas o un paquete legislativo (lo que fue el Pacto por México) o intentar forjar un gobierno de coalición, tal y como lo diseña la Constitución: pactando un programa de gobierno, una plataforma legislativa y un gabinete bi o multi color.
- B) Dos Cámaras en las cuales una coalición logra la mayoría absoluta de los escaños. Dado que le legislación y nuestra escasa experiencia señalan que las coaliciones electorales desaparecen con las elecciones, el titular del Ejecutivo tendría como primer reto intentar convertir la coalición que lo llevó a la Presidencia en por lo menos una coalición legislativa y por lo más en una de gobierno. Y si no, estar dispuesto a construir mayorías con otros partidos distintos a los de la coalición original.
- C) Dos Cámaras en las cuales un solo partido logra la mayoría absoluta de los asientos. En ese caso –y por supuesto, si es el partido del Presidente, lo cual es lo más lógico- el Presidente puede gobernar y hacer prosperar sus iniciativas con el concurso de una sola formación política. Salvo para eventuales reformas constitucionales, la capacidad de contrapeso del Congreso se vería disminuida.
- Cabe la posibilidad que los tres escenarios dibujados se den combinados (una Cámara sin mayoría absoluta y otra con mayoría de coalición o de partido; una Cámara con mayoría absoluta de coalición electoral y sin mayoría o mayoría de un partido la otra; o una Cámara con mayoría absoluta de partido y sin mayoría o mayoría de coalición la otra).
- Se eligen nueve gobernadores, lo que quiere decir que 23 seguirán en funciones. Hoy, el PRI tiene 14, el PAN 11 y medio (al de Quintana Roo lo divido entre el PAN y el PRD), el PRD 4 y medio, el PVEM 1 y un independiente. Al final de la contienda el mínimo de gobernadores con los que contará el PRI será de 12 (porque de los que él encabeza solo Jalisco y Yucatán están en juego), el PAN 8 y medio, el PRD uno y medio (tomando en cuenta que ese uno –el de Michoacán- ya buscó una nueva alineación) y PVEM 0. Morena, al parecer puede ganar varios estados y Movimiento Ciudadano uno. Como se ve, el tablero se encontrará repartido.
- Se eligen 27 Congresos locales. Habrá que ver en cuántos de ellos el gobernador y su partido tienen mayoría absoluta de arranque y en cuántos y cuáles tendrá forzosamente que negociar con alguna o algunas de sus oposiciones.
- Se eligen 2031 presidencias municipales (sumando las 16 alcaldías de la ciudad de México y los ayuntamientos de usos y costumbres) en 25 entidades. Tendremos un mapa multicolor, con fenómenos de alternancia, continuidad y expresivas novedades.
- Son apenas los contornos del nuevo mapa de la política. Después habrá que observar los alineamientos post electorales en un escenario en el que las identidades están más que reblandecidas y el pragmatismo se encuentra al alza. Porque una cosa pueden ser las formaciones de partida y otras las de llegada, y ello dependerá de la cohesión (o no) que logren los partidos y coaliciones derrotados. Porque en principio, a los ganadores los unirá el triunfo.