Leonardo Valdés Zurita
El Universal
20/03/2015
La democracia puede ser entendida de muchas maneras. Por ese motivo, diagnosticar su estado no es fácil. Lo que se complica, pues a la democracia se le puede abordar desde una perspectiva normativa (lo que debe ser), o bien empírica (lo que es en la realidad).
Existe una visión de la democracia como un sistema que se fundamenta en la existencia de derechos que permiten la convivencia pacífica. Se le conoce como democracia liberal y orientó el pensamiento político dominante en el siglo XIX. La libertad de reunión, de asociación política, de manifestación y de expresión fueron los pilares fundamentales de ese tipo de democracia. Hoy el conjunto de los derechos humanos, que van más allá de los derechos políticos, son la aspiración a tutelar en este tipo de democracia.
Si se analiza, con objetividad, la existencia y el ejercicio de esos derechos en este país y en este tiempo, se puede llegar a la conclusión de que para la mayoría de la población son derechos vigentes y se pueden ejercer sin dificultades. Por supuesto que deberían ser todos los mexicanos titulares de esos derechos y que tenemos cierto déficit en materia de derechos humanos. Pero tampoco se puede sostener que exista una violación general y sistemática de nuestros derechos humanos. Al contrario, se debe tener en cuenta que en 2011 se realizó una reforma constitucional a favor de los derechos humanos que está impulsando la transformación radical de nuestro sistema judicial.
La democracia también es vista como un régimen político que debe impulsar el desarrollo y la distribución del bienestar. Esta visión, más sociológica que jurídica, también viene del siglo XIX y se puede identificar con el pensamiento de la socialdemocracia. Desde esta perspectiva la misión del gobierno democrático se concentra en la obtención de altas tasas de desarrollo y en la aplicación de políticas que favorecen a los más necesitados. En nuestro país este fue un discurso dominante del régimen de la revolución.
Nuestro desarrollo se encuentra estancado. Las principales fuerzas políticas acordaron una serie de reformas que si se logran aplicar adecuadamente, impulsarán una nueva etapa de desarrollo y, quizá, cierto impulso a la mejora en la distribución del bienestar.
Finalmente, a la democracia se le puede considerar como una forma de gobierno en la cual la mayoría elige, en procesos libres, a sus representantes. Esa democracia procedimental, que surge desde la perspectiva de la Ciencia Política, nunca ha sido demasiado atractiva por su énfasis empírico y lo poco atractiva de su perspectiva del deber ser. Al final del día, lograr elecciones libres y equitativas es una tarea que puede ser alcanzada por una generación. En este país, eso ya se logró.
Por supuesto que depende de la perspectiva, pero todo indica que, a pesar de los retos que enfrenta, nuestra democracia goza de cabal salud.