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Ganado es paradójicos e hiperbólicos

Fuente: La Crónica

Ricardo Becerra

Con un abrazo a Ciro Murayama, Premio Jóvenes Universidad Nacional. El viernes pasado desde Londres, el muy conservador The Times, tuvo la puntada de confeccionar una lista de diez ganadores del crack internacional. Dice el diario: “Aunque todo el mundo conoce a las grandes víctimas de la crisis, menos atención se ha prestado a sus ganadores, por lo que hemos decidido cubrir ese vacío con una lista de los diez Houdinis de la contracción crediticia y que se escaparon de la crisis financiera” (7 de noviembre 2008).

Barack Obama es el número uno; el nacionalizador y Primer Ministro británico, Gordon Brown, el ganador número dos; Ronald McDonald, ícono de las tiendas de hamburguesas y una de las pocas multinacionales que reporta ganancias extraordinarias en plena crisis; el banquero español Emilio Botín, dueño de Santander, institución que tuvo el tino de no caer tentado ante la magia de los bonos subprime que se ofrecieron por carretadas durante varios años; y ¡Karl Marx!, el viejo economista que, dice el Times, “ha ganado un nuevo respeto intelectual, ventas de El Capital multiplicadas por 300 en librerías berlinesas y 40 mil visitas a su tumba en lo que va de año”.

También hay ganadores menos hiperbólicos, por ejemplo John Paulson, el gestor mejor remunerado del año pasado (según Trader Monthly) con un embolso de 3 mil millones de dólares ayuntados por prever el hundimiento de los activos financieros relacionados con los subprime. Desde 2006, Paulson apostó con fuerza por la llegada de la crisis hipotecaria, igual que otros tantos consultores que remaron a contracorriente. De una lista de cien citada por la misma revista, las ganancias que se embolsaron arañan los 30 mil millones de dólares. Otra ganadora es Meredith Whitney, de Oppenheimer & Co., convertida por la crisis en la analista bursátil más influyente de Estados Unidos.

La economista ofreció en octubre del año pasado, una exacta visión de lo que ocurriría con Citigroup. Luego pronosticó más pérdidas y reducciones de valor en el Bank of America, Lehman Brothers y UBS, y realizó brutales pero reales intuiciones sobre “la implosión de las aseguradoras que ya no podrán garantizar los fondos de los bancos”. Fue ella la primera analista en alertar sobre la toxicidad de las hipotecas subprime (octubre del 2005), pronosticando las “pérdidas crediticias sin precedentes” de hoy. Esta Casandra financiera se distingue por no dar, necesariamente, las noticias que las agencias inversoras quieren oír; por eso recibió reprimendas severas de Wachovia (otra agencia, ahora en graves problemas) cuando calificó como de “bajo desempeño” sus emisiones de bonos.

Whitney advirtió tempranamente que “la relación incestuosa entre los bancos y las agencias calificadoras de crédito tendrá un impacto de larga duración” en el sistema, y hace unas semanas recibió una oferta por casi 500 millones de dólares para realizar un diagnóstico de “toxicidad” en la red interbancaria de EU. Un caso todavía más raro es el de James Simons, matemático que trabajó descifrando códigos secretos durante la Guerra de Vietnam. El señor Simons creó su gestora de fondos de alto riesgo (Renaissance Technologies) con la cuál cobró el año pasado, 2 mil 800 millones de dólares.

Lo curioso es que Simons no sabe nada de finanzas ni de empresas; sus colosales ganancias provienen de la matemática pura y dura. Lo suyo son programas informáticos, enredadas fórmulas algorítmicas que saben hallar ineficiencias en la formación de los precios de los bonos: los subprimes fueron su blanco desde hace 15 meses. Los viejos valores y hábitos salen ganando y quienes los predican, también. Según la consultora McKinsey & Company varios de los bancos en crisis pueden ahorrar ahora mismo, hasta dos mil millones de dólares sin despedir a un solo trabajador: basta desinflar la extravagante burbuja en la que han vivido por casi una década (sobresueldos masivos, alquiler de inmuebles elegantísimos, viajes en primera clase para todos, estratosféricas cuentas de gastos para clientes, etcétera) recurriendo al antiguo arte que se impone en cualquier otro sector: bajar los costos de operación.

Cuenta el economista Matthew Lynn, que Credit Suisse Group, mediante circular pidió a sus empleados en el año 2001 limitar las cuentas de cenas a solo 10 mil dólares para celebrar contratos, o sea, cuatro veces el sueldo que gana un estadunidense promedio ¡al mes! Todo lo cuál sugiere que los operadores financieros no sentían a la racionalidad presupuestal como una de sus motivaciones. McKinsey, ahora, gana contratos para que esas firmas aprendan el elemental valor de la austeridad y la prudencia. Finalmente, George Soros y su Fondo Quantum. Cuenta que cuando comenzó el 2008, tomó nota y calculó “el tamaño y el área de la crisis, pues el colapso era francamente inevitable”.

Se había retirado ya, pero su apetito especulante lo impulsó de nuevo al trabajo y se puso al frente de su empresa de inversiones. Las ganancias obtenidas en siete meses fueron espectaculares, sólo comparables a las del propio Paulson. Los testimonios y análisis acerca del crash muestran que los ganadores fueron aquellos particularmente lúcidos en la descripción de los síntomas de un desastre que se veía venir. O sea: a pesar de su complejidad era un asunto cognoscible y por tanto, un asunto que se podía anticipar. Pero los propios intereses que se beneficiaron de la burbuja hipotecaria y de la concomitante, libérrima burbuja ideológica, impidieron que los demás lo tuviéramos tan claro. Con un abrazo a Ciro Murayama, Premio Jóvenes Universidad Nacional

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