Rolando Cordera Campos
La Jornada
01/07/2018
El centro dejó de sostener desde hace tiempo y lo que hoy tenemos como panorama republicano es la disgregación de los poderes y la esperanza en que mediante las elecciones podamos acometer la dura y larga tarea de la reconstrucción del Estado y el sistema político que le dé legitimidad y duración.
Estas esperanzas se ven acompañadas de muchas ilusiones y expectativas sin itinerario y por ello evanescentes, pero es indudable que la prolongada campaña de Andrés Manuel López Obrador y su movimiento despierta en muchos la convicción de que ese centro perdido puede recuperarse aún con la política democrática.
Nadie puede asegurar hoy que tal ruta va hacerse camino al andar
, pero al mismo tiempo pocos pueden hoy sostener que la mejor ruta es la de ellos y que la continuidad es la única receta frente a un cambio turbulento y azaroso como es el que vivimos. Las propuestas y diagnósticos sobre la economía o la seguridad dejaron mucho que desear, aunque al revisar las respuestas que los tres candidatos y sus equipos dieron a quienes les preguntamos formalmente debe admitirse que en mucho se esmeraron y que esa colección de señalamientos ofrece una buena ayuda de memoria para convertir las preguntas y las dudas en crítica consistente y nuevas rondas de proyectos para darle al nuevo gobierno un ritmo y un rumbo de gobernabilidad indispensable. Eso, por cierto, también se le perdió al gobierno actual en el último tramo de su gestión, plagado de errores y omisiones y acosado por los excesos de una oligarquía sorda que se tornó ciega este año de elección y decisión.
La futilidad de las conspiraciones cupulares, cuyos odios se volvieron contra ellos como certero y justiciero boomerang, tendrá que ser sucedida y pronto por operaciones restauradoras de la representación y la representatividad empresarial, erosionada por años de autocomplacencia que derivaron en perniciosos cuanto inútiles cacicazgos que le han restado legitimidad a la organización patronal en casi todos sus niveles.
Sin tal restauración, que debería ser más bien una recomposición orgánica, no podrá haber la economía mixta que le urge a México y que, como debía ser obvio, no puede ser la mera réplica de aquel famoso modelo
del desarrollo estabilizador que al final de sus días, como postulara el buen amigo y respetado colega Clark Reynolds, se volvió desestabilizador.
El contexto social y político, del que se olvidaron estas nano élites del dinero y el poder, no va a dar descanso ni tregua al nuevo gobierno, como tampoco tendremos días de gracia por parte del Estado vecino que vive hoy horas de angustia con su célebre democracia al borde del abismo.
Así la ve el gran economista Joseph Stiglitz, al repasar las decisiones de la Suprema Corte estadunidense en los años recientes. Al borde o no de un gran descalabro, Trump y su banda nos dicen y redicen que están dispuestos a todo para imponer al mundo su propia y autoritaria manera de concebir un orden alternativo que los propios Estados Unidos concibieron al final de la Segunda Guerra.
Junto a esto, el mal crecimiento económico y sus derivadas segunda y tercera en desigualdad y pobreza masiva, aunados al disgusto ciudadano con el Estado y los partidos, nos advierten de lo picoso y espinudo
, que diría Neruda, se ha vuelto México, sediento de justicia y atención por parte de los poderosos y todavía consciente de que, como dijera Carlos Fuentes, “Hay una constante angustia en nuestra historia. La mitad de nuestra población vive en diversos estados de pobreza… Por más que algunos asciendan, otros permanecen abajo y otros, inclusive, descienden
“El gran desafío… es el de proponerse un desarrollo que no dañe a nadie, pero que mejore a todos… Que extienda el concepto de ciudadanía de la política a la economía, la educación, la salud, al trabajo.
Hablo, concluyó nuestro gran polígrafo, de un nuevo contrato social mexicano que desarrolle el inmenso potencial de México para ser, a partir de lo que ha sido y de lo que es, lo que México puede ser.
(Tomado de la espléndida colección Conferencias Políticas, Educación, sociedad y democracia. Editada este año por el FCE.)