El Gran desginio
Jorge Wagensberg
El País, 05/09/2010
Pocos autores como Stephen Hawking consiguen crear una polémica masiva antes de que casi nadie haya leído aún su libro. Es The Grand Design, escrito al alimón con Leonard Mlodinow.
El título significa el Gran Designio (y no el Gran Diseño como ya se está empezando a decir). Es la promoción perfecta: conseguir que todo el mundo tenga hambre de un libro antes de que este se asome a las librerías. Así que no queda más remedio que comentarlo de oído, por los fragmentos que ha adelantado la prensa, por las encendidas reacciones a favor y en contra y por las frases que dicen que dice Hawking.
Por ejemplo, el titular más frecuente en la prensa no tiene pérdida «Hawking dice que Dios no creó el universo». ¡Cielos! ¿Qué significa aquí la palabra «dice»? ¿Hay algún descubrimiento reciente de la física teórica que culmine en semejante notición? ¿Es solo un cambio de opinión de un físico famoso? Apuesto a que lo que dice Hawking es que la idea de Dios no es necesaria (o que lo es cada vez menos) para comprender la realidad de este mundo.
Hawking sugiere que el avance de la cosmología arrincona cada vez más la necesidad de Dios como el autor del Gran Designio y que la tan cacareada compatibilidad entre fe y ciencia se acerca a su límite. Pero me temo que no hay nada de nuevo en eso porque ese límite se encuentra en el infinito, es decir, es lógica e irremediablemente inalcanzable. En efecto, el objetivo de la ciencia es comprender la realidad a ser posible sin la ayuda de Dios. Descartes o Newton eran enormes científicos y creyentes fervientes, pero ya aplicaban esta máxima hace más de tres siglos. La no necesidad de Dios en ciencia es una hipótesis ¡no una tesis!
La física es la disciplina científica más monoteísta, Maxwell unificó la electricidad, el magnetismo y la óptica en una sola teoría, Einstein hizo lo propio con la mecánica, el electromagnetismo y la termodinámica y hoy los físicos persiguen la llamada Teoría del Todo. ¿Y? El creyente siempre puede creer que Dios creó las leyes de la naturaleza para que el Gran Designio se desenroscara por sí solo, que Dios es él mismo el conjunto de las leyes fundamentales o que Dios es, directamente, la mismísima Teoría del Todo.
La ciencia nunca aportará pruebas sobre la existencia o sobre la no existencia de Dios. Mientras tanto, lo que parece bien encaminado es el designio de Hawking: vender muchos libros.
La vacante de Dios
Fernando Savater
El País, 10/09/2010
Supongo que la resonancia que suele darse a las opiniones del sabio Stephen Hawking se debe en parte a la espectacularidad tecnológica con que lucha, tan animosa como eficazmente, contra su terrible minusvalía física. Se ha convertido en una especie de Doctor Strangelove de la física y la cosmología, lo cual fascina a los medios de comunicación hasta el punto de obstaculizarles a veces comprender exactamente el alcance de sus comentarios más populares. Así ha ocurrido ahora, cuando en un avance de su último libro El gran designio advirtió que no hace falta la hipótesis de un Dios creador para explicar el origen del universo
Tal advertencia es, claro, una obviedad. La ciencia, que trata de explicar el funcionamiento de los seres naturales, no necesita ni puede recurrir en ningún caso a un ser sobrenatural para dar cuenta de la realidad. Ni cuando se trata del origen del universo ni cuando habla de la función fanerógama de las plantas. Si hiciera tal apelación dejaría de ser ciencia y se convertiría en teología o nigromancia. Los científicos procuran comprender lo que ocurre en la naturaleza hasta donde pueden y a veces incluso un poco más allá, pero siempre aplicando criterios ligados a la experiencia y la deducción racional. Si de pronto invocasen a Dios no aclararían nada sino que confesarían paladinamente que ya no saben más, porque como bien dijo Spinoza, la voluntad de Dios no es sino el asilo de la ignorancia. En este punto, por cierto, también la gente sencilla que no somos sabios (incluidos los creyentes más fervorosos), compartimos su criterio: prueben a decir a los pasajeros de un avión a punto de despegar que se han sustituido las revisiones técnicas de rigor por rociar los motores con agua bendita y ya verán la que se organiza en las salidas de emergencia
Dios no «explica» nada en el orden de lo material, ni la evolución de los seres vivos, ni el origen del universo, ni la polución de los océanos o el calentamiento global. Por supuesto, tampoco la ciencia puede «explicar» por qué lo que hay existe y si tiene algún «sentido» comprensible para nosotros. Los científicos metidos a teólogos -aunque sean negativos- son tan risibles como los teólogos que intentan hacer ciencia… ficción. Entonces, ¿qué pensar de la polvareda levantada por las afirmaciones de Hawking, magnificadas y distorsionadas por el sensacionalismo? Pues que su libro, de pronta aparición, va a venderse… divinamente.