Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
30/03/2020
El que estamos por comenzar será, ni duda cabe, el mes más cruel. Ante la tragedia epidemiológica que se avecina, y cuya capacidad de devastación vemos ya en otras regiones del mundo, tendríamos que hacer un inusitado esfuerzo colectivo, realista, urgente, nacional. Algunos segmentos de la sociedad mexicana reaccionan apenas a tiempo y dejan de salir a la calle, mantienen la distancia física, entienden que estamos en momentos de extrema dificultad. Otros, en cambio, se rehúsan a comprender que nos acercamos al vórtice de una epidemia de esas que marcan a varias generaciones.
La sociedad activa y enterada rebasa al gobierno. La epidemia está a punto de hacerlo. La enfática desesperación del subsecretario Hugo López-Gatell cuando reconoce que la sana distancia no se ha cumplido “con el rigor necesario”, contrasta con el desparpajo irresponsable del presidente de la República. López Obrador insiste en menospreciar la pandemia; “el coronavirus no es la peste” dice desdeñoso. No lo es, pero tiene una capacidad de contagio que ha desbordado a los sistemas de salud en todo el mundo. Para allá vamos.
Hay que hacer lo posible para aminorar el número de víctimas de la pandemia. Y también, para enfrentar la tragedia económica que ya se generaliza. Desde la sociedad misma surgen contribuciones, que son a su vez exigencias, para que el país tome sin demora las decisiones que permitan contener la caída en la producción y el consumo y, sobre todo, en los ingresos de los mexicanos más expuestos a las consecuencias de esta crisis.
El Grupo Pensando en México presentó una propuesta muy detallada. El autor de ese documento, Jorge Andrés Castañeda Morales, publicó una versión inicial el 23 de marzo en el portal de Nexos. Allí se sostiene que la prioridad debe ser destinar al sector salud todos los recursos que hagan falta para salvar vidas. Pero además hay que evitar despidos masivos en las muchas empresas que ya son y serán afectadas por el desplome de la economía. El gobierno podría posponer al menos hasta junio la presentación de declaraciones de impuestos, se podrían diferir pagos de seguridad social y fondos de vivienda y la banca comercial podría suspender pagos de créditos (lo cual ya comienza a hacerse, durante algunos meses).
Pero falta mucho más. Pensando en México, que es coordinado por Salomón Chertorivski y que funciona como consejo consultivo del partido Movimiento Ciudadano, presentó un ambicioso programa de emergencia. “Para resucitar a la economía, en el corto plazo va a ser fundamental reactivar el consumo. Para esto será primordial que las empresas no quiebren y que no haya despidos masivos”. Allí se propone que el Estado compre los productos y servicios de pequeños establecimientos comerciales, hoteles y restaurantes, o compense las pérdidas que tengan. “Esto se podría hacer a través de la condonación de impuestos, o un impuesto negativo para las empresas que estén en el sector formal. Incluso para hoteles podría ser como una contraprestación por ser centros de aislamiento social para población en trabajos cruciales (por ejemplo, médicos y enfermeros que teman contagiar a sus familias). Esto podría servir al mismo tiempo para regularizar a millones de empresas que no están en el sector formal, el acceso a estos recursos serviría como un incentivo muy poderoso para regularizar su situación fiscal”.
Entre otras medidas Pensando en México plantea incrementar la pensión para adultos mayores, impedir la reducción de salarios de servidores públicos, terminar con los despidos de trabajadores del gobierno y crear un seguro de desempleo. Para el mediano plazo, la inversión pública tendría que ser el eje de la recuperación. El documento esboza un gran proyecto de infraestructura carretera, portuaria, hospitalaria, educativa y urbana. Sería preciso abandonar proyectos inviables como la refinería de Dos Bocas y reanudar las subastas para la generación de electricidad, entre otras medidas.
Para pagar esas erogaciones se sugiere contratar deuda e incrementar el déficit fiscal, dentro de márgenes razonables. Esos instrumentos de política económica están siendo aprovechados por gobiernos que, en todo el mundo, se preparan ante las consecuencias de la gravísima crisis que ya se anticipa. México no puede quedar atrapado en posiciones conservadoras que limitan la capacidad del Estado para defender a quienes resultarán más perjudicados con esta recesión histórica.
En un documento de otro corte, pero que coincide en la necesidad de tomar medidas extraordinarias, los analistas de BBVA Javier Amador, David Cervantes, Arnulfo Rodríguez, Saide Salazar y Carlos Serrano, consideraron el 25 de marzo que el Banco de México “debe proveer la liquidez que el sistema financiero termine requiriendo. Debe flexibilizar mucho más las condiciones… que los bancos puedan realizar préstamos puente a las empresas y que éstas, a su vez, puedan seguir solventando sus gastos de operación, incluyendo sueldos, en un entorno de ventas muy bajas. También se deben de otorgar créditos de reestructura de tal suerte que las empresas y las familias que se vean afectadas no tengan que realizar pagos de capital e intereses en lo que dura la coyuntura. Ninguna empresa que fuese viable y solvente antes del inicio de este episodio debería desaparecer”.
Los economistas de BBVA sostienen: “Los objetivos fiscales deben pasar a segundo plano para apuntalar el sistema de salud y apoyar a los trabajadores. En momentos como el actual, los superávits primarios y la estabilidad de la deuda pública no son lo más importante y deben pasar temporalmente a un segundo plano. Una política fiscal contracíclica será indispensable”.
Sin la barrera del superávit fiscal, con recursos frescos gracias a la deuda pública y con estricta supervisión, el Estado podría hacer “transferencias de efectivo tanto a personas que han perdido su empleo (por el menor consumo derivado de medidas públicas y privadas de distanciamiento social) como a aquellas que dependen de su ingreso diario para vivir”. Los economistas de BBVA sugieren además estímulos fiscales para empresas, “priorizando las pequeñas y medianas y las de los sectores más afectados. A diferencia de las personas, los estímulos debieran ser en la forma de créditos, posposición de pago de algunos impuestos, etc., y no transferencias directas”. Los recursos previstos para proyectos de inversión no rentables como refinería, Tren Maya y aeropuerto de Santa Lucía, deberían destinarse a la atención hospitalaria que requerirán los enfermos de COVID-19 y, luego, a mejorar la infraestructura.
A su vez, el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo de la UNAM difundió el 28 de marzo un documento en el que considera: “Es crucial impedir o mitigar la caída de puestos de trabajo. Se requiere convocar a un pacto formal con el empresariado y las organizaciones de trabajadores para concertar este objetivo de protección del empleo y el ingreso y salvaguardar la planta productiva”.
Encabezado por Rolando Cordera Campos ese grupo, en donde participan, entre otros, Eugenio Anguiano, Julia Carabias, Cuauhtémoc Cárdenas, José Casar, Fernando Cortés, José Andrés de Oteyza, Enrique Provencio, Carlos Tello y Mario Luis Fuentes, hace esta exhortación: “Se imponen cambios a las reglas del presupuesto equilibrado: reconsiderar los límites del endeudamiento público y aumentar el tope de requerimientos financieros del sector público por 2.6% del PIB previsto para 2020, para llevarlo hasta el límite que demanden las necesidades de intervención urgente impuestas por las nuevas circunstancias”.
Nuevo Curso de Desarrollo explica: “Una intervención estatal de gran magnitud para enfrentar la pandemia y mitigar la crisis económica implica abandonar la idea de que el Estado no debe contratar más deuda. Podemos echar mano de este recurso, sobre todo ahora que las tasas de interés en el mundo facilitan y hace más económica la tarea”. Allí se sugiere “emitir Bonos de Emergencia de largo plazo a ser adquiridos inicialmente por el Banco de México. Es momento de que la banca de desarrollo despliegue todo su potencial y adquiera un papel protagónico ante la emergencia”.
Cada uno de los documentos antes mencionados incluye diagnósticos y detalles que no podemos recoger en esta enumeración. En todos, hay un sentido de urgencia que convoca al gobierno, y al resto de las fuerzas del Estado y la sociedad, para tomar decisiones de inmediato y sin convencionalismos económicos ni ideológicos.
La abulia y el pasmo del presidente López Obrador ante la epidemia resultan insostenibles. De lo que se haga en los siguientes días depende la capacidad de resistencia que el país tenga frente a la catástrofe sanitaria y económica.
El mes más cruel, como en la Tierra baldía de Eliot, nos pone frente a nosotros mismos. “Estos fragmentos han sostenido mis ruinas”, escribió el poeta después de su recorrido trágico. Este abril será recordado como el mes en que Estado y sociedad en México supieron ser nación para tomar decisiones audaces y atajar una crisis de dimensiones enormes… o como el mes cuando nos dejamos arrasar por la incuria, la soberbia, la ignorancia y el aturdimiento.