Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
22/08/2016
Agobiada por una diversificación mediática que le ha restado poder y audiencias, pero además afectada por la ausencia de credibilidad que construyó palmo a palmo durante décadas, Televisa emprende el cambio político e informativo más audaz en toda su historia. El desplazamiento de Joaquín López-Dóriga y la designación de Denise Maerker para conducir el nuevo noticiero de la noche pueden significar un viraje radical respecto del periodismo anodino, declarativo, oficialista y tedioso que ha prevalecido en esa empresa.
En contraste con la aglomeración de noticias e imágenes que desde los años setenta definió a los noticieros de esa empresa (en un estilo que dio la pauta para el resto de la televisión mexicana) ahora el programa informativo más relevante en la cadena del Canal 2 ofrecerá pocas notas pero, se espera, relevantes.
En vez de la superficialidad a la que condujo ese estilo, expresada por lo general en la preponderancia de dichos por encima del relato de hechos, ahora la apuesta parece ser por notas más extensas y documentadas.
El principal factor que ha mantenido estancados a noticieros y periodistas de esa empresa ha sido su expresa supeditación a los intereses del poder político. Durante medio siglo Televisa acaparó la televisión mexicana pero ahora se encuentra en un mercado sustancialmente distinto, con nuevos canales de señal abierta y además las opciones digitales para el consumo de contenidos audiovisuales. Por eso busca nuevas audiencias, aunque ello signifique diferenciarse del gobierno.
El reto de Denise Maerker y su equipo es conjugar información auténtica —en vez de notas oficialistas— con investigación y reflexión. El desafío para Televisa consiste en reconocer y respetar esa fórmula. La trayectoria de esa periodista, apuntalada por muy respetables credenciales profesionales y académicas, indica que tiene toda la aptitud necesaria para llevar adelante ese compromiso. La historia de Televisa, abundante en episodios de subordinación del interés periodístico y el interés público a las exigencias del poder gubernamental o simplemente a sus prioridades de negocios, conduce a suponer que serán abundantes las tensiones entre la independencia y la conveniencia.
Denise Maerker conjuga atributos por desgracia escasos en el periodismo mexicano. Es una mujer inteligente, culta y con sentido común. Además de sus posgrados en Ciencia Política y los idiomas que habla, se interesa en temas tan desdeñados en la agenda de los medios de este país como la ciencia, la literatura y la música. El programa que ha mantenido en Radio Fórmula es un crisol de sus inclinaciones temáticas. Allí se habla sin estridencia de los asuntos nacionales más graves y recientes, acudiendo a las voces de quienes tienen enfoques peculiares o explicaciones sobre cada asunto. Pero además hay espacio para comentar novedades en terrenos como la medicina o el cine. Maerker es lectora constante y además es buena aficionada al futbol. En cualquiera de esos campos es cuidadosa en sus juicios. No se entremete en la vida privada de los personajes públicos, no anticipa acusaciones que no estén demostradas, habitualmente verifica una noticia antes de difundirla. Cuando se equivoca lo reconoce sin rodeos.
Maerker es puntillosamente obsesiva con su trabajo. Ella misma suele supervisar la edición de reportajes como los que presentó durante varios años en Punto de Partida. Allí se ha difundido el mejor (vaya, casi el único) periodismo de investigación digno de ese nombre en la televisión mexicana.
El de Joaquín López-Dóriga es el ejemplo más patente de cómo Televisa ha asfixiado al periodismo. Era buen reportero, de esos que salen a la calle, persiguen la noticia, buscan ángulos novedosos, perseveran. Como comentarista, en su programa de radio y en su columna escrita ha llegado a tener posiciones exigentes hacia algunos funcionarios. Sin embargo como conductor del noticiero nocturno López-Dóriga se redujo al periodismo institucional impuesto por la empresa.
El mérito más importante de López-Dóriga durante más de 16 años ha sido su tenacidad. Noche tras noche, como él mismo ha insistido en subrayar, estuvo presente en la conducción del noticiero. Pero difícilmente puede ufanarse de haber ganado la transmisión de noticias relevantes gracias a su trabajo periodístico. Fueron las decisiones de gobernantes o empresarios las que le permitieron difundir primicias. Tampoco se pueden identificar preguntas realmente originales a sus cuantiosos entrevistados. Mucho menos hizo una tarea informativa capaz de explicar el entorno además del acontecimiento. No era eso lo que buscaba “El Noticiero”. (En contraste, en la misma empresa, Carlos Loret de Mola ha conseguido tener espacio para ejercer su eficaz vocación de reportero y para expresar puntos de vista que no necesariamente son los de Televisa).
López-Dóriga, el reportero, quedó subsumido en la maraña de intereses que cruzan por esa empresa. Luego, adicionalmente, su desempeño profesional quedó acaparado por sus propios intereses de negocios. Cuando él mismo vende o tiene intereses en la venta de espacios de publicidad para su programa de radio, es difícil que quiera ser crítico con los gobernadores o directores de instituciones estatales que pagan esos anuncios. El acartonamiento que resultó de esa indeseable mezcla entre periodismo y negocios, así como más tarde el tráfico de influencias del que fue acusada su esposa, mermaron la credibilidad de López-Dóriga.
La intensa presencia pública que alcanzó gracias al noticiero nocturno hizo de López-Dóriga un personaje influyente, pero también envanecido. Hace algunos años sostuvo que el monitoreo de información sobre campañas electorales en noticieros de radio y televisión era una medida de intimidación en contra suya. Esos monitoreos simplemente miden el tiempo que los noticieros asignan a cada partido. Pero a López-Dóriga le irritaba ese registro. No entendió que el desempeño de los periodistas es público y por lo tanto sujeto al escrutinio de la sociedad.
Los cartabones impuestos por Televisa y los que él mismo se creaba a partir de sus intereses de negocios impidieron que López-Dóriga tuviera libertad, que es la condición más importante para hacer periodismo. Solamente en los meses recientes, cuando ya estaba anunciada su salida del noticiero nocturno, llevó a la televisión algunas de las opiniones críticas que manifestaba en la radio. Durante más de tres lustros, sin embargo, expresó un ligero ánimo de cuestionamiento por las tardes pero, por las noches, era notoriamente complaciente con el poder político.
La estructura jerárquica pero además las consultas dentro y fuera de la empresa a las que tiene que someterse cualquier decisión sobre su cobertura informativa dificultan el trabajo periodístico en Televisa. La intención, cada vez más fallida, para soslayar la realidad cuando no se ajusta a los intereses de esa corporación, menoscaba su dañada imagen pública. Apenas hace un par de semanas, la pataleta de sus directivos porque no tuvieron los derechos para transmitir los Juegos Olímpicos condujo a que, durante los primeros días de las competencias, en los noticieros de Televisa no se mencionara a ese acontecimiento deportivo.
Será muy difícil que, repentinamente, tales costumbres van a cambiar en Televisa. Si a Denise Maerker y su equipo les va bien, será en beneficio de la calidad informativa y de las audiencias en la televisión mexicana.
ALACENA: Éxito de la TV pública
Quizá nunca antes las televisoras públicas han tenido tanta visibilidad y audiencias como durante las transmisiones de los Juegos Olímpicos desde Río de Janeiro. La señal proporcionada por Claro Video, que les ganó los derechos a las televisoras privadas y, en virtud del contrato de transmisión, estaba obligada a que los Juegos se difundieran por televisión abierta, fue complementada con un esmerado trabajo de los canales no comerciales.
Javier Solórzano, ancla de esa programación, transmitió todas las mañanas, como de costumbre, en Canal Once. Al medio día hacía su programa de radio y por la noche condujo el programa de Claro Video que transmitió Canal 22. Los comentarios por lo general estuvieron a cargo de especialistas en cada disciplina deportiva y destacó la erudición de expertos como Alberto Lati.
Tan sólo en la Ciudad de México y su zona metropolitana, de acuerdo con la empresa HR Ratings, la ceremonia inaugural de los JJOO, el 5 de agosto, fue vista en televisión por 2.6 millones de personas. Muy posiblemente esa audiencia aumentó en las siguientes semanas.
El 72% de esos televidentes sintonizaron las señales de Canal Once, Canal 22, TV Mexiquense y Una Voz con Todos. El resto, correspondió a canales de paga (ESPN, Fox y Claro Sports). En comparación, el final de la telenovela “Las Amazonas” en Canal 2, el domingo 7 de agosto, fue visto por 2.3 millones de personas.
Además está la audiencia de las transmisiones olímpicas por Internet. Por primera vez el acceso a un acontecimiento deportivo de esas dimensiones no estuvo sujeto al interés y a las condiciones de Televisa y/o TV Azteca. Por primera vez también, la televisión se combinó eficazmente con plataformas digitales móviles como los celulares y las tabletas. Más opciones, significa más ventajas para los ciudadanos.