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El debate público

Hombre blanco vence al virus chino

Ricardo Becerra

La Crónica

11/10/2020

Todos los recursos venidos de los libretos de Hollywood fueron utilizados para crear la impresión de que el inquilino de la Casa Blanca regresaba airoso de una guerra. Helicóptero especial que despegó del hospital, el servicio secreto y comitiva en formación militar, paso redoblado para dar entrada al Jefe Supremo quien luego subiría las caracoleadas escaleras de la residencia presidencial -agitado pero exultante- para llegar al balcón del primer piso y con un desplante de luchador, quitarse arrebatadamente el cubrebocas y demostrar así, quién manda, por sobre sus treinta doctores, por sobre la ciencia, por sobre precauciones y recomendaciones.

            Acto seguido Trump, declaró: “China pagará un gran precio por lo que ha hecho al mundo y a los Estados Unidos… solo recuerden eso”.

            La enfermedad Covid-19, sufrida en carne propia, es utilizada como propaganda y su supuesta recuperación veloz, se ha vuelto instrumento para lanzar todos los mensajes sociales equivocados, como lo documentó el New York Times, este viernes: 1) el nuevo coronavirus no es tan peligroso; 2) con la enfermedad uno puede sobrellevar una vida prácticamente normal; 3) existen ya los medicamentos y tratamientos para salir adelante; 4) la culpa es de China. O sea: una versión rematadamente equivocada de la realidad. 

            Como siempre, la impresión norteamericana lleva las cosas a extremos, pero es lo que está pasando en muchos otros países del mundo: ni siquiera la experiencia personal de los mandamases provoca un cambio de actitud, de política, de comunicación. Nada de modestia.

            Lo real, los sensatamente obvio, como dice The Economist esta semana, es el mensaje contrario: con todas las protecciones, todos los equipos, toda la infraestructura médica de cuidado a su servicio y toda la información para la protección propia con la que cuentan los presidentes, sin embargo, todo eso no es  suficiente y el virus se ensaña, se inocula y causa la enfermedad. Incluso en ambientes tan controlados -digo- como los de los primeros ministros y mandatarios de primera línea.

¿Qué no puede hacer entonces el nuevo coronavirus con nosotros, el resto de los ciudadanos de a pie?  

            Esta debería ser la conclusión lógica y racional. La de Trump en Estados Unidos, de Bolsonaro en Brasil, la de Boris Johnson en Inglaterra, la de Lukashenko en Bielorrusia: como el bicho es capaz de adherirse incluso en la cima de la política más copetuda, todos nosotros, mucho menos protegidos que los jefes de Estado, debemos redoblar nuestros propios cuidados, seguir más atentos, actualizar nuestra información y ajustar la comunicación a los registros de los descubrimientos científicos mas recientes.

Si el SARS-CoV-2 es capaz de llegar a los presidentes ¿quiénes estamos realmente a salvo?   

Es el mismo error que están cometiendo las autoridades sanitarias en México (como en muchas otras partes del mundo): la falsa idea de que “ya vamos saliendo”. La imagen que representan en unos mapas con criterios inciertos y cuyo objeto es transmitir la sensación de que ya emergimos de la peor crisis sanitaria a la que nos hemos enfrentado en tanto tiempo.

Pero la llegada del otoño y del invierno no pueden sostener esta versión, a menos que los gobiernos federal y/o locales quieran repetir la esperpéntica versión del vaquero de la Casa Blanca, llegando en helicóptero. El virus es debilucho, tenemos como disminuirlo, es chino, lo vencimos.

No podemos volver a un cierre masivo de actividades -esto es cierto- pero al mismo tiempo no podemos transmitir la idea de que la Covid está bajo control. Insisto, el cambio estacional ya llegó… las epidemias se juntarán inexorablemente.  

Frente a la llegada del otoño y del invierno en el Hemisferio Norte, la circunstancia epidémica mundial se ubica como un problema a largo plazo, no de semanas, de meses y quizás de años. Porque la vacuna sigue siendo una hipótesis que requerirá un montón de pruebas al menos durante un semestre más. Por eso, gestionar a la pandemia y lograr que provoque el menor daño humano exige controlarla pero sobre todo preparar a la sociedad para convivir con un mal que seguirá causando mucho daño durante un tiempo prolongado. 

El control de esta situación no se logrará con escenografías de Hollywood ni con desplantes de vaqueros machos, sino con una comunicación adulta, seria, precisa que no proponga falsas esperanzas y que prepare a las comunidades y a las sociedades hacia una disciplina social mucho más estricta.

En lugar de engañar a la gente con los mensajes “Trump venció al virus” lo que es exigible es lo contrario: el virus llegó, incluso a Trump, un señor privilegiado que posee todos los cuidados que se pueden concebir en el planeta tierra.

Mal. Demostrada la alta capacidad contagiosa del bicho mas universal de todos los tiempos, la consecuencia, la lección aprendida es totalmente la contraria a la del hombre blanco que vence al virus chino y reta a esa nación.

La verdadera cuestión es ¿Si contagió a Trump: qué no hará el SARS-CoV-2 con los más desprotegidos, con los pobres, la mayoría del plantea y con todos los demás?