Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
26/10/2020
Gracias a la irritada respuesta del presidente López Obrador, millares de mexicanos supieron que el martes 20 de octubre nació formalmente la coalición Sí por México, que se propone crear un contexto de exigencia a los partidos para que se comprometan con demandas que interesan a la sociedad. Su propaganda no lo dice abiertamente, pero es claro que Sí por México busca favorecer un polo político contrapuesto con Morena y el presidente de la República.
López Obrador ubicó a ese grupo en el muy atiborrado saco en donde coloca a todos los que no están de acuerdo con él. Se trata de “grupos conservadores que han estado apoyando la corrupción”, dijo con esa ligereza con la que prácticamente a diario prodiga acusaciones sin aportar prueba alguna. Además comparó el logotipo de Sí por México con el que empleó en 1988 en Chile la campaña para que el dictador Augusto Pinochet siguiera en el poder. El Presidente no recordó que muchos otros grupos, e inclusive la propaganda a favor suyo, han utilizado emblemas parecidos.
El escarnio de López Obrador contribuyó a que Sí por México fuera conocido por más personas. En un par de días se cuadruplicaron los clicks en el video con el que se presentó esa coalición. Este fin de semana sumaba más de 94 mil vistas en YouTube y Facebook. Es una cantidad modesta para la tarea que ese grupo se ha impuesto pero, hasta ahora, SxM afirma que tiene la adhesión de 419 organizaciones y casi 39 mil ciudadanos.
Las demandas de SxM son muy elementales pero contrastan con políticas y omisiones del gobierno, entre otras: que la composición de la Cámara de Diputados refleje el porcentaje de votos de los electores y que la sobrerrepresentación no exceda del 8%, regreso de las Fuerzas Armadas a sus tareas fundamentales, sistema de seguridad social integrado, ingreso básico alimentario para 30 millones de mexicanos en pobreza extrema, política fiscal progresiva, incremento en un punto del PIB al gasto en salud, restablecer estancias infantiles y casas de resguardo para víctimas de violencia.
En Sí por México hay organizaciones empresariales como la Coparmex y dirigentes de izquierda como los que participan en la organización Futuro 21. No se trata de una reedición del Frente Nacional Anti AMLO, como con mala intención dijo el propio López Obrador. El grupo FRENAAA, a partir de un discurso histérico y maximalista, sostiene que el presidente es abanderado del comunismo y se concentra en exigir su destitución. Sí por México tiene la mira en las elecciones del año próximo y se propone como un puente entre la sociedad y los partidos de oposición.
Esos partidos discuten ahora cómo enfrentarán el proceso electoral de 2021. La renovación de 15 gubernaturas, de los congresos locales y ayuntamientos en 30 estados y de la Cámara de Diputados federal, abre la posibilidad para que los partidos minoritarios construyan una eficaz red política de contrapesos al autoritarismo del presidente López Obrador y Morena.
La cancelación de los fideicomisos que respaldan actividades como la investigación científica ratificó la insensibilidad del presidente y su partido. No son pocos los antiguos simpatizantes suyos que hoy reconocen que López Obrador no es el gobernante por el que creyeron que votaban hace dos años. Ese desencanto se añade a la zozobra que padece el país, acicateada por la pandemia, la crisis económica y la inseguridad. Se trata de tres calamidades que empeoran sin que el gobierno sepa cómo hacerles frente.
Las elecciones en Hidalgo y Coahuila hicieron evidente que Morena no tiene en todo el país la fuerza política que alcanzó López Obrador en 2018. El PRI demostró que conserva al menos parte de su arraigo social en tanto que otros partidos constataron lo difícil que es avanzar, en las circunstancias actuales, cuando compiten separados unos de otros. Si el propósito central para la elección del 6 de junio es crear un bloque capaz de ejercer contrapesos al presidente y Morena, especialmente en la Cámara de Diputados, los partidos en la oposición tendrían que proponerse participar de manera concertada, con acuerdos nacionales y regionales que les permitan sumar sus votos. Si su prioridad es, en cambio, avanzar en su propia consolidación o recuperación, esos partidos marcharán por separado.
En todos los procesos para enfrentar a una fuerza autoritaria en un contexto de diversidad política, los partidos y grupos sociales que quieren construir una nueva hegemonía —o que al menos buscan apuntalar contrapesos ante el grupo dominante— establecen alianzas. Una coalición política en la que se encuentren partidos y grupos de variadas filiaciones y trayectorias, se apoya en la diversidad que hay en la sociedad para establecer un pacto que destaca coincidencias básicas. En un acuerdo de esa índole quedan al margen muchas reivindicaciones específicas y todos sacrifican algo para contribuir a un objetivo político común que consideran indispensable.
Una alianza de partidos de oposición, afianzada en grupos sociales como los que expresan inquietudes acerca de las elecciones próximas, requiere de inteligencia, realismo, habilidad política y, también, de una dosis de generosidad. Los integrantes de un pacto de esa índole tienen que estar de acuerdo en coincidir con partidos que son sus adversarios naturales. Ahora, por ejemplo, hay grupos en las oposiciones que no quieren hacer convenios electorales con el PRI. No les faltan razones en vista del desempeño histórico de ese partido, pero en los grupos que rechazan un compromiso electoral de esa índole hay dirigentes que fueron priistas la mayor parte de su vida. No se puede romper con el pasado sin reconocer las exigencias del presente.
Por otra parte no hay que olvidar que los despropósitos de la llamada 4T son tan mayúsculos que amalgaman al resto de las fuerzas políticas en su contra, incluyendo al PRI. Hace unos días legisladores priistas tuvieron un papel muy destacado, junto con los de otros partidos, en la defensa de los fideicomisos. Ahora antes que nada, por supuesto, los dirigentes del PRI tendrán que decidir si están de acuerdo en alguna forma de alianza para las elecciones del año próximo.
El acuerdo electoral de las oposiciones sólo será posible si sus integrantes están convencidos de que el principal problema del país hoy en día es el gobierno del presidente López Obrador. Dicho de otra manera: este gobierno no ha sido capaz de responder con eficacia a nuestras tres grandes crisis actuales. La política de salud frente a la pandemia sigue a contracorriente de las indicaciones de la ciencia; la desigualdad social que ya teníamos empeora debido a la ausencia de medidas para atajar el desplome de la economía; a la delincuencia organizada se le enfrenta con admoniciones, al mismo tiempo que aumenta un ominoso proceso de militarización en variadas actividades. El presidente ha demostrado que no sabe, no quiere y no puede resolver tales crisis.
Si los partidos reconocen que esa es la dificultad central para superar tales crisis, la consecuencia tendría que ser la decisión para actuar juntos en 2021. No presentarían entonces propuestas de futuro a mediano plazo sino, antes que nada, un programa de emergencia con reivindicaciones en las que puedan coincidir. Un proyecto de esa índole sólo tendría éxito si la mayor parte de los ciudadanos reconoce la inhabilidad del gobierno y la necesidad de atenuar la gran capacidad que tiene para hacer estropicios con un auténtico contrapeso legislativo y con gobiernos locales de signos diversos.
Una alianza nacional de las oposiciones tendría que seleccionar a los mejores candidatos. Las elecciones de 2021 serán locales y en comicios de ese alcance la cercanía de los candidatos con los ciudadanos, su identificación con la circunstancia de cada distrito, municipio y estado, cuentan tanto como el proyecto nacional con el que se identifiquen.
Una alianza de esa magnitud reconocería la polarización que ahora define políticamente al país y podría contribuir a subrayar que, a diferencia de la retórica con la que quiere disimular la desastrada realidad que padecemos, el presidente López Obrador impulsa una política neoliberal y conservadora; no sólo no ha resuelto la pobreza de decenas de millones, además mantiene los privilegios de los más adinerados, se opone a una reforma fiscal, niega derechos de las mujeres, calumnia a científicos y creadores culturales, defiende a delincuentes o se arredra ante ellos, rechaza y persigue la pluralidad y la diversidad. No sería extraño que los muchos afectados e indignados por esas actitudes respaldaran un frente electoral. Ese es el desafío que se les presenta a las oposiciones y al que tienen que responder ya. Las elecciones del 6 de junio serán dentro de 223 días pero los candidatos hacen precampañas y campañas y se registran mucho antes.
ALACENA: Marisela Escobedo
Las tres muertes de Marisela Escobedo es una película desoladora y demoledora. El cineasta Carlos Pérez Osorio y su equipo rescatan la historia, trágica e indignante, de la valiente mujer de Ciudad Juárez que en busca de justicia para su hija asesinada recorrió el país, localizó al criminal y se enfrentó al contubernio de las autoridades. El 16 de diciembre se cumplirán 10 años de su asesinato frente al Palacio de Gobierno en Chihuahua. La película está en Netflix. Hay que verla.