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El debate público

INE: Del amedrentamiento a la amenaza personal

Ricardo Becerra

La Crónica

13/04/2021

La semana pasada habíamos visto la secuencia intimidatoria que han seguido abiertamente y sin pudor, los contingentes de la coalición que nos gobierna en contra de las autoridades electorales: del Presidente de la república, al dirigente de Morena, al empresario televisivo Salinas Pliego, a los tumultuarios ecos que se repiten en las redes hasta al desafío final y zafio de Félix Salgado Macedonio: si no aparece en la boleta, impedirá las elecciones en Guerrero, bravuconea.

Exploramos su libreto y hemos constatado con cierta alucinación, cómo encaja con los de otros experimentos de desmantelamiento populista bien recientes en el mundo, sea en Turquía o en Egipto. Pero la crónica del caso debe anotar al lunes 12 de abril como un escalón que lleva el amedrentamiento a otro nivel, propiamente criminal: al de la amenaza personal. Y hay que decirlo con sus letras.

En un mitin multicitado dijo “Miren, los vamos a hallar a los siete” (a los siete consejeros electorales que votaron en contra de su registro como candidato, porque, recuérdese, Salgado Macedonio no presentó sus informes de ingresos y gastos de precampaña) “…los vamos a buscar, y vamos a ir a ver a Córdova… ¿no le gustaría al pueblo de México saber donde vive Lorenzo Córdova? ¿dónde está su casita de lámina negra?” que cuando llueve moja su cuerpo… cabroncito”.    

 En este nivel se ha colocado el candidato de Morena a gobernar un estado del país y esto es lo que ha sido capaz de hacer hasta hoy: desentenderse de sus obligaciones como precandidato; mentir a la autoridad; amenazar personalmente a las y los consejeros y amagar con cancelar las elecciones de Guerrero en el caso de que no aparezca en la boleta: es decir, conculcar los derechos políticos de millones por su sola torva, voluntad. Y estos dos últimos eslabones de la cadena, que nos colocan más allá del populismo, rumbo a la violencia y el fascismo, ese pasaje en el que ya no hay elecciones libres y reguladas por la constitución y la autoridad independiente.    

Me parece que es preciso repetir e insistir sobre este punto, porque no todos, desde la derechas ni desde las izquierdas, hemos reaccionado con la suficiente fuerza a las señales de alarma que la situación está planteando: especialmente los partidos políticos, gobernadores, legisladores, opinión pública y cierto mundo académico adobado en su tardío descubrimiento del “pueblo”.    

Pero el amedrentamiento se ha convertido ya en amenaza y lo ha hecho muy rápidamente, a la vuelta de solo tres semanas.

De modo que, el día de hoy, el Consejo General del Instituto Nacional Electoral deberá resolver -una vez más- sobre el caso Salgado Macedonio, pero ahora con las novedades enviadas por el Tribunal Electoral: resulta que los argumentos para cancelar el registro del precandidato estaban -y siguen estando- cabalmente fundados.

El gran disgusto de la coalición lumpenizada, gobernante, después de la sesión de hoy, puede seguir vivo, tan vivo como sus amenazas, en unas campañas electorales que apenas comienzan y que, como dictan los manuales, suelen en “los atajos preferidos de los procesos de autocratización” que emergen ante nuestras narices, en el siglo XXI (Urbinati dixit).