Jacqueline Peschard
El Universal
12/10/2015
En México, la satisfacción con la democracia se ha desplomado al nivel más bajo de toda América Latina. Así lo muestra el Informe 2015 de Latinobarómetro (www.latinobarometro.org [1]), que es la asociación civil que durante 20 años le ha tomado el pulso a las percepciones de los latinoamericanos respecto de la democracia y la economía.
Con base en el levantamiento de 20 mil 250 encuestas en 18 países de la región, el estudio muestra una caída regional en la satisfacción con la democracia, pues sólo 37% valora positivamente el desempeño de sus gobiernos y México está en el fondo de la lista, con un 19%. Las grandes expectativas que se depositaron en la llegada de la democracia no se cumplieron y hoy existe una gran decepción frente a la política y desencanto frente a la democracia.
El estudio muestra que se han extendido los derechos políticos y cívicos y que la población reconoce que están garantizadas la libertad de religión (76%), de participación política (69%), libertad de expresión (58%), pero ello mismo ha hecho más contrastantes las enormes desigualdades económicas y sociales que existen.
Las mayores libertades han empoderado a la población que actualmente expresa su inconformidad con más fuerza, a través de todo tipo de protesta social. Pero, no se trata de una protesta orientada a un objetivo construido colectivamente, sino de una desarticulada y fuertemente reactiva.
Latinobarómetro concluye que las sociedades latinoamericanas están hipermovilizadas, pero desideologizadas y proclives a una protesta individualizada, sin afiliación a partidos o movimientos, es decir, sin una coordinación permanente, capaz de articular un proyecto social alternativo.
La propensión a la protesta no debería ser vista como un factor negativo, de hecho la crítica y el disenso son partes sustantivas de la democracia, pero la atomización que padecen las sociedades latinoamericanas por la falta de partidos políticos confiables explica que el ciudadano empoderado esté aislado.
Un primer indicador de la baja en la satisfacción con la democracia es la opinión que existe sobre las elecciones que son el piso básico del edificio democrático. Ahí, México vuelve a colocarse en el último lugar, porque sólo 26% considera que las elecciones son limpias, mientras que el promedio en la región es de 47%. Esta negativa evaluación está asociada al distanciamiento de los ciudadanos respecto de los partidos políticos y a la desaprobación del Congreso que es la institución democrática por excelencia.
El desprestigio de los partidos políticos explica que 40% de la población se sienta alejada de ellos, e incluso que 54% afirme que no votaría por un partido. Esta desafección se extiende al Congreso, ya que 70% de los latinoamericanos no se sienten representados por él (en México, la cifra asciende a 83%). La evaluación de los gobiernos es igualmente negativa porque sólo un 29% considera que sus gobernantes actúan por el bien de todos y no sólo a favor de sus propios intereses (en México, la cifra es de 21%).
Es casi un lugar común afirmar que la economía es una potente fuente de éxito de los gobiernos, de ahí que, el estancamiento económico de la región en los últimos años, que en México ha sido permanente, incidan negativamente en la satisfacción con la democracia. Latinobarómetro considera la evolución del PIB per cápita y encuentra que se relaciona directamente con la satisfacción con la democracia (entre 2012 y 2015 el PIB/cápita bajó de 5.9 a 3, mientras que la satisfacción con la democracia bajó de 44% a 37%).
América Latina ha vivido en democracia en los últimos 20 años, pero nuestros gobiernos democráticos no han sido capaces de atajar la persistente desigualdad social y ello gravita negativamente sobre la subsistencia de nuestras frágiles instituciones.