Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
01/02/2016
El consumo de drogas y alcohol entre los jóvenes constituye uno de los desafíos más urgentes para las políticas de salud pública en México. Es muy importante contar con información completa y actual sobre ese problema. Sin embargo, las autoridades encargadas de enfrentar las adicciones utilizan los datos disponibles de manera artificiosa y exagerada.
El lunes pasado el comisionado nacional contra las adicciones, Manuel Mondragón y Kalb, presentó la “Encuesta nacional de consumo de drogas en estudiantes 2014”. Ese documento estaba impreso desde noviembre, pero fue difundido para que coincidiera con los foros sobre la legalización de la mariguana que han organizado, por una parte, el Congreso y, por otra, el gobierno federal.
Esa información es un insumo relevante para tales deliberaciones. Pero se le presenta de manera intencionalmente escandalosa, para que beneficie la posición del gobierno que es contraria a la legalización de la cannabis.
De acuerdo con las notas de prensa, el titular de la Comisión Nacional contra las Adicciones describió un panorama en donde el Estado ha sido rebasado: “Requieren tratamiento por consumo de drogas en secundaria y bachillerato 713 mil 963 alumnos, y por alcohol, 1 millón 674 mil. La pregunta es: ¿dónde vamos a dar el tratamiento y quién lo va a dar?, ¿con qué capacidad de infraestructura contamos?, señaló Mondragón” (Milenio, 26 de enero).
Hay muchos más datos y elementos para hacer matices que no ofrecen las autoridades en la Encuesta Nacional, que es un formidable trabajo de investigación con 166 mil 500 cuestionarios entre alumnos de 5º y 6º de primaria, así como de secundaria y bachillerato en todo el país. Además, se hicieron muestras específicas en nueve ciudades.
Gracias a ese estudio, sabemos que el 10.1% de los estudiantes de secundaria y el 21.8% de los que se encuentran en bachillerato dicen haber consumido alguna vez una droga ilegal. Ese consumo, en el último año, lo practicó el 7.1% de los jóvenes de secundaria y el 15.1% en bachillerato. Y en el mes anterior a la fecha en que se realizó la encuesta, el consumo de drogas afectó al 4.3% en secundaria y al 7.7% en bachillerato.
En otras palabras, 10 de cada cien jóvenes de secundaria y 22 en bachillerato habían consumido alguna droga en alguna ocasión pero únicamente 4 de ellos en secundaria y menos de 8 en bachillerato lo hicieron en los días anteriores a la encuesta. El hecho de haber practicado ese consumo alguna vez no condujo a todos a repetirlo con frecuencia.
El consumo de drogas es preocupante en cualquier momento, sobre todo cuando se trata de menores de edad. Pero es indispensable que el Estado tenga un diagnóstico que, desde luego, no menosprecie, pero que tampoco magnifique tal situación. Además, no todas las drogas son iguales.
En secundaria, el 2.3% dijo haber consumido cocaína alguna vez, en el último año el 1.2% y en el mes reciente 0.8%. Ese es el panorama nacional. Pero en el último mes el consumo de esa droga entre alumnos de secundaria en Guerrero y el Distrito Federal fue de 1.2%, y en Michoacán y Tabasco 1.1%
En Bachillerato el 4.9% admitió haber ingerido cocaína alguna vez, en el último año fue 2.5% y en el último mes 1.2%. En Tamaulipas los estudiantes de bachillerato duplicaron ese promedio nacional para llegar al 2.4% de consumo reciente de cocaína, en Chihuahua fueron el 2.1%.
De los estudiantes de secundaria que consumieron cocaína en el último mes (y que como anotamos antes son el 0.8%), el 24% lo hizo más de 20 días en ese mes. En bachillerato, entre el señalado 1.2%, el 29% lo hizo durante más de 20 días el mes anterior.
Esos datos permiten identificar frecuencias e intensidades que obligan a diferenciar entre consumidores ocasionales y adictos. Sin embargo, la interpretación del comisionado Mondragón y de quienes junto con él presentaron esos informes (entre otros se encontraba la doctora María Elena Medina Mora, del Instituto Nacional de Psiquiatría) subraya sin matices las cifras más aparatosas y, de paso, altera algunas de ellas.
A partir de las respuestas a la extensa encuesta de adicciones las autoridades de Salud aplicaron una prueba de detección de consumo de alcohol, tabaco y sustancias denominada ASSIST, por sus siglas en inglés, que otorga una puntuación al consumo de una persona. Se clasifica, así, la situación de cada individuo como “sin riesgo o riesgo bajo” que no amerita atención médica alguna, “riesgo moderado” que requeriría “una intervención breve, basada en apoyo o consejería” y “riesgo alto” que amerita “tratamiento especializado”.
Los documentos que han sido publicados no ofrecen detalles sobre los resultados de esas pruebas ni las respuestas específicas de los estudiantes entrevistados. Únicamente se indica que entre los estudiantes de secundaria y bachillerato el 5.5% se ubicó en la situación de “riesgo moderado” y necesitaría “un apoyo (como consejo breve)”, pero el 1.3% sí requiere tratamiento especializado.
El comisionado Mondragón al presentar el documento sumó ambas cifras y dijo que todos esos alumnos necesitan tratamiento médico especializado. Es decir, coloca en la misma situación al 5.5% de alumnos en condición de riesgo moderado y al 1.3% que se encuentra en condiciones más difíciles. Estos últimos no son los casi 718 mil jóvenes que dice el comisionado, sino unos 140 mil.
Algo similar ocurrió con la información sobre el consumo de alcohol. El 41% de los alumnos de secundaria declaró haber ingerido bebidas alcohólicas alguna vez, el 24.2% en el último año y el 16.9% en el último mes. Pero en Michoacán, el 24.5% dijo haber tomado alcohol en ese mes reciente, igual que el 23.1% en el DF y el 22.8% en Jalisco.
En el bachillerato, el promedio nacional de quienes tomaron alcohol alguna vez es de 74%, en el último año 54.3% y en el último mes 41.9%. En el Estado de México, el consumo en el último mes entre jóvenes de bachillerato fue de 49%, en Guanajuato 48.3% y en Durango 48.2%.
El estudio, a partir de definiciones internacionales, considera que hay un “consumo excesivo de alcohol” cuando se ingieren 5 copas o más en una sola ocasión y que se califica “consumo problemático” al que “puede conllevar consecuencias para la salud física o mental y algunas ocasiones en el ámbito social”. Con esos parámetros, la encuesta encontró que hay “consumo excesivo” en el mes más reciente entre el 2.4% de los alumnos de 5º y 6º de primaria, el 8.6% en secundaria y el 24.2% en bachillerato.
La misma investigación considera que hubo “consumo excesivo” de alcohol en el último mes entre el 8.6% de los alumnos de secundaria y el 24.2% de los que se encuentran en bachillerato. Por otro lado, aunque no muestra más datos al respecto, el informe anota que en secundaria y bachillerato hay 14.4% de alumnos con “consumo problemático” de alcohol.
Posiblemente de allí surja la cifra de casi un millón 675 mil jóvenes que el comisionado Mondragón considera que requieren atención médica por consumo de alcohol. Pero amalgamar las cifras de quienes padecen dependencia a drogas como mariguana y cocaína (el estudio además registra el consumo de crack, alucinógenos y otras sustancias) con la dependencia respecto del alcohol, conduce a confusiones como las que desplegaron varios medios de comunicación en los días recientes.
Uno de los tratamientos periodísticos más engañosos apareció en la primera plana de Milenio el 26 de enero: “2.3 millones de menores, adictos a droga y alcohol”. Las cuentas del comisionado, junto con el apresuramiento de ese diario, propiciaron tal engaño. No tenemos esa cantidad de jóvenes adictos a drogas ilegales y además a alcohol. Y a juzgar por la encuesta recién difundida, sin menospreciar la dependencia respecto de otras drogas, es claro que el mayor problema de salud pública en ese terreno se debe al consumo desmedido de alcohol. Los estudiantes de secundaria que bebieron alcohol en el último mes antes de la encuesta son 4 veces más que aquellos que consumieron alguna droga de otro tipo; los de bachillerato que bebieron alcohol en ese lapso, 5.5 veces más.