Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
17/09/2020
Mucho antes de la actual disputa por el agua de la presa La Boquilla, los habitantes de ese pueblo en Chihuahua protagonizaron uno de los episodios más meritorios en la historia del sindicalismo mexicano. Hace 42 años, cuando la Tendencia Democrática del sindicato de electricistas (SUTERM) era desarticulada por el gobierno en castigo por combatir a los líderes oficialistas, la sección sindical en La Boquilla se mantenía organizada y el pueblo, con ella, estaba en vilo.
Formada en diciembre de 1934 con los trabajadores de la planta hidroeléctrica adyacente a la presa La Boquilla, en los años 70 la sección sindical fue una de las más activas en la Tendencia Democrática que encabezó don Rafael Galván. Con tal de acabar con la resistencia de los trabajadores de Boquilla, en enero de 1978 Comisión Federal de Electricidad ordenó cerrar la hidroeléctrica. Los electricistas que la mantenían funcionando fueron desalojados por 300 soldados. Al finalizar aquel año esos trabajadores habían sido despedidos y el gobierno reabrió la planta.
A fines de marzo de 1978 estuve en La Boquilla y escribí para la revista Solidaridad el texto que transcribo a continuación.
“Bienvenido al centro de la resistencia proletaria”, “En Chihuahua nació la Revolución y en Boquilla continúa”, “Boquilla es un pueblo que se resiste a morir a pesar de la represión”. Eso dicen algunas de las mantas que cubren el local de la sección Boquilla del SUTERM, a la entrada de esta pequeña población. En La Boquilla, situada a dos horas en automóvil de la ciudad de Chihuahua, viven menos de 3 mil habitantes. No hay industrias, el pueblo tiene pocas calles y el eje de la vida social y económica es la planta hidroeléctrica, que fue instalada en los años treintas y que desde enero está cerrada por órdenes de la Comisión Federal de Electricidad.
Después de la planta que se halla custodiada por soldados, los principales sitios de La Boquilla son el local sindical y la escuela. En el local se reúnen cotidianamente los 47 trabajadores que han sido suspendidos o rescindidos por la CFE y que permanecen en la Tendencia Democrática, negándose a dejar sus convicciones. “Más vale estar así, aunque padezcamos hambre, a vivir de rodillas”, comentan varios de ellos. La escuela funciona parcialmente; la secundaria que allí había sido instalada tuvo que interrumpir sus actividades porque los profesores que la mantenían fueron adscritos a otras poblaciones, en represalia por su simpatía con los electricistas.
La decisión de la CFE de cerrar la planta hidroeléctrica no tiene justificaciones de carácter técnico. Se debe al intento por reducir a uno de los más destacados contingentes de la insurgencia electricista. “El fondo del asunto está en que demostremos que las plantas hidroeléctricas son costeables” insiste Emilio Pizarro, secretario de la sección Boquilla. Esta idea la comparten los trabajadores y sus familias. Reunidos en el local sindical, que a veces sirve también como salón de fiestas, discuten y esperan. El conflicto sindical, que se ha prolongado por meses que ya son muchos, ha fortalecido la conciencia y la confianza de muchos y, también, ha tenido deserciones. “A veces —dice Enrique Levario, trabajador de la planta La Colina, que está a unos kilómetros de Boquilla— hay quienes se arrodillan por unas cuantas comodidades, a veces por causa de sus mujeres, porque no tienen valor. Por eso nos traicionan esos que ahora son excompañeros”. Pero en la mayoría de los casos, la familia ha servido a los trabajadores para mantener su entereza. “Si mañana o pasado diera mi brazo a torcer —dice Pánfilo Durán Sáenz— mis compañeros me pueden fusilar. Un día estaba ya desesperado y platicando con mi señora le dije: ‘¿pues cómo verías tú esto?’. Y ella me dijo: ‘¿qué, te piensas rajar? ¡no, hombre, a rajarse a otro lado, aquí nos lleva la tiznada, aquí nos podemos morir de hambre, nos pueden pegar, pero no nos rajamos!’. Por eso seguimos luchando, porque nuestras familias nos apoyan”.
Sus hijos también entienden a los electricistas de Boquilla. En la escuela discuten la historia de esta lucha. Los muchachos de secundaria —la primera generación se llamó “Tendencia Democrática” y su padrino fue Rafael Galván— colaboran en las brigadas, en las guardias, en lo que hace falta. “Aquí no nos rajamos”, insisten varios de ellos. La secundaria fue inaugurada hace 4 años en Boquilla; “antes, pocos podían estudiar después de primaria porque tenían que viajar hasta Ciudad Camargo”, comenta el profesor Francisco Javier Gallardo. Él y otros cuatro maestros que pertenecen al Movimiento Revolucionario del Magisterio, han sido removidos por la Secretaría de Educación Pública en castigo por colaborar con los electricistas y dar clases en la secundaria que estos impulsaron. Todo el pueblo impugnó el traslado de los profesores. Hubo entrevistas con el gobernador del estado, con funcionarios de la SEP, nadie ofreció una solución… “Tuvimos que cerrar la escuela secundaria. Fue un acto muy emotivo, sabíamos que nos sacaban los enemigos de los trabajadores, no el pueblo”, señala el profesor Gallardo. Empero, agrega, “hemos echado a andar la escuela otra vez, aunque con muchos trabajos. Los profesores estamos ahora en otras ciudades, en Chihuahua, Parral, en Camargo, pero venimos los fines de semana a seguir dando las clases. Y ahora nos ayudan otros compañeros que vienen con nosotros”.
La escuela ha funcionado con aportaciones de los trabajadores. Sin embargo, su sostenimiento también está en peligro porque quienes la han financiado, los electricistas, llevan varios meses sin percibir salarios. Un problema inmediato ha sido asegurar la subsistencia de las familias afectadas por los despidos que ordenó la CFE. “Hasta ahora hemos resistido con aportaciones de otras gentes del pueblo, de los campesinos, y de gente de fuera, de otros sindicatos”. Mientras se resuelve su situación, los electricistas han pensado instalar varios negocios. En el local sindical sus esposas pusieron dos comedores, que funcionan en cordial competencia; “así buscamos una actividad útil, nos entretenemos y sacamos algunos centavos”, comenta una de ellas. También esperan pescar en el río Conchos y en las lagunas de la región. “Antes esta era una región de mucha pesca”, relata una mujer del pueblo. “Pero llegaron a pescar de fuera. Llegaron gringos disfrazados de turistas dizque a hacer deporte pero en realidad hacían negocio. Sacaban camionetas repletas de pescado… A ellos los dejaban dizque para fomentar el turismo y a los de aquí no nos dejaban. La pesca disminuyó y los pescadores tuvieron que dedicarse a otras cosas. Pero ahora ha aumentado un poco y con eso esperamos poder seguir adelante. Además, ahora con eso del cierre de la planta y toda la gente que ha venido, toda la gente que nos apoya, el pueblo se ve más alegre, como era antes. Ya hasta piensan abrir un cine. El pueblo se ha vuelto a despertar. Y es que no se quiere morir”.
Los habitantes de La Boquilla saben que la desaparición de la hidroeléctrica implicaría una virtual desaparición del pueblo… “Hace poco estuvo aquí don Rafael Galván, que es de aquí, que obtuvo su planta aquí en Boquilla —comenta uno de los despedidos—. Nos dijo que no desperdiciemos la oportunidad que nos brinda la historia. Por eso seguimos, fuertes. Porque sabemos que tenemos la razón”. Además los trabajadores de esta sección saben que son herederos de muchas tradiciones ejemplares: “Por aquí anduvo Pancho Villa”, recuerdan algunos de ellos.
Para apoyar a la sección Boquilla, el 19 de marzo llegó en tres camiones un contingente de trabajadores del sindicato del INEN [Instituto Nacional de Energía Nuclear], del Consejo Sindical del STUNAM, de la Unión de Trabajadores de las Ampliaciones del Metro y del Comité Femenil de la Tendencia Democrática. La recepción estuvo salpicada de porras a la TD, a los visitantes, al secretario general de la sección, al dirigente nacional de los electricistas democráticos. Gritos como “¡llegan a su casa compañeros!”, “¡este puño sí se ve!”, “¡boquilla, boquilla, con los charros no se humilla!”, eran coreados por niños, mujeres y hombres mientras se escuchaban La Internacional y Venceremos. En una asamblea, esa misma tarde, los visitantes expresaron su solidaridad. “En Boquilla, como en otras secciones, se ha logrado convertir en realidad el grito del pueblo unido jamás será vencido. Ustedes nos han enseñado a luchar con alegría, a vivir la lucha y disfrutarla… venimos a aprender cómo lucha la clase obrera mexicana”, señaló Arturo Whaley, secretario general del SUTINEN.
Durante varios días —era semana santa— el pueblo estuvo atento a la presencia de este contingente de solidaridad sindical que participó en brigadas, asistió a asambleas en Boquilla, Parral y Chihuahua y también a varias fiestas. Quizá allí, en las celebraciones y charlas, se advertía mejor la confianza que anima a los habitantes de La Boquilla. Las sonrisas, los bailes y también la rabia y el coraje son expresiones de la entereza que ha hecho de esta una lucha ejemplar.
Hasta aquí el texto publicado en la revista de los electricistas democráticos en abril de 1978. Estoy seguro de que, en su defensa del agua que almacena la presa, más de uno de los habitantes de esa zona en Chihuahua habrá recordado aquella resistencia ciudadana de los electricistas de La Boquilla.