Ricardo Becerra
La Crónica
05/06/2016
Mis sufridos editores de La Crónica de Hoy me lo perdonarán (espero). Ocurre que acudí, encandilado, horas y horas, al portal de spots que el INE exhibe. O sea, me chuté la propaganda meditada, pensada, largamente estudiada mediante carísimas indagatorias demoscópicas por candidatos o partidos. Y mi conclusión es casi lúgubre: nuestras campañas electorales consisten en desaparecer a la política.
Desde hace muchos años viene ocurriendo, aunque los sesudos analistas digan lo contrario: salvo excepciones –campañas negativas, virulentas, “despiadadas” como dijó el Secretario Osorio Chong-, la verdad es que el mensaje promedio, el discurso dominante es el famoso anodino, la búsqueda del elector “que está en el centro”, sin definiciones o programas claramente singulares.
Ya lo sé: esto ocurre en todas las democracias y en todas las competencias electorales del planeta, pero en México la cosa adquiere ya la facha de una enfermedad crónica: mientras hablemos menos de política, más posibilidades tendremos de ganar en la contienda política para un cargo político en el proceso político por excelencia: las elecciones. Extraordinaria paradoja.
Supongo que se lo debemos a los señores de la publicidad, la nueva clase dominante de las encuestas y la demoscopía. Aquí y allá, casi siempre recomiendan lo mismo: hablemos de lo que la gente quiere oír, sin sobresaltos y hagamos mensajes que no trastornen los sentimientos del elector promedio.
Pero eso es justamente lo contrario de lo que la teoría democrática manda: las campañas electorales están hechas para contrastar, para debatir y para abrir el cerebro y el criterio del elector.
Según mi revisión, no ha sido el caso al menos en doce de las 14 elecciones locales en curso.
Salvo Veracruz y Chihuahua, todas las demás campañas se articulan alrededor de mensajes “buena onda”, a veces con esbozos programáticos, pero candidatas y candidatos apenas y hablan de ellos. Los partidos igual que los independientes, desean que seamos muy felices, pero al cabo, no se arriesgan a definirse sobre un tema concreto, una causa, una decisión de gobierno que cambie el estado de las cosas.
En general, se nota un descomunal esfuerzo (de los partidos igual que de los independientes) para disimular que están metidos y están haciendo… política, precisamente.
Se trata de un síndrome que da pie a otras enfermedades: si no hay debate sobre propósitos, entonces la lucha se centra en el litigio judicial, en la queja y en los muchos defectos del contrincante, su oscuro pasado y claro, en la corrupción real o supuesta.
Esas cosas deben decirse, pero el problema es la pauta general (en proporción de diez a uno), que los cientos de mensajes que lanzaron los propios partidos, son mensajes de la no-política.
¿Tipo de gobierno? Ni hablar. ¿Salario mínimo? No, porqué los empresarios locales pueden sentirse molestados. ¿Política económica? Nerviosismo en el establishment. ¿Derechos humanos, interrupción del embarazo, eutanasia, legalización de las drogas? Ni hablar. El problema de la policía, el ejército, la seguridad… lo menos posible. ¿El grave problema ambiental? No existe. Sólo la corrupción (en abstracto) estuvo situada en el elenco de la propaganda masiva.. y poco más.
Así las cosas, es que en nuestra democracia los políticos renuncian al contenido político. Cualquier encuestólogo que se respete dirá que los mexicanos (y los peruanos, los alemanes o los estadounidenses) no creen en la política, que abominan de los partidos y están aburridos de promesas, además que no quiere demasiados conflictos por los cuáles pensar y definirse.
Mi punto es que, por esa vía, los partidos –y los insulsos independientes- han asumido su insignificancia política. No quieren ganar votos con un programa y no convocan las convicciones de nadie. A fuerza de cultivar al “elector de centro”, se desdibujan para convertirse en organismos a los que les importa, sobre todo, parecer que no hacen política.
Posdata, en línea con lo que llevo dicho: cómo soy chilango, votaré por el PRD que lleva al estudioso Enrique Provencio en su lista constituyente, y si viviera en Chihuahua votaría sin fisuras por Javier Corral. Estaremos atentos.