Ricardo Becerra
La Crónica
28/06/2022
Pocos saben que la protección federal a las mujeres que deciden interrumpir su embarazo en los Estados Unidos, fue producto de una resolución en la cual cinco jueces (del ala conservadora) en 1973, resolvieron adoptar las tesis liberales de otros dos integrantes del Supremo y -gracias a esa apertura- nació la famosa sentencia Roe vs Wade: el aborto era un derecho de cada mujer. Bien por ellos, conservadores dialogantes, razonables, en busca de consensos sociales y jurídicos.
El dato viene a cuento porque el tipo de conservadurismo que hoy cabalga por la política y los juzgados de los Estados Unidos es de muy otro tipo, más radical, menos sofisticado y también, lleva más prisa.
Se sabe: la mala fortuna de la democracia norteamericana quiso que Donald Trump tuviera en sus manos la posibilidad -que ningún presidente había tenido en medio siglo- de proponer tres ministros de la Corte Suprema durante su periodo de cuatro años, lo cual quebró por completo los equilibrios internos del colegiado. Y así, seis de nueve, están dominando las decisiones vitales de la sociedad estadounidense.
Estamos pues, ante un problema de integración, como lo advirtieron los propios jueces liberales «la Corte cambia de rumbo hoy por una razón y solo una: porque la composición de este tribunal ha cambiado». Pero hay algo más: su índole y radicalidad.
En la sentencia, el conservadurismo de los jueces apela al regreso del buen pueblo y del pasado: “Durante los 185 primeros años desde la adaptación de la Constitución, se permitía que cada Estado gestionase este asunto conforme la visión de sus ciudadanos, dueños de valores y principios propios”. El juez redactor, Alito, considera que ahí está el problema sustancial del precedente que permitía el aborto en EU: “Roe contra Wade estuvo atrozmente errada desde el principio”, el aborto -continúa- “no es un derecho implícito en el concepto de libertad” y “no está explícitamente mencionado en la Carta Magna de EU”.
El juez Clarence Thomas, subido al tren subraya: el derecho al aborto, “está basado en la 14 Enmienda, que garantiza el derecho a la intimidad. Ni el aborto ni otras sentencias se pueden sostener allí: la que garantiza el matrimonio homosexual y las relaciones entre personas del mismo sexo, son bases sancionadas por el Estado, no radican por tanto, en la esfera de la privacidad”, por lo que solicita tumbar también esos precedentes.
Pero la Corte Suprema del conservadurismo recargado, no solo canceló los derechos a las mujeres de EU. En la misma semana, luego de la oleada de homicidios dolosos y tiroteos debidos a bandoleros con armas, la Corte no restringe, sino que amplía el acceso a las armas mediante la misma mayoría: seis votos a favor y tres en contra, echando abajo una ley centenaria que restringía la tenencia de armas en las calles de Nueva York.
Y como betún en ese pastel, las escuelas religiosas de EU, ahora recibirán dinero público para la enseñanza de su fe, en igualdad de condiciones que la enseñanza científica: «la cláusula de libre ejercicio de la Primera Enmienda que instituye la libertad religiosa», escribió ni más ni menos que el presidente de la Corte, John Roberts, “opera para toda escuela en EU”.
¿Lo ven? Anulación de un derecho crucial para las mujeres; asegurar la venta, circulación y portación de armas por doquier y romper el principio de laicidad en la educación básica de EU, se yerguen como el regalo de la Corte Suprema de Estados Unidos, en una sola semana a la civilización norteamericana.
No se trata solamente de la resolución de contenidos extremadamente conservadores, sino de algo que quizás es más importante rumbo a las elecciones de noviembre (lo detectó Ricardo Raphael https://bit.ly/3u7d0sA): se trata convertir a la Suprema Corte en una caja de resonancia, un epicentro de resoluciones polémicas, divisivas, una poderosa fuente adicional de polarización y disrupción tal y como exige el libreto populista.