Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
10/07/2017
Los venezolanos que luchan por la democracia cumplieron ayer cien días de resistencia activa. Esa perseverancia logró, unas horas antes, la excarcelación de Leopoldo López, el dirigente opositor que se encontraba preso desde febrero de 2014. López se encuentra sometido a prisión domiciliaria con la amenaza de volver a la cárcel en cualquier momento.
La decisión judicial avalada por el gobierno venezolano para que López pudiera regresar a su domicilio fue resultado también de las gestiones diplomáticas que han puesto contra la pared al inhábil pero irascible presidente Nicolás Maduro. Es un avance, pero sólo eso. En Venezuela, aún hay centenares de presos políticos y la exigencia cardinal de las movilizaciones sociales, que es la realización de elecciones presidenciales, aún no encuentra solución.
Durante esos cien días, en las acciones de resistencia han muerto 108 venezolanos. Ésa es la cifra que registraba hasta ayer, caso por caso, el sitio runrun.es que reúne información de periodistas venezolanos independientes. La mayoría de esas víctimas de la represión de Maduro y los militares en los que se apoya eran mujeres y hombres jóvenes.
Jairo Ortiz Bustamante, de 19 años, murió el 6 de abril de un balazo en el tórax disparado por la Policía Nacional Bolivariana durante una protesta en el estado de Miranda.
Carlos José Moreno tenía 17 años, estudiaba Economía en la Universidad Central y murió de un disparo en la cabeza el 18 de abril cuando asistía a una concentración en la Plaza La Estrella en Caracas.
Jackson Enrique Hernández tenía 16 años y quería ser miembro de la Guardia Nacional. Murió el 24 de abril cuando presenciaba una protesta que fue agredida por individuos que dispararon desde un automóvil; él recibió dos de esos balazos.
Paul Moreno, de 25 años, era miembro de la Cruz Verde y el 18 de mayo estaba auxiliando a varios manifestantes heridos en Maracaibo. Una camioneta blindada arremetió contra ellos y lo mató.
José David Valenilla Ruiz era técnico en Enfermería. El 22 de junio participaba en una manifestación frente a la base militar de La Carlota cuando un militar de la Policía Aérea le disparó a quemarropa. Tenía 22 años.
Ellos son 5 de las 108 personas, más de una por día, que han sido asesinadas en el centenar de jornadas de la protesta cívica. El 70% de esas muertes fue producido por arma de fuego. En una gran cantidad de esos casos se ha documentado la responsabilidad de agentes policiacos, militares o simpatizantes del gobierno venezolano.
El asalto del miércoles pasado a la Asamblea Nacional por parte de un grupo de simpatizantes chavistas fue parte de una extensa y deliberada cadena de violaciones a la legalidad y a las instituciones políticas en Venezuela. Cinco diputados fueron golpeados después de una agresión con explosivos y que incluyó disparos de armas de fuego. El vicepresidente del gobierno, Tarek El Aissami, arengó a los golpeadores que entraron al parlamento. Esos incidentes fueron ampliamente difundidos por las redes sociodigitales, de tal manera que la condena en todo el mundo también se esparció con rapidez. Incluso el presidente Nicolás Maduro reprobó esos hechos a los que consideró “extraños”.
Pero ese asalto al Parlamento no tiene nada de inusitado en el contexto de enfrentamientos del propio Maduro y sus seguidores, con la legalidad. Las protestas que comenzaron hace 100 días se debieron a una decisión del Tribunal de Justicia que dejaba sin poderes a la Asamblea Nacional para transferírselos al presidente y al propio Tribunal. Se trataba, en términos llanos, de un golpe de Estado. Desde el año pasado, en la Asamblea Nacional son mayoría los diputados que se oponen al chavismo y que se encuentran coaligados en la Mesa de Unidad Democrática.
El movimiento ciudadano en Venezuela quiere que haya nuevas elecciones. El gobierno se opone y pretende modificar la Constitución para reemplazar la actual legalidad. Maduro ha convocado a una elección el 30 de julio que elegiría una asamblea constituyente para redactar una nueva carta magna. En respuesta a ese llamado, que no tiene asidero jurídico, la oposición hizo valer su mayoría en la Asamblea Nacional y ha convocado a un referéndum el domingo próximo 16 de julio.
Sean cuales sean los resultados del referéndum del domingo, Maduro y el chavismo los desconocerán. Sea cual sea la participación en la votación, que habrá dos semanas más tarde, será ilegítima para la oposición.
La presión internacional ha sido definitoria para que el gobierno de Venezuela tome decisiones, como la excarcelación de Leopoldo López. Sin embargo, esas gestiones no bastan para que haya nuevas elecciones. Maduro y quienes le acompañan no están dispuestos a dejar el poder: consideran que su permanencia en el gobierno justifica cualquier decisión al margen del orden jurídico.
La excluyente dinámica de la confrontación y, sobre todo, el insistente discurso de un gobierno que se empeña en legitimarse a partir de sus valores ideológicos y no del respaldo refrendado en las urnas ha dificultado la discusión entre los venezolanos. Los medios de comunicación convencionales, con pocas excepciones, han sido capturados por el chavismo, y los diarios que no son incondicionales al gobierno sufren fuertes restricciones. Sin embargo, los periodistas independientes y la reflexión crítica han construido influyentes espacios en internet.
El profesor Marcelino Bisbal, destacado formador de periodistas en la Universidad Católica Andrés Bello y antes en la Universidad Central de Venezuela, explicó hace unos días la naturaleza del proyecto al que se enfrenta la sociedad venezolana: “Estamos en presencia de unos individuos, tanto civiles como militares, en donde la ideología que dicen profesar quedó a un lado si es que alguna vez la tuvieron. Desde ahí la necesidad de construir un superpoder o big brother orwelliano orientando los designios hacia donde debe conducirse la sociedad. La única manera de seguir sosteniendo el estado de cosas que están ocurriendo y las que se quieren imponer es a través de una conducta delictiva en contra de la voluntad del pueblo”.
El problema, de acuerdo con ese análisis, no es la existencia de dos Venezuelas, sino el desfiguramiento institucional ocasionado por los abusos e ilegalidades del chavismo. Éstos son algunos rasgos de ese panorama de acuerdo con el texto “Vivimos una situación límite” del profesor Bisbal, publicado en prodavinci.com el 20 de junio:
“-El Estado ha perdido los límites que lo definían y se ha transformado en un aparato amorfo que cada vez más se va pareciendo a una ‘maquinaria’ de control y secuestro de las instituciones.
“-El protagonismo militar ha ido ocupando espacios civiles ante la mirada, si no complaciente de gran parte de la sociedad, por lo menos nos va resultando ya un hecho casi natural y lógico.
“-Las necesidades económicas reflejadas en la inflación, el desempleo, el deterioro del sistema productivo privado, el excesivo gasto público que no es capaz de saciarse, la dependencia casi absoluta de la renta petrolera hasta límites que no eran pensables…, en fin todas esas necesidades que han ido quebrando fuertemente el horizonte de expectativas que nos habíamos imaginado y soñado.
“-La creación, poco a poco y de manera sostenida, de un megaestado. Un Estado que controla cada vez más todas las instancias de la economía. Este megaestado hoy está presente ya no sólo como regulador sino como productor y empresario a la vez.
“-La idea de crear un partido hegemónico (hoy el PSUV) y un proyecto hegemónico de nula cultura democrática como es todo lo único.
“-El excesivo personalismo que encarnó la figura del Presidente de la República, que sacralizan sus partidarios y los más allegados al poder.
“-La centralización como creencia que desde allí ‘todo se va a resolver’, sin comprender que uno de los logros y conquistas ciudadanas más significativos de nuestra historia democrática fue la descentralización administrativa en muchas esferas del poder del Estado.
“-La evidente polarización y conflictualidad en la que vivimos, que lejos de desaparecer y disolverse ha ido acrecentándose por unas acciones y una retórica de la exclusión, la confrontación y la violencia. Es la presencia de la polarización política que ha ido creciendo y creando espacios de intolerancia y de no-convivencia, al punto que se ha venido convirtiendo en una forma de vida y de cultura.
“-El surgimiento, publicitado además, del resentimiento social como manera de querer comprender nuestras debilidades.
“-El empeño de voltear la historia republicana intentando, de manera insensata y poco responsable, reescribirla desde el personalismo, el caudillismo y el mesianismo.
“-La insistencia de construir un proyecto de país teniendo como modelos experiencias más que fracasadas y superadas por la historia de los acontecimientos recientes. Los signos que se han hecho presentes tiene como fundamento los parámetros del centralismo, de la ausencia de todo contrapeso, del personalismo, de tinte militarista y además con la presencia de un Estado monocolor y tutelar de todas las actividades de la sociedad”.
La extensa cita del doctor Bisbal ayuda a comprender las peculiaridades del Estado, que ha sido ajustado a los intereses de una facción política y que se les ha impuesto a los venezolanos. El referéndum del domingo será una prueba para la oposición, pero también para Maduro y su gobierno. Si en Venezuela hay dos proyectos, la única salida sería el compromiso de ambas partes con la realización de elecciones. El chavismo no quiere. El movimiento ciudadano está empeñado en demostrar que la mayoría de los venezolanos apuesta por la democracia.