Ricardo Becerra
La Crónica
28/02/2023
Hay que comenzar subrayando el hecho fundamental: la gran movilización ocurrida este domingo en el zócalo de la Ciudad de México -como en Monterrey, Guadalajara, Veracruz, Madrid, Washington, Londres, París o Ginebra, entre otras cien ciudades, dentro y fuera de México- representa un ascenso, un escalón arriba en nuestra cultura política y en las mentalidades del país-
Y es que las concentraciones de hace dos días son de una naturaleza distinta, no sólo por su magnitud inusitada, por su alcance nacional, internacional o por la diversidad de personas, clases, edades o posturas ideológicas que de todos modos convergieron. La singularidad de esas movilizaciones está en su causa única, abstracta y sofisticada: la gente salió a defender una idea, reglas, una institución y sus ganas de vivir en una democracia. Es decir, su capacidad de elegir, castigar, sacar o ratificar al próximo gobierno y la próxima composición del parlamento.
El hecho es notable: las decenas de miles de personas no fueron a exhibir resentimiento alguno por legítimo que fuere, no hubo insultos ni agresiones; no fueron a defender ningún privilegio, no rindieron devoción a caudillo alguno y no pidieron ninguna ventaja corporativa para sí o para otros. Su demanda fue el respeto y la defensa de una forma se convivencia y una dimensión de su vida civil: elecciones auténticas organizadas por quienes las han garantizado en los últimos treinta años. Punto.
Pero también hay otro salto: la opinión pública internacional ha tomado nota. Hemos tenido movilizaciones gigantes en el siglo XXI (la marcha contra la inseguridad en la Ciudad de México, contra el desafuero, la de las mujeres antes de pandemia) pero ninguna había logrado una repercusión mundial como la que obtuvieron las concentraciones urbanas de antier.
No sólo el Washington Post, New York Times, en Estados Unidos; Le Figaro de Francia o el Financial Times en Londres: decenas de medios en Alemania, Canadá, Japón, Italia o América Latina. O personalidades influyentes en el mundo intelectual contempóraneo como Timothy Snyder, Anne Applebaum o Ian Bremmer, el Departamento de Estado o el Congreso norteamericano: el “caso mexicano” forma parte ya, del retroceso antidemocrático global. Y eso preocupa.
Mientras caminábamos hacia el zócalo una periodista muy sagaz me decía que el mexicano, debe inscribirse ya en el marco del enfrentamiento entre el populismo y la democracia que vivimos desde que la crisis económica de 2008 y que forma parte del sismo político planetario: populismo contra democracia. Por eso hay que difundirlo, documentarlo, globalizar nuestra peculiar deriva autoritaria.
La siguiente fase de ese proceso (polarización extrema-rendición del poder legislativo y captura del árbitro electoral) es judicial y, como fue muy claro en las concentraciones, su arena fundamental radicará en la Suprema Corte, el Tribunal Electoral y los Tribunales regulares que habrán de recibir un alud de impugnaciones.
La movilización del domingo sirvió, entre muchas otras cosas a que el intenso litigio por venir, sea conocido y comprendido en México como en el exterior y a inscribirlo como lo que es: parte de una disputa política global.