Ricardo Becerra
La Crónica
03/01/2021
La noche vieja del funesto 2020 supimos la noticia -insignia sanitaria y universal- en la lucha presentísima contra el nuevo coronavirus: desde el 20 de diciembre, Israel había logrado vacunar a casi 900 mil personas, poco más ¡del 10 por ciento de su población! (en primera dosis) a un ritmo que alcanzó la aplicación de 150 mil durante los últimos días del año (https://ourworldindata.org/covid-vaccinations).
Para darnos una mejor idea, es como si México hubiera vacunado a 12 millones de compatriotas en su primer salida al terreno durante la última quincena de diciembre; o como si los Estados Unidos hubiesen aplicado 33 millones de vacunas, y no el 1 por ciento que arañaron, al finalizar el año (3.1 millones de norteamericanos). Y aunque China, Gran Bretaña, Canadá y los propios Estados Unidos ya cuentan con decenas de millones de dosis que ahora mismo distribuyen en su territorio, lo que muestra Israel es que una cosa es poseerlas y otra muy distinta aplicarlas.
Por eso, los israelistas están dando un impresionante ejemplo mundial, pues si logran seguir con ese ritmo, al cabo de dos meses y medio, habrán conseguido vacunar a toda su gente, mucho más allá del número mágico que les permitiría alcanzar la anhelada “inmunidad de rebaño”. Así que, me parece, deberíamos aprender, encontrar lecciones de ese país muy rápidamente. Veamos.
En primer lugar, Israel fue un “pájaro del amanecer”, trabajó con mucha anticipación en el cabildeo y la puja por la adquisición de la vacuna, la de Pfizer, Moderna y la de otras farmaceúticas que (se sabía en los mentideros científicos) sostenían los desarrollos más prometedores, desde abril. Pero hay mucho más allá que su previsión: esas compañías aceptaron a Israel como país socio por la fortaleza de su sistema de salud y, de modo muy importante, por la seriedad y confiabilidad de sus datos, altamente digitalizados y verificables.
Se comprende: el prestigio de las propias farmaceúticas y de sus vacunas recientes, dependen también de la manera en que se apliquen, de la capacidad y rigor del plan de vacunación en cada nación. Si fracasa un plan-país, ese fracaso será asociado y comprometerá también, el trabajo de las marcas, así que ellas mismas han decidido comenzar y comprometerse, primero, con las naciones que pueden ofrecer mayores garantías de actuación, responsabilidad y empaque.
No sólo eso: Israel no escatimó dinero, presupuestos y anticipos financieros para adquirir las dosis necesarias. No se anduvieron con la mojigatería de la austeridad y estuvieron dispuestos a pagar “lo que fuese necesario” para evitar más muerte y sufrimiento entre su pueblo (recuérdese, ese país ha admitido el fallecimiento de 3 mil 325 personas, cosa que de por sí, se considera un fracaso por gran parte de aquella sociedad).
Pero el Ministro de Salud, Yuli Eldenstein, nos ofrece argumentos adicionales a favor del esfuerzo financiero por las vacunas anticipadas: “Aún con el sobreprecio, el costo hubiera valido la pena, para evitar muertes de nuestros ciudadanos sino incluso, para reabrir la economía más temprano”, registra el New York Times (https://tinyurl.com/y9u7cgqx).
¿Lo ven? Detrás de los buenos resultados israelíes está un asunto bien entendido: mientras más rápido quede resuelto el problema sanitario, más rápido reinicará la economía completa, evitando los ciclos desgarradores de apertura y cierre que han destruído el crecimiento, empresas y causado un desempleo histórico inaceptable. Gastar lo que sea necesario en la estrategia sanitaria -lo han aprendido con la vacuna- significa escapar más rápido de la depresión económica. Y el balance es favorable.
En tercer lugar: la comunicación estatal que dirige la vacunación es clara, concisa, masiva, hasta la saciedad. “Seis horas por cada medio de comunicación está dedicada a la educación y la transmisión de instrucciones precisas” a todo habitante, infantes, jóvenes, adultos, judíos o árabes por igual. La pandemia es prácticamente, el único tema del gobierno, pero esta catarata abrumadora garantiza que “la población sepa a quién dirigirse y quién es el conducto que lo llevará a cumplir con sus deberes sanitarios”.
Cuarto: el control de la vacunación es posible porque Israel cuenta con un sistema de identificación personal muy sofisticado. La rapidez del proceso está soportada en una cartilla sanitaria digitalizada que permite conocer edad, contagio -o no-, estado de salud, comorbilidades, todas las características que hacen propicia la aplicación.
Cinco: pero también existe un componente político en la vasta campaña de vacunación en Israel, y es que el derechista presidente Netanyahu está metido en una crisis política, acusado de soborno, fraude y abuso de confianza, además de que su gestión de la pandemia ha sido errática, confusa y tuvo postrado al país durante buena parte 2020.
No obstante, el mandatario supo ver en la campaña de vacunación la oportunidad para revertir su baja popularidad y la falta de confianza pública en su propio personaje montaraz, más bien ineficiente e ineficaz. De modo que la vacunación ha sido el corte de caja útil para resarcir su imagen y tomar personalmente las riendas de la estrategia, apoyado -ahora sí- en el conocimiento técnico y científico que antes, mantuvo en un segundo plano.
La vacunación se volvió materia de buena política, un despliegue que, no obstante, su propósito subyacente genera un enorme bien público: la salud de los habitantes, electores o no en Israel. Dijo Netanyahu: “Trajimos la vacuna a milllones: judíos y árabes, religiosos y seculares”.
Pero, además, la desgracia y el espanto civiliza. A la ya de por sí complicada trama de la sociedad israelí en la que conviven judíos, árabes, ultraortodoxos, liberales y socialistas pasando por todos los matices culturales y políticos, milenaristas o laicos, ahora también Israel puede y considera ayudar a la salud de sus enemigos, especialmente los palestinos, pues son ellos la mano de obra movilizada que todos los días contribuye a la marcha de las actividades esenciales entre los israelitas. Por ello -se dice abiertamente- la salud de los palestinos es también un asunto de Israel que se discute ya, en el plan interno de vacunación.
No importa cantidad ni costo en la emergencia. Hay que salir de ella.
México tiene experiencia y estructura para vacunación, pero no en vacunación de emergencia. Debemos aprender rápido y sobre la marcha, para que en 2021 no repitamos los muchos fracasos sanitarios del año pasado, los ejemplos y el aprendizaje del mundo están a la vista. ¿Lograremos rerconocerlos? Ojalá.