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El debate público

Las matracas del predicador

Jacqueline Peschard

La Crónica

17/06/2020

En nuestra tradición presidencialista, el titular del Ejecutivo marcaba la ruta de la política que los miembros de su gabinete y los cuadros de su partido seguían y reproducían disciplinadamente. La tradición persiste, pero acentuada.

Hoy, el presidente López Obrador ha concentrado en su persona las riendas gubernamentales, a manera de un predicador que desde el púlpito dicta consejos y decálogos, que invocan los 10 mandamientos, y que el círculo rojo alrededor suyo replica estruendosamente, a manera de matraqueros. Sin tener que recurrir a argumentos sólidos o a razones de peso, tanto gobernadores, como legisladores y hasta dirigentes parlamentarios de Morena se afanan en demostrar su lealtad, para congraciarse con el líder mediante discursos encendidos o iniciativas con escaso fundamento.

El discurso de Cuitláhuac García, gobernador de Veracruz, durante la gira de AMLO de esta semana, es un ejemplo del ruido matraquero que gravita alrededor del Presidente. García se atrevió a calificar de “golpistas”, o separatistas, al grupo de gobernadores de Acción Nacional que, unidos, demandan respeto a la pluralidad, a los órganos reguladores, a favorecer energías limpias y a diseñar un nuevo pacto fiscal.

García les reclama por formar un grupo, como si hacerlo no fuera parte de lo que recomienda la práctica democrática. Excesos de este tamaño se explican por el clima de polarización que persiste, pero sobre todo por la casi obsesión de las filas del morenismo por demostrar su fiel alineación a AMLO. Lo desproporcionado del discurso de García llevó al mismo Presidente a corregir la mención y sólo reprobar al grupo por ser conservadores.

AMLO ha colocado a los organismos constitucionales autónomos en el sitio de sus villanos favoritos, aunque se llevan la palma el INE y el INAI, que en su opinión son muy costosos y ni siquiera cumplen con los objetivos para los que fueron creados. Se olvida que él mismo arribó al poder gracias a elecciones organizadas por el INE y que en nada ayuda su insistencia en buscar desprestigiarlos. Se olvida también que el INAI ha hecho posible que los mexicanos accedamos a información gubernamental y cómo ello ha servido para que periodistas, académicos y miembros de organizaciones de la sociedad civil evidencien muchos casos de corrupción.

Haciéndose eco del rechazo presidencial a los organismos autónomos, el senador Ricardo Monreal lanzó la semana pasada una iniciativa para compactar en un solo instituto a tres órganos reguladores que son constitucionalmente autónomos –el de telecomunicaciones, de regulación en energía y de competencia económica- con el único propósito de ahorrar y estar en sintonía con la política de austeridad
gubernamental. La propuesta del líder de Morena en el Senado es un claro ejemplo de una acción matraquera que, sin detenerse a evaluar las implicaciones de unificar organismos técnicos especializados, con competencias complejas y diversas, ni considerar los costos de la reingeniería institucional, ni los riesgos de que dicha entidad concentrada sea fácilmente capturada por intereses políticos de las propias instancias reguladas, tanto privadas, como públicas. La respuesta presidencial a la iniciativa de Monreal fue aplaudirla, sin conocerla, sólo por su objetivo de generar supuestos ahorros. No obstante, Monreal mostró sensibilidad política frente a las fuertes críticas a su iniciativa y fue capaz de ir más allá de sonar matracas para atraer la atención del líder y ganarse una mención en una mañanera.

Primero, Monreal anunció que abriría un proceso de Parlamento Abierto para discutir la propuesta con la sociedad, pero dos días después, anunció que se frenaba la iniciativa por la emergencia del Covid-19. La reforma que proponía no dependía sólo del respaldo de la bancada morenista, porque requería modificar dos artículos constitucionales (el 27 y el 28), lo que implicaba buscar el respaldo de otras fracciones parlamentarias. En todo caso, reconocerlo y retirar, por ahora, la iniciativa es un gesto encomiable en un contexto en que lo que priva es sólo el ruido de matracas apoyadoras.

Este esquema de lanzar iniciativas de reformas legales por el sólo hecho de que sean agradables al oído de AMLO se presentó hace unas semanas cuando Dolores Padierna propuso modificaciones a varias leyes para anular 44 fideicomisos públicos, replicando legislativamente el decreto administrativo de la Presidencia de la República. Sin hacer distinción entre diferentes tipos de fideicomisos, sin hacer evaluación alguna sobre la afectación que generaría a las actividades científicas, técnicas o artísticas del país, la propuesta se ganaba el lugar de una acción matraquera, ruidosa, distractora, pero aplaudida por el líder predicador. 

Muchos pensamos que con la implantación de la pluralidad en nuestro país, se había dejado atrás la práctica matraquera, propia de las concentraciones del PRI autoritario; sin embargo, hoy las vemos recreadas simbólicamente, ni más ni menos que entre quienes son nuestros representantes populares mayoritarios. Las matracas aturden, ensordecen, impiden oír otras voces de ciudadanos y de actores políticos; es una expresión del desdén por la política, por el intercambio de ideas y concepciones, de propuestas diversas para nutrir la discusión pública y poder arribar a mejores decisiones para hacer frente a la profunda crisis actual.