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El debate público

Latinobarómetro 2015: la insatisfacción ciudadana

Ciro Murayama

El Universal

14/10/2015

Con la edición 2015 del informe Latinobarómetro, que monitorea la opinión pública en América Latina sobre la política y la economía, se cumplen 20 años de la primera aparición del estudio. Es de celebrar que, yendo a contracorriente de quienes tienen soluciones, pero no diagnósticos, este instrumento lleve dos décadas estudiando la percepción social latinoamericana sobre la democracia.
El Latinobarómetro revela problemas, desafíos y áreas de oportunidad de los sistemas políticos de la región. Me concentro en algunos datos que no deberían pasar inadvertidos. El informe señala que “los latinoamericanos son los más insatisfechos de la Tierra con su democracia”. En promedio, sólo 37 por ciento dice estar satisfecho con la democracia, pero en México se obtiene la menor satisfacción (19 por ciento) de la región.
Ante la pregunta de si las elecciones son limpias o fraudulentas, en Uruguay 82 por ciento opina que son limpias, el promedio latinoamericano es de 47 por ciento y México es el más bajo, donde sólo 26 por ciento opinó en noviembre de 2014 que las elecciones eran limpias. Sin restar validez a lo que señala el Latinobarómetro, que 3 de cada 4 mexicanos desconfían de las elecciones, me pregunto si hay algún dato más allá de la percepción, que sea objetivo en términos de las normas y prácticas electorales, que sostenga la conclusión de que nuestros comicios son menos confiables que en otro país latinoamericano. Tenemos un padrón de alta calidad, los vecinos de los electores se hacen cargo de la recepción y el conteo de votos, hay amplio acceso de los candidatos a los medios de comunicación, las actas de las casillas se publican en internet, etcétera, pero acusamos la mayor desconfianza sobre las elecciones. Como hipótesis sugiero que la confianza depende del apego a las reglas y del desempeño de las instituciones electorales, pero también de la conducta y responsabilidad de los principales actores políticos, así como de quienes se encargan de formar la opinión pública.
Por otra parte, 56 de cada 100 consideran a la democracia “preferible a cualquier otra forma de gobierno”, pero en México la cifra baja a 48 por ciento. El apoyo a la democracia está vinculado con el grado de satisfacción con la misma. Mientras en América Latina 37 por ciento se dice satisfecho, en México sólo 19 por ciento.
Sólo 23 por ciento se siente representado por su Congreso; donde más es en Uruguay (45%) y donde menos es Perú (8%). México está por debajo de la media: 17%.
Cuatro de cada diez latinoamericanos se sienten cercanos a un partido; donde más es Uruguay (72%) y en el otro extremo están Brasil (23%) y Chile (24%). En México el porcentaje es 32, de nuevo por debajo del promedio.
El Latinobarómetro ha indagado sistemáticamente la relación entre la actitud hacia la democracia y la percepción del bienestar individual y colectivo. Ante la desaceleración económica general, el asunto es aún más relevante. El 25 por ciento está satisfecho con la economía pero en México sólo 13 por ciento, así que es menor la satisfacción con la economía que con la democracia.
Además, mientras en AL uno de cada cinco (20%) cree que la situación económica de su país es muy buena o buena, en México nada más uno de cada diez (11%). La opinión no debe sorprender pues desde 2000 se ha incrementado en 3 millones el número de pobres en México.
Como en México la insatisfacción respecto a la economía es peor que sobre la democracia, quizá sea impreciso pretender revertir la crisis de credibilidad política sólo a través de la agenda electoral. Puede ser tiempo de poner en el centro de la atención y de las decisiones de la democracia las condiciones de vida de la población.