Raúl Trejo Delarbre
Nexos
28/01/2025
Lo que resiste apoya, se ha dicho para subrayar que en todo sistema político los contrapesos proporcionan estabilidad. La oposición es necesaria para que toda la sociedad esté representada en las instituciones que gobiernan pero, también, porque al Estado le hacen falta equilibrios dentro de su propia estructura. Ese principio, a regañadientes, lo admitió el PRI hace casi medio siglo. Desde entonces tuvimos sucesivas reformas que, al reconocer su peso y singularidad políticos, les abrieron a las oposiciones espacios legislativos y de gobierno. El régimen autocrático que ahora encabeza la presidenta Sheinbaum ignora esas lecciones, desnaturaliza la representatividad de las instituciones políticas y margina a los grupos en la oposición. Las oposiciones por su parte, desconcertadas y divididas, se han replegado y no ejercen el peso político que les dieron los ciudadanos en la elección del año pasado.
En junio de 2024, casi 36 millones de ciudadanos votaron por Claudia Sheinbaum y 23 millones lo hicieron por los otros candidatos a la Presidencia. Cuatro de cada diez, entre quienes votamos en esa elección, no lo hicimos por la hoy presidenta. Por los candidatos de Morena al Congreso votó el 55 %, pero el resto prefirió otras opciones. Por los partidos de la coalición Fuerza y Corazón por México votamos cerca de 18 millones y otros 6.5 por Movimiento Ciudadano. Aturdidas, despistadas y en buena medida ausentes de la discusión pública, las oposiciones actualmente existentes no están representando a los votantes que constituimos más del 40 % y que las respaldamos.
Sin oposición no hay democracia. Al antiguo Estado mexicano le tomó décadas reconocer que el monopolio de la política era imposible en una sociedad repleta de diversidades y que, además, sin el contraste que ofrecen otras fuerzas el sistema político se esclerotiza. Jesús Reyes Heroles hizo apotegma la frase “lo que resiste, apoya”. Él (como ha recordado Roberto Blancarte) tomó esa expresión del diputado jalisciense José Miguel Ramírez quien, a su vez, la encontró en un libro de Jeremy Bentham. En un debate en el Congreso, en 1824, Ramírez dijo que en una ocasión Napoleón, en charla con un oficial francés, se ufanaba, “en la embriaguez de su poder, de haber reducido al senado y al cuerpo legislativo a no ser otra cosa que los más humildes ejecutores de su voluntad”. El oficial replicó: “Sí señor, pero lo que resiste apoya” (El liberalismo mexicano, Tomo I, p. 305).
Reyes Heroles precisó, en aquel célebre libro, que la resistencia tenía que ser dentro de los límites del Estado y no para destruirlo. Para comprender que lo que resiste apoya, el entonces partido oficial y hombres de ideas como Reyes Heroles tuvieron que reconocer que el PRI, por muy extensas que fueran sus ramificaciones en la sociedad, no la representaba a toda ella.
Hoy, nos encontramos ante un drástico retroceso que tiene al menos tres vertientes. Morena, con un discurso polarizador y excluyente, se presenta como representante de todo el pueblo aunque no lo es. En segundo término e intentando respaldarse en ese discurso, Morena y sus caudillos impusieron un intenso proceso de devastación institucional: se apropiaron ilegalmente del Congreso y establecieron una mayoría calificada que no ganaron en las urnas, acosan al Poder Judicial y en breve terminarán con su autonomía, liquidaron indispensables organismos autónomos, han capturado a la autoridad electoral y se disponen a derogar la representación proporcional. A las oposiciones, en tercer término, la nueva autocracia no las considera como interlocutores, ya no se diga como contrapesos necesarios: la descalificación enfermiza que a diario propalaba López Obrador contra sus opositores, ahora son alusiones burlonas de Sheinbaum y sus propagandistas contra partidos y grupos que no se alinean con ellos.
Esa hostilidad crea un entorno difícil para las oposiciones. No es sencillo mantener un enfrentamiento creativo frente a la construcción de la autocracia en medio de presiones que, en ocasiones, llegan a la persecución personal. Pero el quehacer político desde la oposición nunca es sencillo y no se puede decir que los partidos actuales —PAN, PRI, MC— tengan un desempeño a la altura de las exigencias que impone esa situación del país.
Varios grupos y coaliciones intentan crear nuevos partidos. El más relevante de ellos sería el que han propuesto el Frente Cívico Nacional y algunos impulsores de la llamada Marea Rosa. Con el nombre “Somos México”, el martes 21 de febrero llevaron su solicitud de registro al INE. Tienen un año para reunir al menos 261 000 afiliados y realizar asambleas en por lo menos 200 distritos electorales, o en veinte estados.
Somos México (SM) en una reunión en el Centro Tlatelolco, anunció sus lineamientos generales. Fue un acierto que esa presentación estuviera a cargo de tres jóvenes, para subrayar su intento de apertura generacional. Pero en el intento para enfatizar que su quehacer político será distinto a los que hemos conocido, SM incurre en expresiones que rayan en la antipolítica.
“No somos políticos, somos polifacéticos”, dijeron en un juego de palabras que no es ingenioso sino fallido. Todos tenemos facetas diversas. Pero un partido es para hacer política. Específicamente, para hacer política electoral, y por eso SM quiere registrarse y competir en las elecciones. Renegar de la política es una actitud frecuente, sobre todo delante de la mala fama que padecen esa actividad y quienes la practican. Pero no es sumándose a la denostación de la política, sino enfrentando sus defectos, como podrá convencerse a los ciudadanos de que hay quienes quieren y pueden hacer una política distinta.
Por lo demás, decir que no son políticos cuando la creación de SM es encabezada por conocidos y en muchos casos prestigiados hombres y mujeres que se han dedicado a hacer política resulta, para decirlo de manera amable, falaz. En el boletín que difundió acerca de esa reunión, SM informó que, entre 600 personas allí presentes, “asistieron Cecilia Soto, Rosario Guerra, Mariana González, Emilio Álvarez Icaza, Gustavo Madero, Amado Avendaño, José Antonio Crespo, Macario Schettino, Guadalupe Acosta Naranjo, Fernando Belaunzarán, Edmundo Jacobo Molina, Rodrigo Morales Manzanares, Leonardo Valdés Zurita”. Esos ciudadanos tienen el mérito de hacer política de oposición, a pesar de los obstáculos que hoy existen para ello y sin estancarse en el desánimo ni en la complacencia que, en muchos otros, suscitan los excesos de la actual autocracia.
También es discutible la insistencia de SM en que, sus integrantes, “no somos de derecha ni de izquierda, somos de derechos”. No le hace falta colocarse esa etiqueta pretendidamente equidistante. Cada una de sus propuestas, cuando las presente, tendrá rasgos identificables en el espectro ideológico. Pretenderse ajeno a él, no ubica al nuevo partido en el centro sino en una imprecisión que no necesariamente les ganará nuevas adhesiones. Ciertamente, muchos de los problemas del mundo actual rebasan las coordenadas tradicionales que van de las izquierdas, a las derechas. Las mismas acepciones de unas y otras, son equívocas y contradictorias. ¿Para qué, entonces, ese intento de singularizarse como ajenos a las ideologías que hay en el quehacer político? Una opción política, para interesar e involucrar, se distingue por lo que es, y no por lo que no es. (A mí me gustaría un partido declaradamente social demócrata, capaz de rescatar las mejores tradiciones de la izquierda democrática que son la justicia social y la defensa de las libertades. No sé si llegaré a ver un partido así en México).
La “marea rosa” fue un gran movimiento social que defendió a la institución electoral con eficacia, certeza y confianza. Luego, la coalición que respaldó a Xóchitl Gálvez ofreció, si bien con numerosas dificultades, una opción para quienes aborrecemos el populismo autoritario de la llamada 4T. Esas experiencias forman parte de la trayectoria de la mayor parte de quienes hoy promueven a Somos México, pero el nuevo partido será otra cosa, requerirá definiciones políticas de que no necesitan un movimiento, o un frente. Por cierto, con su ausencia en ese proyecto, Xóchitl Gálvez se margina de la corriente que la apoyó con mayor convicción y eficacia. La tenacidad y valentía que demostró en su campaña fueron admirables. Pero esa excandidata presidencial se equivocaría si creyese que los votos que recibió son un capital personal suyo.
En el antiguo régimen hubo quienes, pensando como estadistas, admitieron que la oposición era una de las salvaguardas del Estado. El retroceso que padecemos hoy es de tal magnitud que el Estado está siendo reemplazado por una oligarquía que concentra el poder de manera absolutista y autoritaria. Para resistir, especialmente en una época tan difícil como la que ahora impone la autocracia populista, se requieren convicción, ideas, recursos y un ánimo a prueba de amagos y desencantos. La resistencia, que es precisa para el Estado y que podrá ser una exigencia de la sociedad, no es fácil pero no es imposible.