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El debate público

Los perros de Pavlov y la consulta

José Woldenberg

El Universal

22/06/2021

¿Recuerdan el experimento de Pavlov? Aquel ruso que encontró que se pueden generar reacciones condicionadas. Cada vez que daba de comer a un perro hacía sonar una campana. Con el tiempo, aún sin comida y solo con el sonido de la campana el perro empezaba a salivar. Bueno, al igual que los perros de Pávlov, cada vez que colocan una urna voy a votar. Es un resorte automático el que se activa. Pero me estoy dando cuenta que todo tiene un límite, que mi condicionamiento no es absoluto. No iré a votar a la farsa de consulta que se realizará el 1 de agosto.

Veamos primero la redacción de la pregunta que nos harán y que tuvo a bien redactar la Corte, una vez que desechó la propuesta del presidente. Disculpen por la transcripción total, pero la sola lectura de la pregunta ilustra lo bajo que hemos caído. “¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes, con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas”.

Según esa redacción de lo que se trata es de “esclarecer” “decisiones políticas” “de los años pasados”. ¿Quién hará ese esclarecimiento? ¿Se pretende juzgar decisiones políticas? ¿eso presupone que en política solo existe una decisión correcta y que el resto son equivocadas? ¿no es la política una actividad en la cual las distintas fuerzas organizadas tienen fórmulas diferentes e incluso enfrentadas de resolver los problemas y dilemas que son connaturales a esa actividad? ¿qué tan pasados serán los años pasados? ¿los encargados de esclarecer se remontarán al siglo XIX, a los años posteriores a la Revolución, al periodo “neoliberal” o sus acciones estarán restringidas a los últimos tres años?

¿Y quiénes son los eventuales sujetos que cometieron las faltas? Unos “actores políticos” indeterminados. Es decir, todos y nadie. Literalmente se trata de miles y miles de personas que hicieron política en el pasado y tomaron decisiones. En fin, una pregunta que en sí misma es humo, producto de los malos y “grillos” cálculos de una Corte que no supo decirle no a un capricho presidencial.

Pero lo peor es el uso político que se le pretende dar a la consulta. Ahora resulta que esa pregunta vaporosa y ofensiva, debe leerse como un sí o un no al eventual juicio contra los ex presidentes. Como si fuera necesario involucrar al público en ese asunto. Debería ser claro y rotundo que si se tienen pruebas de conductas ilícitas la autoridad tiene que proceder, incluso para no ser cómplice; pero si no hay ni siquiera indicios entonces no debe (porque al parecer si puede) armar un circo emparentado con los linchamientos.

Las consultas pueden fortalecer la democracia, implicando a los electores en la decisión de asuntos relevantes, pero la que se va a realizar tiende a degradarla; la convierte en un circuito irracional en el que las garantías procesales son masacradas y las responsabilidades de las autoridades diluidas, construyendo un carnaval que tiene mucho de espectáculo ultrajante, venganza y operación distractora.

No cuenten conmigo. Y espero que un número considerable de ciudadanos no se sumen a ese ejercicio indigno. Recuerden que para que una consulta sea “vinculante” se requiere que participe en ella por lo menos el 40 por ciento de los potenciales electores.