Ricardo Becerra
La Crónica
25/05/2021
Ha sido un tsunami enorme y prolongado, cuya lenta retirada —sin embargo— ya deja ver sus saldos mayores. Ésta es una colección de datos muy duros sobre el desastre, que emergieron este mismo mes.
Comencemos por lo mas importante: la pérdida de vidas. Tal y como lo reseñó el doctor Gerardo Gamba en estas mismas páginas, el Instituto para la Evaluación y la Métrica de la Salud de Seattle, calcula que el mundo ha visto perecer a 6.9 millones de personas realmente, por causa de la enfermedad COVID-19 (http://www.healthdata.org), más del doble de los reportados oficialmente. Para México ese número no es el doble, sino casi el triple: 617 mil 127, frente a los 217 mil 694 que reportó la Secretaría de Salud (al 3 de mayo). Otras fuentes (en Washington o en Londres) coinciden en un subregistro de muertes de ese mismo orden: multipliquen por tres el número oficial, lo que nos conduce —en estos días— a ser el tercer país con mayor número de muertes, sólo detrás de Estados Unidos y la India.
En el reporte La respuesta de Me?xico al Covid-19: estudio de caso https://tinyurl.com/7u32d7da, se demuestra que en nuestra nación, la muerte ha ocurrido fuera de los hospitales (alrededor del 58 por ciento), con grandes desigualdades en la atencio?n me?dica y en el acceso a pruebas y un registro extremadamente alto de muertes entre el personal de salud (3 mil 899, al 17 de mayo, entre los más altos del planeta).
Y si el frente propiamente sanitario exhibe tan malas cuentas, en el flanco social las cosas son desoladoras, pues todo lo que habíamos avanzado en este siglo, para disminuir la extrema pobreza, se evaporó durante la pandemia. México encabeza el raiting regional de malos resultados, junto con Honduras y Ecuador, según las proyecciones de CEPAL. Sólo en un año, en nuestro país la extrema pobreza (la de hambre) se disparó de 10.6 a 18.3 por ciento. Honduras sufrió el aumento fue de 20 a 26.1 por ciento, mientras que Ecuador vio crecer su miseria de 7.6 a 12.8 por ciento.
¿Inevitable? Para nada. En Panamá y sobre todo en Brasil la extrema pobreza cayó de 5.5 a 1.4 por ciento dada la instrumentación de su renta básica para quedarse en casa. Este resultado —tan notable— se explica por lo que el Estado desplegó (Congreso incluido). Mientras Brasil destinó cerca del 8 por ciento de su PIB como ayuda fiscal en distintos programas, México apenas gastó un 0.7 por ciento, muy lejos del promedio —ya no digamos nórdico— sino simplemente latinoamericano, que fue de un 4.5 por ciento del PIB en 2020 (https://tinyurl.com/bze5nb3).
Esta inacción explica muchas patologías que tendremos que arrastrar en adelante. Según datos de la ENOE-INEGI, la población ocupada descendió 2.1 millones de personas, al bajar de 55.1 a 53 millones (https://bit.ly/3viqC2L) con una desventaja de 3 a 1 para las mujeres en el mercado laboral.
Visto desde otro ángulo, el mundo de trabajo se precarizó y 5.1 millones de personas pasaron al mundo de la pobreza laboral a devengar un ingreso menor de lo que cuesta la canasta alimentaria (https://bit.ly/2RHPVN7).
Estos son los saldos de una crisis histórica y de la respuesta a esa crisis. Un gobierno que optó por seguir en su alucinación “transformadora” y dejó a un enorme país sin amparo, cuando más acciones, más apoyo y más Estado requería. Un gobierno que ante el principal desafío en décadas, simplemente, siguió en lo suyo y no tuvo respuestas.