Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
15/03/2021
“Lo del coronavirus… hay que abrazarse, no pasa nada”. Eso dijo el presidente López Obrador el 12 marzo del año pasado. Dos semanas más tarde se habían confirmado 35 defunciones por Covid-19. Para mediados de abril había más de 600 decesos registrados por esa causa y posiblemente 400 más que fueron adjudicados a otros motivos. La irresponsabilidad del presidente y de las autoridades de Salud ha costado millares de vidas.
Es altamente posible que en México estemos llegando a medio millón de fallecimientos debido al Covid-19. Las cifras oficiales son limitadas. Pero incluso en el gobierno hay estimaciones que reconocen una cantidad de víctimas muy superior a la que todas las noches informa la Secretaría de Salud.
Esa Secretaría creó un “grupo de trabajo interinstitucional” que, para estimar el exceso de mortalidad, revisa las actas de defunción expedidas por las oficinas de Registro Civil en todo el país. Tales datos se contrastan con las defunciones de años anteriores y de esa manera se calcula cuántos fallecimientos más, en comparación con el pasado reciente, ocurrieron en 2020.
Algunos hallazgos de ese grupo han sido difundidos en el sitio de la propia Secretaría de Salud dedicado al coronavirus pero ahora aparecieron en un artículo académico en el número marzo – abril de 2021 de la revista Salud pública en México. El texto “Estimación del exceso de mortalidad por todas las causas durante la pandemia del Covid-19 en México” está firmado por siete autores, algunos de ellos muy conocidos: Lina Sofía Palacio-Mejía del Instituto Nacional de Salud Pública; Jorge Leonel Wheatley-Fernández director del Registro Nacional de Población e Iliana Ordóñez-Hernández de la misma dependencia; Ruy López-Ridaura, director del Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades; Hugo López Gatell-Ramírez, subsecretario de Prevención y Promoción a la Salud; Mauricio Hernández-Ávila del IMSS y Juan Eugenio Hernández-Ávila del Instituto Nacional de Salud Pública.
Esos especialistas y funcionarios encontraron que entre el 29 de diciembre de 2019 y el 2 de enero de 2021 la mortalidad en México fue 45.1% superior a la que podría haberse esperado de no haber ocurrido la epidemia. Aunque, por grupos de edad, hay más fallecimientos entre los mayores de 65 años, el segmento más afectado porcentualmente por defunciones en exceso ha sido el de 45 a 64 años, con 71.5%. Entre los ciudadanos de 65 años hubo un incremento del 42.5%. La mortalidad en exceso la han padecido más los hombres (51.3%) que las mujeres (37.2%).
La entidad con mayor exceso de mortalidad fue la Ciudad de México con 57 mil 141 fallecimientos así considerados, que significaron un aumento del 74.4% (a partir de las defunciones ocurridas entre 2015 y 2019 se habían estimado 76 mil 759 para 2020 y hubo 133 mil 900). Le siguen el Estado de México con 54 mil 262 (69%) y Puebla con 26 mil 499 fallecimientos en exceso (68.8%).
En todo el país hubo 326 mil 610 defunciones por encima de la cantidad esperable. A partir de los decesos registrados entre 2015 y 2019 se podía prever que en 2020 habría 723 mil 773 defunciones pero fueron un millón 50 mil 383. Se trata de un incremento del 45.1%. Seguramente no todas esa muertes adicionales se debieron de manera directa a Covid-19. Entre ellas hay defunciones ocasionadas por otras enfermedades que no pudieron ser atendidas de manera adecuada debido a la saturación de los hospitales y al temor para ir en busca del médico. Posiblemente los registros del INEGI para todo 2020, que serán publicados en octubre, ofrecerán un escenario más completo.
Los autores de ese estudio reconocen: “Es probable que el número de muertes atribuidas a Covid-19 en los informes de la SS sea una subestimación del total de muertes causadas por este virus”. Cuando escriben probable se puede entender que reconocen que los informes de la Secretaría de Salud han sido incompletos y ellos mismos ofrecen pruebas de lo cortos que se han quedado. Para explicar la inexactitud de la información que se proporciona a la sociedad ofrecen los siguientes motivos: “Por ejemplo, al inicio de la epidemia, las personas que murieron de Covid-19 pueden no haber sido diagnosticadas debido a un conocimiento inadecuado de la enfermedad o a la falta de disponibilidad de pruebas confirmatorias, y sus muertes pueden haberse atribuido a otro diagnóstico. Igualmente, las muertes que ocurrieron en el hogar o en casas de retiro pueden no haber sido identificadas como asociadas con Covid-19. Adicionalmente, los procedimientos de recopilación y tabulación de defunciones en México no son expeditos, lo que retrasa la identificación temprana del total de muertes”.
Se puede añadir que la falta de pruebas, sobre todo en los primeros meses de la pandemia, así como la decisión de monitorear la información de los contagios con un sistema de vigilancia epidemiológica que tenía carencias importantes, contribuyeron a la debilidad de los datos sobre la expansión del virus. También influyó el enmascaramiento de la enfermedad en muchas personas. Como las autoridades dijeron que sólo había que acudir a los hospitales en casos de gravedad extrema, millares de mexicanos trataron de atenderse en sus domicilios y muchos fallecieron allí. Todos esos factores fueron resultado de decisiones expresas de las autoridades de Salud. La insuficiencia de la información coincidió con el interés del gobierno para aparentar que la epidemia no tenía la gravedad que luego pudo comprobarse.
Ahora se confirma que, durante 2020, tuvimos más de 326 mil defunciones en exceso. En contraste con ellas el 2 de enero la Secretaría de Salud informó que, hasta ese día, tenía registrados 126 mil 850 muertes debido a Covid-19. Seguramente hubo defunciones registradas en las últimas semanas del año que no habían sido contabilizadas y por otra parte, como se ha apuntado, no todos los diagnósticos utilizaron pruebas clínicas para verificar el fallecimiento por esa causa.
La diferencia entre la información que ofrece a diario el gobierno y la contabilidad de actas de defunción es del 157%. Es decir, el número de víctimas a causa de la epidemia, incluyendo a quienes fallecen por enfermedades que no han sido suficientemente atendidas debido a la emergencia, es 2.5 veces mayor a lo que nos informan las autoridades.
En todo el mundo hay un subregistro de las defunciones por Covid-19, pero en pocos países desarrollados hay la disparidad que existe en México entre la información oficial y los datos de exceso de mortalidad. Los investigadores israelíes Ariel Karlinsky y Dmitri Kobak han estimado que en Brasil, Chile, Perú y Estados Unidos, la tasa de subestimación de muertes por Covid-19 ha sido, respectivamente, de 0.8, 0.9, 2.3 y 1.2. En México, calculan que es de 2.4. (“The World Mortality Dataset: Tracking excess mortality across countries during the COVID-19 pandemic”, en medRxiv, 29 de enero de 2021).
A las defunciones registradas hasta los primeros días de este año hay que añadir los 31 mil 700 fallecimientos reconocidos como consecuencia de Covid-19 en el transcurso de enero, aproximadamente 29 mil en febrero y algo más de 7 mil al día de hoy. El sábado 13 de marzo la Secretaría de Salud dijo que desde el inicio de la pandemia en México se habían producido 194 mil 490 defunciones por esa causa. En estos días serán 200 mil, según los datos oficiales.
Si en lo que va de este año la diferencia entre los fallecimientos cuyo motivo fue formalmente acreditado como Covid-19 y las muertes en exceso fue similar a la que se apreció en 2020, entonces esos 200 mil decesos han sido, en realidad, 500 mil.
Esa cifra puede ser algo menor porque desde los últimos meses del año pasado hubo más pruebas disponibles, de tal suerte que existió mayor posibilidad para determinar con certeza el motivo de los decesos cuando se debieron a Covid-19. Aún así y aunque quisiéramos que fuese exagerada, hay sustento para considerar que, entre las muertes por esa causa y las que se han producido debido a las condiciones creadas por la pandemia, México está llegando al medio millón de víctimas.
Las autoridades de salud siguen reacias a reconocer que el alto número de víctimas se deba, aunque sea en parte, a los errores que han tenido en el diagnóstico y la conducción de la epidemia. El artículo que hemos mencionado no se ocupa de los motivos de las muertes en exceso durante 2020. Sin embargo alguien colocó en el “resumen” al inicio del texto una “conclusión” que no tiene relación con el contenido de ese estudio.
Allí se afirma: “Conclusión. En México, el exceso de mortalidad ha sido prolongado en comparación con otros países, con alta variabilidad interestatal. Esto podría deberse a las condiciones socioeconómicas y a la alta prevalencia de comorbilidades que aumentan el riesgo de morir en la población mexicana”.
Esa “Conclusión” es extraña porque en el cuerpo del artículo no se examinan comorbilidades que pueden haber empeorado el Covid-19 (hipertensión, diabetes, obesidad, etc.) y mucho menos se discuten las condiciones sociales o económicas de las víctimas. La mencionada “Conclusión”, que en realidad no lo es, coincide con el diagnóstico que han insistido en propalar funcionarios como López Gatell. Dicen que en México la epidemia ha sido peor porque hay muchos mexicanos obesos y que comen comida chatarra. Las cosas no han sido tan simples. Hay otros datos que, por lo pronto, indican que la pandemia ha sido y es mucho peor de lo que cada noche informan las autoridades.