Ciudad de México a 21 de noviembre de 2016
“MÉXICO: FRENTE AL TRIUNFO DE LA IRA”.
I.- POR UNA CONVERSACIÓN Y UNA ESTRATEGIA NACIONAL.
El país más importante del mundo, nuestro vecino dividido casi a la mitad, decidió otorgar el poder presidencial a un personaje amenazante, conservador, xenófobo y que hizo del discurso contra México uno de los ejes más agresivos de su campaña.
No tiene ningún sentido político ni intelectual minimizar ese hecho que abre un capítulo de convulsión en casi todos los frentes: desde los derechos humanos, hasta la economía; desde la política internacional y la migración, hasta la condición ambiental del planeta. Dado el tamaño de nuestra vecindad; dadas nuestras inmensas disparidades y dada la densidad de las relaciones mutuas, ningún otro país como México padecerá las consecuencias de la llegada del señor Trump a la Casa Blanca.
Dicho de otra manera: la llegada de Donald Trump abre un a fase de incertidumbre para casi todo el mundo, NO para México. Nuestra nación entra sin remedio a una fase de pugna y desafío en temas centrales de nuestra vida y de nuestro desarrollo y por eso debemos estar preparados. Tal es el sentido del presente pronunciamiento.
Creemos que es imprescindible comenzar una amplia conversación nacional organizada y sistemática -con la sociedad y el Estado- para enfrentar una agenda agresiva y discriminatoria, como no había sido conocida en la historia democrática, o al menos, en la historia de las relaciones internacionales de los Estados Unidos.
El cambio en la actitud del gobierno estadounidense hacia México y los mexicanos –residentes aquí o allá- obliga a tomar en serio y en toda la línea, cada una de las amenazas del señor Trump.
Hay que asumir la vasta emergencia que plantea la elección de un personaje intolerante y conservador (ésos términos no lo califican, apenas lo describen). Su campaña estuvo articulada por mentiras reiteradas, sus propuestas en materia de política interior escindirán aún más a la sociedad estadounidense, la intemperancia de sus iniciativas en el plano internacional son una amenaza para el mundo. La coincidencia de Trump con los movimientos de derecha más extrema como el Ku Klux Klan y sus similares que han avanzado en Europa, lo perfilan como punto de referencia de políticas regresivas y anticivilizatorias. El regocijo que han manifestado ante su triunfo gobiernos autoritarios como el de Vladimir Putin en Rusia, suscita un temor fundado ante las posibilidad real de una regresión geopolítica que desconozca los compromisos y la legalidad creadas -tan laboriosamente- en las instituciones internacionales como las Naciones Unidas.
Es correcto emprender medidas consulares puntuales e inmediatas, pero los llamados genéricos a la “tranquilidad”, la reiteración de fraseos nacionalistas, los llamados a la unidad sin contenidos concretos ó la invocación a nuestra “solidez macroeconómica” no solo no inyectan certidumbres, sino que exhiben una orfandad estratégica que debemos superar lo más pronto posible.
En suma: se trata de diseñar una estrategia nacional, deliberada y acordada, a la altura del nuevo y ominoso contexto.
II.- ¿DESHACER AMÉRICA DEL NORTE?
Los Estados Unidos son una democracia en la cual, el candidato que obtuvo mayor número de votos… pierde. Pero independientemente de las deformaciones institucionales y de las condiciones que definieron la votación en Norteamérica, la elección de Trump representa, sin matices, la llegada del racismo, el desprecio hacia los mexicanos, el armamentismo, la depredación ecológica, el ultraje a los derechos de las mujeres y la abolición de acuerdos y reglas para el comercio y la convivencia internacional. Su insistencia para tender un muro completo a lo largo de la frontera y para hacer de los trabajadores mexicanos en Estados Unidos, los chivos expiatorios sobre quienes se descarga el resentimiento de los sectores conservadores de esa sociedad, dan cuenta del simplismo y la arbitrariedad que están por instalarse en ese gobierno, y peor: se trata de la propagación explícita de anti-valores que pueden carcomer y destruir lo mejor de aquella nación.
La posibilidad que el Presidente electo tiene para desplegar medidas que hasta hace poco parecían sólo desplantes (por ejemplo “renegociar” el TLC), se acentúa porque cuenta con mayoría en las dos cámaras del Congreso estadounidense y porque muy probablemente asumirá una parte del control del sistema judicial, a pesar de su descentralización.
Todo esto representa para México, un enorme desafío, uno de los más grandes que ha enfrentado la política exterior de nuestro país a lo largo de la historia. Su triunfo electoral ha creado, de inmediato, un clima de persecución y hostilidad que no se conocía en contra de los mexicanos, o de estadounidenses de origen mexicano, en aquel país. La amenaza de Trump para deportar a “dos o tres” millones de compatriotas, automáticamente criminalizados, o de intervenir y gravar las remesas a México, enviadas por nuestros compatriotas que trabajan en Estados Unidos, constituyen un abuso que afectará de inmediato a millones de familias y, de manera más amplia, a la economía de nuestro país como también a la economía de los E.U.
Con claridad, aparece un viraje histórico y geopolítico: se plantea deshacer el bloque económico y comercial de América del Norte, o sea el proyecto sobre el cuál, México había alcanzado un lugar en la globalización.
El balance real del TLC (y su modelo económico asociado) es una discusión pendiente, pero lo que es un hecho, es que ese Tratado sigue siendo el marco institucional que dio dirección a la organización productiva de México en los últimos 22 años, lo mismo en la industria manufacturera que en áreas completas del sector agropecuario y por supuesto el financiero.
A la agenda discriminatoria de Trump, se agrega pues, la cancelación de un trabajoso esfuerzo que México ha construido a costa de toda una generación. Desconocer o desestimar la gravedad de ese nuevo entorno resulta irresponsable. Creer que se pueda articular una respuesta exclusivamente “técnica”, también. De inmediato, México tiene que emprender medidas para atender urgencias como las siguientes.
III.- POR UNA ESTRATEGIA FUNDADA EN PRINCIPIOS Y EN LA LEY.
Ya se ha dicho: la respuesta ejemplar y más digna a la elección del señor Trump, fue formulada por la Canciller Angela Merkel. “Alemania y Estados Unidos están unidos por los valores de la democracia, la libertad, el respeto a la ley y la dignidad humana, independientemente de su origen, color de piel, religión, género, orientación sexual o ideas políticas. Ofrezco al próximo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, una estrecha cooperación basada en estos valores”.
1.- La continua afirmación de esos principios deberían ser la base de la diplomacia mexicana en todo foro, espacio, encuentro, acción o iniciativa internacional.
2.- Principios, pero también los derechos y las leyes que los enmarcan. Hay que recordar siempre que los mexicanos que viven en Estados Unidos, con papeles o sin ellos, tienen sus derechos protegidos por la Constitución norteamericana y por el marco jurídico internacional.
A despecho de los sectores del nacionalismo reaccionario, Estados Unidos cuenta con un régimen de protección que debe ponerse en acto, en el que es preciso insistir y hacer respetar. Ese es el deber número uno del cuerpo diplomático en México.
3.- Aún más: la acción de la política exterior mexicana debe abrirse en varias direcciones: frente al Ejecutivo estadounidense, pero también al lado de los Estados y las Ciudades civilizadas que han comprendido la gravedad de la ofensiva trumpista. Para empezar, Nueva York, Los Ángeles y Chicago; hablar y acordar iniciativas con gobernadores, cuerpos legislativos estatales y alcaldes, mediante encuentros oficiales y acuerdos formales. Un reconocimiento de la posición de Canadá cuya relación con nosotros debería tornarse más estrecha, intensa y solidaria. Y por supuesto un activo trabajo de información y reporte de la situación real en las Naciones Unidas. La Secretaría de Relaciones Exteriores tiene en estos momentos, una tarea y una responsabilidad inmensa.
4.- Defensa de los mexicanos —y de México— en Estados Unidos. Hay que fortalecer a la Secretaría de Relaciones Exteriores y en los consulados de México en Estados Unidos a las áreas protección y vinculación comunitaria. Eso supone destinar más recursos presupuestales para la contratación y capacitación de personal, así como para el fortalecimiento de las estrategias de defensa legal y de empoderamiento de las comunidades mexicanas que ya existen. Los consulados realizan hoy en día una tarea titánica que, sin embargo, en esta coyuntura se verá totalmente desbordada si no se aumentan sus recursos. El Congreso tiene aquí una responsabilidad inmediata, y la Secretaría de Relaciones Exteriores también.
La Embajada de México en Washington y cada uno de los 50 consulados necesitan reforzar su capacidad para vincularse positivamente con actores locales que tengan incidencia en el entorno político y social en el que viven nuestras comunidades: organizaciones de la sociedad civil, empresarios, medios de comunicación, etc. Deben trazar mapas de posibles aliados y conducir la diplomacia consular al máximo de sus capacidades, para contrarrestar las tendencias xenófobas y para explicar la aportación de los trabajadores mexicanos y de México como país, a la economía, la sociedad y la cultura en Estados Unidos.
5.- Es necesario entablar o restablecer el diálogo con dirigentes políticos y representantes en todo E.U., en el Partido Demócrata pero también en el Republicano existen estadounidenses, en todos los niveles de representación y en todo el país, que son o pueden ser sensibles a la circunstancia. La diplomacia de nuestro país no debe limitarse al cabildeo en Washington.
En la misma dirección, el Gobierno mexicano debe respaldar a las organizaciones de migrantes en Estados Unidos que suelen ser la referencia más cercana a nuestros compatriotas que viven en aquel país cuando requieren apoyo legal (por ejemplo http://sep.am/UOMD2b). Una diplomacia activa tendría que colaborar, sin demérito de la autonomía que reclaman, con organizaciones de ese corte.
6.- Contra la política de la mentira, México debe (debió empezar hace tiempo) una masiva campaña de información acerca de los hechos, la diversidad, las contribuciones y los beneficios reales, que los Estados Unidos reciben de su relación con nuestro país y con los mexicanos.
El Estado mexicano debe articular una ambiciosa, intensa y constante tarea de promoción en Estados Unidos que, por un lado, sume los esfuerzos de gobierno y sociedad y, por el otro, incluya a la diáspora mexicana en Estados Unidos (que hoy asciende a 35 millones de personas). Si la campaña de odio de Trump ha puesto a los mexicanos en el centro del debate público de ese país, hoy existen más condiciones para responder a esa circunstancia, difundiendo las aportaciones económicas, materiales y culturales mexicanas. Esa no es una tarea de relaciones públicas ni se resuelve simplemente contratando agencias de publicidad. Hacer de la promoción de México una tarea de Estado implica involucrar a nuestra sociedad en el esfuerzo para decir, defender y difundir nuestras razones. Periodistas, artistas, estudiantes universitarios y trabajadores mexicanos que se encuentran en ese país pueden ser nuestros mejores embajadores. Los medios de comunicación del Estado mexicano, que tienen repetidoras o convenios de retransmisión en Estados Unidos, tendrían que mantener de manera articulada, creativa e incluyente la presencia de nuestro país.
7.- Sin exageraciones pero sin minimizar esa amenaza, debemos prepararnos para atender la migración de retorno y generar políticas para su efectiva reinserción en el ámbito laboral y escolar, en el sistema de salud y en la sociedad. Es un proceso que por lo demás, ha sido creado por la realidad misma y no por los mitos del señor Trump: entre 2009 y 2014, más de 2 millones 600 mil registros de repatriación, causadas por numerosas iniciativas locales anti-inmigrantes y que de suyo, anunciaban las pulsiones políticas y sociales que llevaron al triunfo del señor Trump. Este flujo de vuelta puede incrementarse, ya sea porque el entorno hostigará a más de nuestros connacionales o porque aumentarán las deportaciones racistas directas. El país debe prepararse.
8.- Refrendar los compromisos internacionales de México. Buscar y fomentar alianzas internacionales en asuntos de importancia planetaria, como por ejemplo, el combate al cambio climático. Trump se ha referido a este tema como “un cuento chino”, literalmente. Si los E.U. desconocen su compromiso con los Acuerdos de París que llevaron años para alcanzarse, hay que poner en marcha nuestra diplomacia para que otras potencias mantengan su palabra. Potencias como, precisamente, China. Quizás nuestra política internacional no había sido tan exigida como en los tiempos que corren, y por lo tanto necesitamos de una visión, un pensamiento y una acción nueva, genuinamente global.
El cambio climático y la reducción de emisiones de gases debe seguir siendo una prioridad indiscutible de México, al interior y hacia el mundo, por nuestra ubicación y geografía que nos vuelve un país extremadamente vulnerable.
9.- Hay también una agenda interna, especialmente en materia económica. Las amenazas de Trump obligan a emprender con mayor rapidez, decisiones y reformas que han sido postergadas en México. No deberían evadirse acciones como estas.
Rectificar el esquema de rígida austeridad y las admoniciones repetitivas de más y mas recortes como “única vía” para construir la credibilidad de los mercados. Nosotros sostenemos, por el contrario, que los mercados creen sobre todo, en las economías que crecen y eso es lo que necesitamos justamente ahora, ante los destrozos económicos y comerciales que promete el neoproteccionismo resucitado por Trump.
Dar paso a un programa masivo y transparente de inversión, producción y empleo, justo en estos momentos, a partir del incremento de la inversión pública en infraestructura indispensable.
Incluso sectores del empresariado nacional, como el Consejo Coordinador Empresarial, proponen invertir 12% del PIB en infraestructura el próximo año, lo que demuestra que los consensos nacionales son posibles ante la gravedad de la circunstancia por venir.
10.- Iniciar una política consistente y gradual de recuperación de los salarios en México. En este terreno, por desgracia, las advertencias de Trump no tienen respuesta. Es cierto: los salarios mexicanos son demasiado bajos y permanecen así, de un modo artificial desde hace mucho tiempo. Por eso ha acusado a México de ejercer un dumping-social y que lo utilice como uno de sus arietes para la confrontación bi-nacional.
Pero además, iniciar esta política distributiva, contribuirá a fortalecer el propio mercado interno y ¿porqué no decirlo? a la esperanza y el clima anímico de millones de trabajadores. Hace falta una política de recuperación salarial para todos, pero es necesario comenzar por el nivel más bajo: los salarios mínimos.
11.- En medio de la adversidad hay que aprovechar las ventajas que ofrece el tipo de cambio, y apostar decididamente por el motor exportador, diversificando el comercio mexicano con medidas precisas y capaces de ofrecer resultados a breve plazo. La medicina predilecta del Banco Central (subir las tasas de interés) debe evaluarse con rigor, precisamente porque hoy las exportaciones mexicanas son más competitivas y son uno de las pocas fuerzas de arrastre que pueden evitar una nueva recesión.
Enfáticamente: México no puede contemplar la llegada a la Presidencia de Donald Trump, sumido en una recesión. Nada sería más catastrófico para nuestra nación, que nuestros compatriotas allá y acá, encontraran un país con su economía contraída, paralizada, sin generar más empleos y con los bajos salarios de siempre.
12.- Ante las dificultades previsibles en el Norte, hay que explorar al Sur y a otros puntos cardinales. Las alianzas comerciales con Europa y Asia adquieren una importancia mayor, y sin complejos tienen que ser impulsadas con inteligencia y realismo.
Es posible que el proteccionismo agresivo de Trump, impacte a Canadá y se haga inevitable rediscutir el TLC. Es imperativo preparar un grupo técnico y plural que indague con seriedad los resultados del Tratado, y más que “renegociar”, confeccionar propuestas precisas ante los que todavía son hoy, nuestros socios comerciales.
13.- Y si la agenda de la región norteamericana va a vivir un viraje a tal modo drástico, nos parece obligado incorporar a ese cambio histórico, el fin de la guerra contra las drogas y la posibilidad de su legalización en México, como en los Estados Unidos. Esa guerra es una política fracasada; una forma de intervencionismo impuesta por nuestros vecinos y en la que México ha pagado un costo humano y material, demasiado alto. Esta iniciativa debe ser considerada seriamente dentro de nuestra política interior como en nuestra agenda hemisférica.
IV.- FRENTE A LA IRA NACIONALISTA: APERTURA, RESPETO A LOS E.U. E INCIATIVAS PROPIAS.
Las anteriores son apenas algunas medidas que pueden formar parte de un amplio plan de acción en respuesta a este momento de excepción. En el diseño de esa estrategia tendrían que participar el gobierno, los legisladores y partidos políticos, pero además empresarios, dirigentes sociales, académicos, comunicadores, la sociedad mexicana toda.
El Estado no puede ni debe encarar solo un desafío con un triple carácter: nacional, regional y universal. Esta circunstancia inimaginable hace apenas algunos meses, requiere de un esfuerzo de conciliación, interlocución y acción por parte de los más variados sectores y ciudadanos.
Exhortamos al Congreso de la Unión para que convoque lo antes posible a una Conferencia Nacional en donde la inteligencia del país contribuya a enfrentar con ideas, iniciativas y compromisos claros, el majadero desafío lanzado por Donald Trump. México tiene que responder, y puede hacerlo.
Pero en esa tarea, es muy importante no caer en el doble espejismo: por una parte apostar por una supuesta “moderación” de Trump como Presidente y por otro lado, la avalancha que nos llega del norte también llena de prejuicios. No debemos ver a una nación como los Estados Unidos absorta o dominada absolutamente por la intemperancia y el salvajismo. Todo lo contrario: lo que vemos son sectores sensibles, abiertos, racionales y con capacidad de influir en el curso de los acontecimientos en aquella nación.
México debe mostrar su respeto y su esperanza con iniciativas firmes, dichos y hechos que nos encuentren con amigos, simpatía, afinidades y con lo mejor de nuestra historia compartida.
Nuestra admiración por E.U., por sus logros, su ciencia, su tecnología, su arte, su cultura, y nuestra apertura e iniciativas soberanas, son la carta de presentación y lo que distinguirá la estrategia mexicana, de la política y el desventurado triunfo de la ira.
Firman por el Instituto de Estudios para la
Transición Democrática:
Blanca Acedo, Adrián Acosta, Antonio Ávila, Antonio Azuela, Maite Azuela, Marcela Azuela, Francisco Báez, Arturo Balderas, Gabriela Becerra, David Bernal, Jorge Bustillos, Julia Carabias, Esperanza Carrasco, Agustín Castilla, Salomón Chertorivski, Enrique Contreras Montiel, Mariana Cordera, Rolando Cordera Campos, Alfredo Cordero, Salvador De Lara, Jorge Delvalle, Guillermo Ejea Mendoza, Carolina Farías, Carlos Flores, Antonio Franco, Jesús Galindo, Christian García, Carlos Garza Falla, Luis Emilio Giménez Cacho, Anamari Gomíz, Germán González Dávila, Fabián González, Sebastián Guevara, Lucía Guijarro, Jorge Hernández, Rollin Kent, Laura Koestinger, Marta Lamas, Leonardo Lomelí, Claudio Lomnitz, Sergio López Ayllón, Miguel Ángel López, Carlos Martínez, Javier Martín-Reyes, María Marván, Teresa Moisés, Rosa Elena Montes de Oca, Juan Adolfo Montiel, María Cruz Mora, Paloma Mora, Patricia Ortega, Itzel Ortiz, David Pantoja, Virginia Pérez Cota, Jacqueline Peschard, Alfredo Popoca, Enrique Provencio, Paula Ramírez, Ariel Rodríguez Kuri, Pamela Rodríguez, Rosa Rojas, Jorge Javier Romero, Jaime Ros, Pedro Salazar, Mariano Sánchez, Armando Sánchez Martínez, Hortensia Santiago, René Torres-Ruiz, Raúl Trejo Delarbre, Jaime Trejo Monroy, Leonardo Valdés, Manuel Vargas Mena y José Woldenberg.
Ricardo Becerra L (Presidente).