Ricardo Becerra
La Crónica
13/04/2020
La parte principal de nuestra economía ya está recibiendo su peor golpe en años, en casi todos sus frentes y de manera simultánea: están cayendo las remesas, lo mismo que las exportaciones; el turismo se suspende, mientras nuestros pequeños negocios permanecen cerrados. Los flujos globales de la inversión nos abandonan y no están llegando nuevos. Por todo eso, los dólares empiezan a escasear y nuestra moneda se deprecia.
Mientras todo eso sucede, el ingreso del gobierno desciende en una intensidad aún desconocida, pero con una dirección hacia el fondo. Pronto el funcionamiento de lo más básico, digamos, los sueldos de quienes trabajan en el Estado, la operación de las instituciones, los grandes programas sociales, los megaproyectos, Pemex y los pagos de deuda soberana tendrán que reconocer que las cuentas no cuadran. No lo deseo, pero ese es el futuro previsible con la evidencia disponible: estamos viajando, en cámara rápida, al escenario de una crisis fiscal.
En este escenario, la austeridad (fórmula traída y llevada para cualquier ocasión) no funcionará y se vendrá abajo eso que el presidente de la República denominó como la “vía mexicana” para enfrentar la crisis. Insisto: no tenemos un solo dato sobre la mesa que abone al optimismo, lo cual nos conduce a reconocer lo antes posible, que vamos a necesitar la ayuda del mundo, una agenda propiamente internacional en la que deberíamos estar actuando (espero que se dé tiempo nuestro Canciller, ocupado como anda, de la coordinación de las labores internas).
- México tendría que estar proponiendo ya, con otros países de América Latina, un nuevo calendario para el pago de la deuda externa ante los organismos internacionales y la banca mundial. Retomar las obligaciones hasta el primer trimestre de 2021. Parto de una constatación: va a haber declaraciones de insolvencia en muchas naciones, lo mejor es una insolvencia pactada, prevista y ordenada. Ojo: no se trata de un escenario en el que una irresponsable y perezosa nación falta a sus deberes, sino de una calamidad inesperada que tenemos que gestionar de manera coordinada, el reconocimiento financiero de un problema que ha rebasado al planeta.
- Por eso mismo México debería proponer la creación de un grupo de G-20 que coordinará la respuesta financiera internacional en diversas líneas (por ejemplo, la emisión los derechos especiales de giro, DEG por parte del Fondo Monetario Internacional) y que establezca prioridades, suspensión de cargas y nuevos préstamos a los países en desarrollo mientras se despliega la crisis.
- El presidente López Obrador tuvo una intuición correcta: estamos entrando a un pasaje loco en el que los países pujan por materiales médicos de emergencia, lo cual encarece su precio. Esto debería ser materia del grupo antes mencionado, para regular esa competencia, evitar el alza, la especulación y asignar recursos conforme las urgencias de salud reales que reclaman las sociedades nacionales.
- El fortalecimiento radical de la Organización Mundial de la Salud y la creación de un fondo para apoyar decisivamente los sistemas públicos de salud en el tercer mundo. No está clara la fecha ni la forma en que escaparemos de esta situación, está claro, por el contrario, que vamos a necesitar inyectar grandes recursos a la primera línea de la batalla: doctores, enfermeras, hospitales, insumos, investigación, tratamientos masivos, al conjunto de los servicios de salud, y lo tenemos que hacer ya.
Porque hasta este punto, la lucha contra la pandemia se ha escenificado en las naciones más desarrolladas, China, el sudeste asiático, y las visiones y vivencias son terribles. Ahora el COVID-19 viene al subdesarrollo donde sabemos sensatamente que las cosas serán peores.
No tiene sentido abrazar una bandera de singularidad nacional, si miles y miles perderán la vida en sociedades tan desiguales, con tantos rezagos y con sistemas de salud tan debilitados. La ayuda internacional es una asignatura obligada y más vale que el gobierno defina esa agenda en la que nos jugamos la convivencia, la salud, el desempleo, el empobrecimiento de millones y la vida de miles de mexicanos.