Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
09/03/2020
Millones de mexicanas hacen historia este lunes 9 de marzo. La hicieron ayer al colmar las calles de violeta y verde con la convicción y el coraje, pero también la alegría y la frescura, de un movimiento que ya ganó aunque no todos sus triunfos se cosecharán de inmediato. Estamos ante la movilización social, de alcance nacional, más concurrida en la historia de México.
El paro hace evidente, en su ausencia, la presencia de las mujeres en la vida pública. Un Día sin Mujeres es la expresión de las mexicanas que han sabido reconocer, en su identidad de género, las coincidencias necesarias para marchar y ausentarse juntas y contribuir a la misma causa de muchas maneras. Yo no fui a trabajar y me reuní con amigas para hablar de nosotras; en la escuela no tuvimos clases pero reflexionamos sobre este día; yo tuve que ir al hospital pero llevé un listón violeta; nosotras nos juntamos a editar entradas de Wikipedia sobre mujeres; con varias compañeras estuvimos tuiteando y mandando cadenas de WhatsApp con demandas del movimiento… Con muchas voces y voluntades diversas se articula una sola y resonante voluntad: ya basta de violencias y discriminaciones contra las mujeres.
Las mujeres que marcharon ayer en ciudades de todo el país y quienes hoy, cada quien a su manera, participan en el paro nacional, contarán a sus hijas y a sus nietas que formaron parte activa en los hechos de estos días. Podrán decirles que estas fechas fueron definitorias para vencer atavismos y que el cambio en procedimientos y reglas, pero sobre todo en la actitud y las convicciones de la sociedad toda, habrá sido posible gracias a la contundente cohesión demostrada por esos millones de mujeres.
En los momentos de sosiego que propicien hoy, igual que ayer en las avenidas con pancartas y gritos, millones de mexicanas habrán pensado en la desdichada e inaceptable suerte de Ingrid Escamilla, la joven de 25 años que estaba orgullosa de su maestría en Empresas Turísticas y cuyo horrendo asesinato, confesado por su pareja, fue aprovechado por la prensa sensacionalista que lucró con fotografías que no deberían haberse publicado. Tendrán un recuerdo para Alicia Cortez Lara, la mujer de 39 años que desapareció el día que iba a terminar con el novio que la maltrataba y cuyo cuerpo fue encontrado después en la cisterna de una casa en Ecatepec.
Las protagonistas de este Día sin Mujeres tendrán presente a Abril Pérez Sagaón, amenazada por su marido al disputar la custodia de sus tres hijos y que fue asesinada a balazos en noviembre por sicarios contratados para ello. Recordarán a la pequeñita Fátima Cecilia Aldriguett, de 7 años, asesinada por una pareja de desquiciados que la habían secuestrado al salir de la escuela en Xochimilco.
Hoy millones de mujeres pensarán en víctimas de la violencia y la impunidad como Linette Dayanara Enríquez González, la muchacha de 17 años asesinada el mes pasado y que apareció en un canal que cruza Tijuana con el rostro desfigurado y un disparo en la cabeza. Este día es de exigir justicia para mujeres como Mariana, la estudiante de medicina de 23 años que fue asaltada y apuñalada en Villahermosa cuando llegaba a su casa la semana pasada. O para respaldar a María Elena Ríos Ortiz, la valiente saxofonista oaxaqueña de 27 años a quien le desfiguraron el rostro con ácido después de que había roto la relación que tenía con un individuo, diputado y empresario, que la amenazó de muerte.
El paro de este lunes, como las marchas del domingo, no serían posibles sin la entereza de mujeres de todas las condiciones y profesiones que han remontado, o quieren superar, temores y amenazas para denunciar al jefe acosador, al marido que golpea, al profesor chantajista, al policía abusador, al cura pederasta, al entrenador que asedia.
Hoy esas mujeres se saben muchas. Se reconocen con derechos. Esas mujeres se han percatado de su fuerza peculiar y única. Están demostrando, y demostrándose, que son capaces de una extensa y maciza solidaridad, forjada en el miedo y la ira pero en algo más. Se trata de la sororidad, que es la “relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento” según el Diccionario de la RAE.
Esa fuerza única trasciende banderías políticas e ideologías convencionales pero, desde luego, es política y se sustenta en ideas. Igualdad y derechos son ejes centrales en las exigencias de las mujeres. El combate a las muchas discriminaciones que imponen la disparidad social pero sobre todo la prepotencia de no pocos hombres y el sexismo en todos los terrenos, articulará la agenda de las mujeres a partir de mañana.
La demanda específica es detener la violencia feminicida y esa urgencia sólo podrá cumplirse con modificaciones reales que pueden tomarse hoy mismo. Si tuviéramos un Congreso comprometido con esa agenda en pocos días podrían aprobarse reformas legales para agilizar los procedimientos en casos de violencia contra las mujeres. Si el Poder Judicial escuchó los reclamos de ayer y los silencios de hoy, podría destrabar centenares de casos que mantienen sin castigo a los culpables de agresiones contra mujeres. El gobierno podría reconocer la prioridad que tienen guarderías y estancias infantiles y, cuando hiciera falta, rectificar decisiones mal tomadas que han afectado derechos de las mujeres. Hay propuestas como la creación de Centros de Justicia en donde las mujeres víctimas de violencia encontrarían todas las facilidades para denunciar y recibir atención, que podrían cumplirse en poco tiempo.
Millones de mexicanas se respaldan mutuamente y también han identificado a quienes desdeñan sus derechos. En estos días la oleada de las mujeres ha evidenciado a la verdadera derecha que no está en ese movimiento, como con tan deplorable torpeza considera el Presidente de la República, sino en personajes paleolíticos como el impresentable cardenal Juan Sandoval Íñiguez. La movilización de las mujeres ha inquietado sobremanera a grupos de corte fascista que son absolutamente minoritarios pero que adquieren notoriedad en las redes sociodigitales y a veces en las calles.
La oposición más numerosa a las mujeres que luchan por sus derechos la ha encabezado López Obrador. El Presidente no ha aprovechado, ni un solo día, la oportunidad que tenía para dejar de decir despropósitos acerca de esa movilización. Los grandes momentos en la historia ponen a cada quien en su lugar. En este caso, por desgracia para el país, el Presidente de la República, al descalificar e incluso difamar y tratar de entorpecer la movilización de las mujeres, se colocó a contracorriente de estos cambios.
El movimiento de las mujeres ya es victorioso. La extendida conciencia social a favor de sus derechos, la contundencia de una causa que sólo puede ser negada desde un exacerbado delirio (y debido a esa enorme falta el gobierno experimentará su fracaso más estrepitoso) y la unidad entrañable, alegre y obstinada que han demostrado, son triunfos irreversibles de las mujeres que se manifiestan y hacen presentes. Por supuesto no basta con ello. Faltan cambios, lo mismo en la impartición de justicia que en la mentalidad de muchos mexicanos. Del dicho feminista a los hechos en la vida diaria podemos ser inconsecuentes y embaucadores. La batalla que sigue será larga, en ocasiones ardua, por los derechos, de veras, de las mujeres. Pero el principio del fin ya comenzó.
Después de estas jornadas de apogeo y centralidad pública el movimiento de las mujeres tendrá que aguzar sus capacidades de influencia, e incluso de autocrítica, para tener continuidad y éxito. La enorme mayoría de quienes marcharon ayer en numerosas ciudades no comparte la violencia de las feministas más radicales, para quienes los agravios padecidos justifican el vandalismo. El feminismo auténtico no puede crecer a partir de agresiones y tiene que deslindarse, aislándolas, de las violentas. También tiene que revisar la impostada suficiencia de quienes consideran que únicamente las mujeres, ellas solas, lograrán que sus derechos sean cumplidos. Esa suerte de mujerismo, que actúa como si no hubiera una sociedad plural incluso en términos de género, llega a propiciar la auto segregación de las mujeres. El feminismo dialoga, en una actitud pedagógica como la que ha desplegado en estos días, con el conjunto de la sociedad.
Las semillas que sembraron las tenaces y lúcidas mujeres que hablaron de feminismo desde hace décadas, así como el ánimo y las contribuciones de dos generaciones de mujeres que han continuado con esa causa, germinaron ayer en ríos de ciudadanas cuyos atavíos violeta se amalgamaban con el tono de las jacarandas. Miles de mujeres que jamás habían asistido a una manifestación marcharon ayer y, cada cual según su circunstancia, estarán en el paro de este lunes. Falta mucho, sin duda. Se trata de una transformación cultural y política que tiene un enorme porvenir.