Ricardo Becerra
La Crónica
23/08/2020
No recuerdo una acción gubernamental más grotesca que la pretendida contra la revista Nexos por parte de la Secretaría de la Función Pública, quien —en uso de facultades que no tiene— intenta imponer —con motivo que no demuestra— una vasta sanción. Ni lo uno ni lo otro.
Los abundantes fanáticos a cargo en este gobierno están más ocupados en exhibir su propia devoción a López Obrador que en fundamentar con razones y ley, sus pretendidas “acciones ejemplares”.
Son “las ansias que enceguecen” (Dostoievski) y por eso provocaron ya lo contrario a lo que buscan: ni amedrentar ni arrinconar al pensamiento crítico. Provocan sí, una sana oleada de solidaridad y apoyo natural a la revista. A la cual me sumo entusiasta, y quiero explicar por qué.
No es, sólo ni principalmente, que estemos ante una empresa cultural decana en el país, permanente y perseverante, durante 42 años. Eso ya sería bastante. La valía de Nexos es de una dimensión mayor y más específica: ninguna otra revista en el México de entre siglos ha intentado atravesar los dominios del debate público, la política, la economía, la sociedad, la filosofía, la literatura, la estética, con la misma libertad y extensión desde la izquierda, o mejor, desde una izquierda que se ha querido portadora de principios racionales, democráticos y pluralistas.
Y esta es la gran diferencia frente a todo lo demás vivido en México durante el siglo XX: el horizonte que la revista abrió y sigue abriendo. Nexos ha sido un gran propósito —insisto, desde cierta izquierda— por ampliar la conversación y no para cerrarla; una renuncia a la dogmática tan característica de esas corrientes a lo largo de todo el siglo XX; Nexos ha sido un vehículo para ir en busca de todos los elementos posibles, para detonar el debate, no para declarar aburrida y solemnemente, una verdad.
Nexos ha tomado postura, pero no ha bloqueado nunca, voces diversas, incluso contradictorias. En este sentido, esa publicación ha sido durante cuatro décadas una ventisca oxigenante hacia la izquierda y hacia el resto de la sociedad: permanecer alertas al cambio porque tenemos que escuchar lo nuevo, el conocimiento producido recientemente en México, las pulsiones del mundo y los pensamientos distintos.
Enrique Florescano, como el gran historiador que es, lo escribió a propósito de los cuarenta años de su fundación: Nexos trataría de llevar al público lector, el conocimiento que estaba siendo producido en las universidades y centros de estudio mexicanos, ese que normalmente se quedaba allí, dentro de su propia burbuja.
Había que articular un instrumento legible para elevar una cultura pública basada en la investigación nacional que, de todos modos y a pesar de todo, estaba generando este país.
Para tres generaciones Nexos ha sido la plataforma en la cual, el trabajo y producción universitaria encontraron una salida masiva, con una sola condición: reconocer que conocimiento y divulgación no es vulgarización. Pues en libertad y democracia, abundaron un montón de publicaciones, revistas y periódicos en los que se decía lo que se podía, pero Nexos mantuvo un estándar de rigor que lo convirtió en un referente insustituible para el estudio, la discusión y el crecimiento de la comunidad intelectual y cultural.
En resumidas cuentas: Nexos nació para el diálogo y confrontación con las izquierdas y recolectando los nutrientes académicos más interesantes de los centros de investigación y las universidades de México.
Disciplinas y posturas distintas se unieron para encarar un debate político en un cambio de época, complejo, a ratos indescifrable: Enrique Florescano, Carlos Monsiváis, Héctor Aguilar Camín, Carlos Pereyra, Rolando Cordera, José Woldenberg, Marta Lamas, Soledad Loaeza, Adolfo Gilly, Arturo Warman, Arnaldo Córdova, Lorenzo Meyer, Guillermo Bonfil Batalla, Ruy Pérez Tamayo, Lourdes Arizpe, Mauricio Merino, Luis González de Alba, Fernando Escalante, Luis Miguel Aguilar, Rafael Pérez Gay, José Joaquín Blanco (miles más que no cito por falta de espacio) y en la discusión mundial, Perry Anderson, Norberto Bobbio, Erick Hobsbawm, Ludolfo Paramio, centenas de autores y debates actuales, asuntos internacionales o locales, propuestas temáticas con las antenas bien puestas que de suyo conforman una guía para la comprensión del presente, para los historiadores del futuro y por derecho propio, hacen parte fundamental de la cultura mexicana del siglo XXI.
No sé cuantos países pueden exhibir este lujo cultural: cada inicio de mes, contar con una revista de la calidad de Nexos y de sus siamesas, Vuelta de Octavio Paz o su legítima heredara, Letras Libres a cargo de Enrique Krauze. Pero —a parte de las ediciones de cada una— su constante aparición, proposición y contraposición de autores, idearios, enfoques y campos de investigación, se han convertido en contrapunto fecundo que nutren nuestra vida espiritual.
De modo que Nexos, es un patrimonio histórico, una proposición legítima que se ha mantenido por casi medio siglo y que ahora encara una amenaza burda, quizás la de mayor talante autoritario en su historia editorial.
Tras 42 años, Nexos es parte de nuestra vida democrática. El lugar de encuentros y de cruces donde el pensamiento de izquierda mexicano se modernizó, debatió mil veces consigo mismo, encontró su lugar en el mundo para abandonar el pensamiento mágico de las tremendas transformaciones y optó por el sensato, racional y sano reformismo de la democracia con cierto sentido de igualdad social. Una de las conquistas intelectuales de las últimas generaciones que, decididamente, nos corresponde defender.