Ricardo Becerra
La Crónica
12/07/2020
Primero interrumpieron la presentación de información diaria, en conferencia de prensa de cara al público, contradiciendo lo que ellos mismos habían comprometido desde el inicio de la crisis. Así, nos quedamos sin esa certeza mínima -desactualizada y defectuosa- sí pero que había sido base para las decisiones y la discusión pública nacional.
Luego, en una escena arrebatada, saltó por los aires el sistema de “semáforos”, y acto seguido se declara suspendido hasta nuevo aviso. Y así, en un vacío de información creado por el gobierno mismo, el Presidente de la República lanza este mensaje improbable: “La pandemia por COVID-19 ha perdido fuerza y el número de fallecimientos ha disminuido en el país” (El Universal, 11 de julio, 2020).
Ahora bien, la cancelación del semáforo y el fraseo del Presidente sobrevienen después de que la Organización Panamericana de la Salud (OPS) declarara con urgencia y con inusual claridad que “México atraviesa una situación extremadamente compleja” por contagios y muertes dado el Coronavirus, en parte por el apresuramiento y la confusión de las medidas y mensajes de apertura y distanciamiento social.
Y más: uno de los principales responsables planetarios de la gestión de la pandemia en la Organización Mundial de la Salud, remachó, sin aludir directamente a México: “La reapertura a ciegas, sin tener en cuenta a los datos, podrían llevar a situaciones que nadie quiere” (Reforma, 10 de junio de 2020).
Los datos son rotundos y le dan la razón a los organismos internacionales: del día en el que se confirmó el primer caso en nuestro país a la Jornada Nacional de Sana Distancia, se registraron 735 decesos.
En el período que duró esa Jornada -exactamente 68 días- ocurrieron 15 mil 341 muertes. Y ya que se decretó la vuelta a la normalidad (durante los últimos 37 días), 17 mil 450 fallecimientos. Dicho con sus letras: la “nueva normalidad” decretada por la autoridad, ha resultado más peligrosa y fatal que la etapa previa, la del contagio acelerado.
226 muertes diarias en promedio cuando nos dijeron: es hora de confinarnos. 471 muertes diarias cuando nos dijeron: “ya pueden salir” con cuidado, claro. Más del doble.
Y mientras más normales queremos aparecer, más complicada resulta la defensa de las cifras de letalidad, prevalencia o positividad. Sin reconocer la magnitud del fracaso, ninguna matemática cuadra, ni cuadrará.
Pongamos la realidad de otro modo: en el periodo en que el gobierno federal decidió abrir han muerto más mexicanos que en el período anterior, el de aterrizaje y multiplicación comunitaria de la pandemia. En la etapa en la que se suponía y se presumía, había llegado el control, han muerto el 52 por ciento de compatriotas a partir de que llegó esa peste.
Y sin tratamientos, sin vacunas, sin pruebas, sin rastreos, sin siquiera el uso generalizado de los cubrebocas, apenas “nos falta la mitad de la epidemia”.
¿Algo más que agregar, Doctor Gatell?